martes, diciembre 19, 2023

¡La NAVIDAD cuando Cuba era Libre!. Cuba, tuvo en 1957 en el Reparto Fontanar el árbol de Navidad más grande del mundo. Video Las Mejores Canciones De Navidad


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Tomado de https://www.cubanet.org/

Cuba, de tener el árbol de Navidad más grande del mundo, a una mínima celebración

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En 1957 llegó, procedente de Canadá, un árbol de 20,73 metros de altura. Llamado por los cubanos "el árbol de siete pisos", fue instalado a la entrada del reparto capitalino Fontanar

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Cubanet

17 de diciembre,2022


MADRID, España.- El 17 de diciembre de 1957 fue instalado un gran árbol de Navidad procedente de Canadá en el reparto Fontanar, del municipio capitalino Boyeros; barrio inaugurado el año antes y que vivía un momento de esplendor.


Con una altura de 20,73 metros, y 22, 56 metros contando la estrella lumínica en su punta, fue considerado el árbol de Navidad más grande del mundo en ese momento.


El pino Spruce, conocido también como Canadian Red Wood, pesaba cuatro toneladas y su tronco era de 30 pulgadas. Había sido sembrado en la provincia canadiense de Nueva Escocia en 1740, por lo que tenía 220 años de antigüedad. Para su iluminación se utilizaron 4 000 esferas de luces conectadas por 9 000 metros de cablería eléctrica; y junto a él se colocaba la Fuente de los Angelitos Negros.


La llegada del árbol al puerto de La Habana acaparó los titulares de la prensa de la época y la atención de los cubanos, que comenzaron a llamarlo “el árbol de siete pisos”.


Este árbol fue instalado durante tres navidades seguidas, entre el 17 de diciembre y el 6 de enero, Día de Reyes, a la entrada de Fontanar. La tradición terminó en 1961, tras la llegada de Fidel Castro al poder.


La Navidad en la Isla fue suspendida oficialmente en el año 1969, y no volvió a ser permitida hasta 1997. No obstante, la Navidad que celebran los cubanos actualmente nada tiene que ver con la celebrada en gran parte del mundo. A duras penas los cubanos logran conseguir los alimentos para la cena de esa noche; nada de soñar con árboles gigantes, y muchos menos con luces.

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¡NAVIDAD! ¡Cuando Cuba era Libre!

Por Armando López

23 diciembre 2020

¡NAVIDAD!  ¡En Cuba Libre! En La Habana, cinéticas campanas lumínicas, de acera a acera, hacían la noche día, y dejaban escuchar tiernas melodías navideñas. Las vidrieras exhibían el pesebre con el niño Jesús y los Reyes Magos, mientras la radio entremezclaba villancicos guarachas y sones. La capital de Cuba, siempre llena de turistas, en la gran fiesta se desbordaba. Conseguir un cuarto de hotel: era suerte. Los mercados  hervían, los pregones tomaban las calles. 

En víspera de Nochebuena, las mujeres adobaban el puerco que los hombres asaban en la noche a fuego lento. Las abuelas cocinaban guineos y guanajos en fricasé con aceitunas y alcaparras, herencia de antepasados moros. En el campo, el puerco se asaba en puya, haciéndolo girar sobre la candela, sazonándolo con hojas de guayaba. No faltaban en la comelancia los dátiles y turrones heredados de España, ni los frijoles negros bautizados con miel, herencia de África, o los buñuelos de yuca que nos legaron los taínos. La Nochebuena sincretizaba los sabores de una nación crecida a golpes de látigo, tambores y bandurria.

, solares y bohíos vestían sus mejores galas: el arbolito brillaba sobre el niño Jesús en el pesebre, y a su alrededor, enmarcándolo, María, José, los Reyes Magos, y las carticas de los niños, donde pedían juguetes, que algunos no recibirían.

Los mayores se sentaban en una larga mesa. Los muchachos aparte, para que mortificaran menos. “En mi casa nos reunimos 12”. “Pues en la mía éramos 40”. Cada cubano alardeaba del tamaño de su familia, de los que vinieron de lejos.

El fiestón comenzaba el 23 de diciembre, seguía en La Nochebuena del 24, en el almuerzo montería del 25 (con lo que sobraba de la cena), continuaba en la espera del Año Nuevo, donde creyentes y ateos (por si acaso), arrojaban el cubo de agua a la calle para que se llevara lo malo, y culminaba el 6 de enero, con Gaspar, Melchor y Baltazar.

