sábado, julio 23, 2005

¡ OLÉ! POR VITRAL

¡ OLÉ! POR VITRAL

Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso

Vitral ya no me visita. Su ausencia me entristece pero tengo un consuelo: me acompaña su ciberclón, su página web; bella, funcional y sin defectos, aunque reconozco que mi valoración no es imparcial ni objetiva y mucho menos calificada. El amor ciega.

Vitral en Internet ha sido el paliativo que ha sustituido a la llegada de mi Vitral de celulosa, a mi amada Vitral, a la hija de toner y fotocopiadoras. Es cierto que me acompaña casi toda su colección, desde Primogénita hasta la otrora nombrada Benjamina, que ahora temporalmente lleva el nombre de Antepenúltima; la excepción fue la arduamente buscada, pero escurridiza, Númeroonce. Previsoramente pude traerlas a todas ellas para que me acompañaran en estas nostalgias que no por anunciadas son menos punzantes. Sus dos últimas hermanas, la llamada Sesentaycinco y la nombrada Sesentayséis tampoco están conmigo; al encargado de traerlas a mis manos, le horrorizó llevarlas de compañeras de viaje al aeropuerto habanero. El miedo pudo más que el compromiso y el sentido común, pues es evidente que la emigración voluntaria de todos los ejemplares de cada número de Vitral sería lo mejor que les pudiera suceder a aquellos que durante años han tratado de múltiples formas y maneras de apagar la luz de esperanzas que representa Vitral para nuestro pueblo.

Extraño a Vitral, porque Vitral es mucho más que una revista. Vitral ha sido, y es, un gran equipo de trabajo que es impulsado por el amor a un hermoso ideal para nuestra Patria. Como viejo y activo colaborador de Vitral, tuve el privilegio de conocer profundamente al colectivo y el trabajo de Vitral. En mis frecuentes visitas a los locales de Vitral, siempre tuve la impresión de que Vitral era un pequeño central azucarero, pero con la producción del antiguo y gigante Jaronú.

Los aromas que se desprenden de ese central en marcha, especialmente ante cada número de la revista u otra publicación expedita que sale de sus locales, son algo insustituibles después de haberlos sentido. A esos aromas contribuyen: Elsa Siles con su polifacético, ordenado e incansable trabajar; Margarita, cuyo amor y pasión por Vitral la convierten en una madre preparando la fiesta de su hija quinceañera, pero con la diferencia que esta hija cada dos meses los vuelve a cumplir; el tocayo Pedro Pablo, siempre presto a realizar cualquier trabajo, aunque las máquinas o él protesten del ritmo y la carga que se les da, pero sin olvidarse de sacar tiempo para azuzar con sus bromas a las más entradas en años; Feliscindo, diligente y respetuoso, de trato exquisito y franco; Karina, bella y típica cubana, de trato invariablemente afable, de carácter firme y seriedad en su trabajo, una joya todavía sin su estuche que la cuide y complemente; Toledo, serio, competente, puntual y siempre con algún “Toledito” bajo su cuidado y custodia; Bomnín, Gladys y Bernal, tan eficientes en su trabajo de correcciones gramaticales, que en estos años han mejorado ostensiblemente el “talón de Aquiles” de la revista, pese a la cantidad y a la premura de las otras publicaciones y tareas que deben de acometer; María del Carmen Gort, una de las decanas del Consejo de Redacción, tan humana, madura, franca, y firme en sus ideas ante cualquier persona o jerarquía, que me ha parecido un insulto a su persona, la atribución de los editoriales de la Revista solamente al director, y no al Consejo de Redacción, como han señalado erróneamente personas ajenas a Vitral; Santiago Llera, persona franca y honesta de gran sensibilidad humana que no está mirando para donde sopla el viento, y que posee una pericia técnica tal, que Vitral no hubiera sobrevivido todos estos años sin su asistencia; de existir el sello “Forjadores del Futuro” a nivel de Diócesis, Santiago no hubiera dejado nada para nadie; Padre Juan Carlos Carballo, un enamorado de Vitral desde su nacimiento cuando él solamente era un laico con inquietudes sociales; su alegría cuando entró al Consejo de Redacción se le salía por encima de la ropa; nada, que hasta los sacerdotes tienen derecho a un poquito de sana vanidad aunque el Eclesiastés hable de vanidad de vanidades.

Párrafo aparte para tres figuras claves en el surgimiento y desarrollo de Vitral: el Padre Manolo ( dentro de muy poco “ el Obispo Manolo”, al cual toda mi familia y yo felicitamos por su muy próxima ordenación episcopal y le decimos que cuente con nuestras oraciones al Señor para que lo asista en su nuevo desempeño), el asesor que durante todos estos años ha sabido desde muy cerca dirigir, mediar, tensar y aflojar el pulso de Vitral; Dagoberto, uno de los gestores del proyecto que desde hace años es esa gran realidad que es Vitral, convirtiéndose él, desde sus inicios, en el motor impulsor y cadena de transmisión de la revista; Monseñor José Ciro, la persona sin cuyo apoyo Vitral no hubiera nacido y mucho menos llegado a estos once años, el alma de Vitral.

Con todos ellos no he agotado el colectivo de trabajo de Vitral en estos once años; faltan Hortensia, Ifraín y Tony, además de todos aquellos que ya no están trabajando en, o con, Vitral: desde Mariolys, Luis Enrique Estrella y mi tocayo Porbén, pasando por Carmen Dora y la bien recordada Estela, de furtiva y sorprendente salida para aquellos no vinculados a la oposición política, hasta llegar a mis más cercanos vecinos de hoy: Yenia y Ernesto Ortiz, sin olvidar, por supuesto, a Roberto, uno de los fundadores y gestores del proyecto de casi anónimo trabajo. Perdón a los que no he mencionado, lo que sucede, es que en esta cuartilla, motivada por la costumbre de hablar en todos los aniversarios de la revista, acontece lo que cantaba nuestra Celia Cruz: “no hay cama pa’tanta gente”. Saludos y ¡ Feliz Aniversario Vitral!.

2 de junio de 2005

NOTA: Admiradores de la revista VITRAL se fotografían alrededor del Director de dicha revista, el Sr. Dagoberto Valdés Hernández, en la actividad de recordación a Polo Montañez en el primer aniversario de su muerte física y por el Día de la Dignidad Pinareña. De cuclillas, el autor de estas líneas.

Esta Nota llegó con suficiente tiempo a la Oficina de Redacción de Vitral pero no fue leída en la actividad del aniversario ni publicada en la revista; como se solicitó por el autor de la misma.