miércoles, junio 12, 2024

En Cuba la violencia está en el aire. Ernesto Pérez Chang desde Cuba: Históricamente, el régimen cubano ha usado la violencia a su favor, la ha azuzado contra sus "enemigos" políticos bajo el disfraz de una "reacción popular espontánea"

 
Tomado de https://www.cubanet.org/

Cuba: La violencia está en el aire 

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Históricamente, el régimen cubano ha usado la violencia a su favor, la ha azuzado contra sus "enemigos" políticos bajo el disfraz de una "reacción popular espontánea".

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Por Ernesto Pérez Chang

10 de junio, 2024

LA HABANA, Cuba. – “No hubo muertos”, “ocurrió en los exteriores del recinto”, “no era una actividad oficial”, pero nada de eso resta importancia a lo que realmente ocurrió en la Finca de los Monos, no cuando quedan como constancia unas imágenes bien fuertes que no hablan de solo uno o dos jóvenes violentos —probablemente adolescentes—, sino de unos cuantos con machetes y hasta con algo semejante a una pistola, lo cual es suficiente para darnos de narices con una realidad que dista mucho de esa que el régimen se esfuerza en vano por ocultar.

Nuevamente se agarran de alguna información no verificada que circuló en las redes sociales no solo para desviar la atención del asunto hacia donde más les conviene (para el sobreactuado y cansino papel de víctima de los “medios enemigos”), sino que intentan desentenderse del asunto no porque la violencia sea un problema que no fuesen capaces de enfrentar —si se lo propusieran y emplearan en ello todo el arsenal y las fuerzas con que cuentan para la represión política— sino porque es precisamente la violencia callejera uno de los pilares sobre los cuales se asienta la dictadura y que, en determinadas circunstancias se articula “armoniosamente” con el aparato represivo más “oficial”.

Históricamente la han usado a su favor, la han azuzado contra los enemigos políticos bajo el disfraz de una “reacción popular espontánea”, igualmente la han armado, protegido y “oficializado” en las oprobiosas “Brigadas de Respuesta Rápida”, y de eso saben desde quienes fueron violentados en un “acto de repudio” —sobre todo cuando los sucesos de la Embajada de Perú y el éxodo del Mariel— hasta los que más recientemente fueron intimidados con gases lacrimógenos y golpizas ya cuando intentaban acercarse al Ministerio de Cultura en noviembre de 2020, ya cuando se sumaron pacíficamente a las protestas de julio de 2021.

Luego de esos dos episodios de violencia, donde mejor se pudo apreciar esa orquestación del pandillerismo callejero con el pandillerismo oficial, no solo la violencia en los barrios se ha ido tornando sospechosamente más “incontrolable” y “coincidentemente” más tolerada (por la Policía) en tanto al régimen le es conveniente como carta bajo la manga (del uniforme militar) que puede jugar contra sus “enemigos internos” cuando desee tomar distancia de la represión más “oficial”, es decir, cuando ante determinadas organizaciones internacionales (de la que esperan algún beneficio económico, solo por eso) a los comunistas les sea provechoso fingirse “buenas personas”.

La violencia es su método favorito, la única estrategia cuando se sienten perdidos y, como así sucede todo el tiempo, entonces es presencia constante en nuestras vidas, al punto de que muchos no pueden distinguir cuán integrados están al “sistema” —aun cuando se consideran fuera y lejos de él—  precisamente porque han hecho de la violencia (en sus múltiples expresiones) también su método de “sobrevivencia”, tanto así que no son capaces de reconocerse como sujetos violentados por el poder y, en consecuencia, moldeados por este.

Están frente a nosotros las decenas de miles de ejemplos con que tropezamos a diario y que ya asumimos como “normales”: el funcionario que nos maltrata en la oficina de trámites (y al que obedecemos sin chistar), el policía y la “colera” que “organizan” una fila a fuerza de palo en mano y gritando ofensas (y a los que incluso agradecemos por lo que hacen), la dependienta que nos manotea en la cara cuando le reclamamos por la mala calidad del servicio (y la apoyamos mirando de reojo al cliente que le reclama), el médico que actúa como veterinario de potrero (y aun así le hacemos un “regalo” por atendernos), el taxista que nos maltrata con cualquier tipo de groserías (y aun así le pagamos la carrera), la maestra sin vocación de educar (y a la que confiamos a nuestros hijos porque al final en todas las escuelas pasa lo mismo) y así hasta toparnos con el jefazo que da “la orden de combate” solo porque sabe cuán violento es su sistema y cuán pacíficos y desarmados son quienes se revelan contra él pero, también, cuán cobarde es la mayoría de los que están (y también de los que se han ido) porque de ahí vienen todos ellos antes de portar un arma, vestir un uniforme y contar con el respaldo “oficial”.

De ahí vienen, de la guapería barata y de la cobardía (porque casi siempre van juntas), y hacia bien lejos después van o sueñan con irse. Más ejemplos tengo entre la jueza villaclareña que condenó a manifestantes del 11J y ahora pide asilo en Estados Unidos, hasta el represor de Contramaestre, en Santiago de Cuba, que encañonó una pistola contra un opositor en 2021 pero que, al parecer, alguien ha reconocido entre los tantos que se han ido, dicen que para hacer borrón y cuenta nueva con sus vidas, pero de seguro para extender y perpetuar esa violencia sistémica que llevan dentro, sembrada en los huesos, a donde quiera que vayan y queden a la espera de otra “orden de combate”.

La violencia que nos afecta, y que amenaza con la ruina irreversible del país, es incluso esa que hemos visto por estos días, como fiel reflejo de la violencia del sistema, entre esos mismos “emprendedores” o “mipymeros” que, tras la fachada de una campaña para “bajar el precio del dólar”, camuflan un saqueo a quienes viven de las remesas. 

Una campaña en muchos aspectos violenta en tanto apela a mensajes violentos, ofensivos y difamatorios (que se montan conscientemente sobre el discurso violento del régimen contra medios de prensa independientes y contra la economía informal) y además una campaña hipócrita en tanto acusa de “revendedores” y “abusadores” a personas que hacen exactamente lo mismo que hacen las llamadas “mipymes”, es decir, revender mercancías baratas con grandes márgenes de ganancias como si fueran artículos de lujo.

No hay diferencias entre el “especulador” que vende su dólar tres o cuatro veces por encima de la tasa oficial y el “mipymero” que vende su caja de pollo en seis y diez veces lo que costó importarla. Pero sí hay grandes similitudes entre el emprendedor que amenaza a sus clientes con subir los precios como castigo (incluso usando palabras muy groseras) y el régimen que usa los mismos métodos groseros para “entrar en cintura” al “desobediente”.

En Cuba todo el “sistema” está atravesado por la violencia. Y he tomado como último el ejemplo de las mipymes no porque tenga “fijación” con ellas sino porque precisamente es ese “sector” que se quiere vender, sobre todo “hacia afuera”, como protagonista de un “cambio” de actitudes y mentalidades cuando en realidad reproduce el mismo esquema totalitario, dictatorial, represivo (mucho más evidente cuando exige al “Gobierno” tomar acciones drásticas o de censura contra algún medio independiente) de la dictadura dentro de la cual operan. Como si fueran dos gotas del mismo vaso de aguas turbias, revueltas, donde hay miles de otras gotas, tan violentas y mortales como esas que portaban machetes en la Finca de los Monos.


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