La Nochebuena era la zafra de los vendedores de vinos españoles, de las rojas manzanas venidas del norte (que muchos ofrecerían a Santa Bárbara), de los curas que pasaban el cepillo en las iglesias, de la bullanguera vitrola en la bodega de cada esquina.

Era la fiesta en que regresaba el hijo pródigo, la tía fea, los primos lejanos, donde el abuelo dejaba que los nietos hiciéramos lo que nos diera la gana, y las mujeres, por beatas que fueran, tomaban hasta hacer chistes verdes y sonrojar a sus maridos…

Algunos iban a la Misa del Gallo, a medianoche del 24, para celebrar el nacimiento de Cristo. Pero la noche siguiente, cuando ya el niño Jesús sonreía, los cubanos salían a bailar a las sociedades (Tennis y Liceos, los blancos), al Gran Maceo (los mulatos), a La Bella Unión (los negros), a los cabarés los faranduleros, a los bateyes de los centrales los campesinos.

En la Navidad de 1959, la mayoría de los cubanos celebraron la tradición y la esperanza de un futuro mejor. La Nochebuena, Fidel la pasó con los carboneros de la Ciénaga de Zapata y en la Plaza de la Revolución hubo una cena gigante para los fidelistas, que entonces eran la gran mayoría de los cubanos. Ya Santa Claus comenzaba a ser popular. La televisión lo usaba en sus comerciales y, almohada por barriga, barba truco, gorrita con pompón, tocaba campanitas en los portales de 23 y L, en el Vedado, la esquina que la sensual del cine italiano Silvana Pampanini, llamó “la más caliente del mundo”, después de dormirse al Comandante.

Pero Fidel, empeñado en eliminar al anglosajón Santa, pretendió sustituirlo por Feliciano, un personaje de guayabera, sombrero de guano y barba, que la gente no tragó… Ya el Comandante comenzaba a transgredir nuestras tradiciones, o peor, a creerse nacido en el pesebre. En las Navidades de 1960, con el título de Jesús del bohío, en la marquesina de CMQ Televisión, instalaron tres insólitos reyes magos, Fidel, El Che y Juan Almeida, que traían como regalos la Reforma Agraria y la Reforma Urbana.

En 1962, la libreta de abastecimientos no contempló arbolitos de Navidad, ni guirnaldas de colores, ni estrellas de Belén, ni niño Jesús de yeso, ni turrones. Las sociedades donde los cubanos bailaban fueron nacionalizadas. La religión fue considerada contrarrevolución. 

Las fiestas navideñas fueron prohibidas por decreto oficial en 1969, con la excusa de ser un estorbo a la zafra de los 10 millones que no fueron. Los cubanos debían tener las manos libres, no para asar el puerco, sino para cortar caña. Por décadas, con las ventanas cerradas, algunas familias, con lo que forrajeaban en el mercado negro, pretendieron continuar la tradición navideña, pero con una Nochebuena apagada por los temores al CDR, por el éxodo de padres, hijos, tíos, primos, entristecida por las lágrimas de ausencia.

En la Isla, el niño Jesús y los magos Gaspar, Melchor y Baltazar, serían expulsados de la iconografía de la Revolución. El Día de Reyes se sustituiría por El Día de los niños (1974), cada tercer domingo de Julio. Los niños cubanos crecerían con un juguete básico al año, y los harían jurar: “Seremos como el Che”. El Año Nuevo dejó de celebrarse para festejar el triunfo de la Revolución.

La caída de la Unión Soviética obligó al régimen a hacer concesiones (1991). 

Con la visita del Papa Juan Pablo II a la Isla (1998), el gobierno colgó un enorme corazón de Jesús en la Plaza de la Revolución y autorizó a celebrar la Navidad. En hoteles y cines volvieron los arbolitos para turistas; en iglesias, como la catedral de La Habana, sacaron el pesebre con el niño Jesús a la calle.

Hoy, los cubanos retoman a medias la gran fiesta, a medias, porque Nochebuena, Navidad y Año Nuevo son alegría de la familia reunida, y la nación cubana está dividida: los de la Isla y los errantes por el mundo. Sólo en libertad, en democracia, en el reencuentro, habrá verdadera Navidad

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Las Mejores Canciones De Navidad 



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