LA "GUERRA DE LOS CARTELES". UN ENFRENTAMIENTO QUE DESCUBRE LA REALIDAD CUBANA
Tomado de: Cuba Liberal.com
Como a veces sucede con sus artículos, La Guerra de los Carteles (que nada tiene que ver con las grescas entre los ídems de Medellín y Cali), de Alejandro Armengol, publicado el 27 de enero en Cubaencuentro.com, ha producido un encontronazo de opiniones, una de las cuales insertamos después del provocador escrito.
Lo que tiene de singular la presente "Guerra de los Carteles" entre La Habana y Washington es que ambos contendientes han decidido a enfrentarse apelando a recursos similares. Por un momento, Estados Unidos ha decidido olvidar que es la nación más poderosa del planeta: coloca una pizarra informativa en su sede consular en la Isla y se dedica a divulgar frases en favor de los derechos humanos.
Poco usual esa función en el terreno diplomático: funcionarios norteamericanos convertidos en miembros de un equipo de agit-prop. Pero la respuesta del régimen castrista —hasta estos momentos— tampoco cae en el terreno convencional. En vez de presentar un ultimátum ante una provocación indudable, Fidel Castro se limita a erigir un muro o a ampliar la tribuna desde la que realiza sus actos "antiimperialistas". Parece que ambos, Cuba y Estados Unidos, se sienten muy a gusto y con gran entusiasmo para continuar el juego.
¿Juego? ¿Pero hay realmente juego? ¿No estamos ante un estadio vacío, donde en lugar de los equipos sólo compiten dos vallas anunciadoras, proclamando cada una y al unísono la superioridad frente al contrario? Pura propaganda.
Un enfrentamiento verbal que enmascara la realidad: las pocas opciones disponibles para cada bando y la voluntad de desviar la atención de formas de enfrentamiento más eficaces. Aunque cuidado, no hay que tomar a la ligera esta escalada de consignas, porque detrás de ella se encuentran objetivos claves, tanto para la administración norteamericana como para el gobierno cubano.
Acciones de valor nulo Lo que viene haciendo la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, desde la llegada de George W. Bush a la presidencia estadounidense —primero con James Cason y ahora con Michael Parmly— es ofrecerle pretextos a Castro para el cierre de la sede diplomática.
Son acciones de un valor nulo, respecto al avance de la causa opositora, pero con un contenido propagandístico contraproducente para la labor de la disidencia. No es función de la diplomacia alimentar conflictos, sino apaciguarlos. Tradicionalmente, el lugar para colocar carteles de protesta es frente a las embajadas, no en sus edificios.
La forma de actuar de los embajadores se ha caracterizado siempre por la discreción. Esto no ha impedido a muchos actuar en favor de la libertad, pero de forma decidida y enérgica, sin recurrir a aspavientos. Es muy fácil protestar a gritos desde la seguridad de un recinto diplomático, pero hacerlo no facilita en nada la labor de los que no cuentan con una protección similar.
Es cierto que la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana se ha limitado a colocar ideas y citas de carácter universal en favor de los derechos humanos, no consignas subversivas en un sentido estricto. No ha hecho un llamado en favor del derrocamiento del régimen castrista ni ha alentado la insurrección popular.
La ira de Castro obedece a que su gobierno totalitario no admite la menor expresión de libertad. Pero tampoco hay libertad en China, Pakistán, Arabia Saudí, Egipto y muchos otros países con los que Washington mantiene excelentes relaciones diplomáticas y comerciales. En las embajadas norteamericanas respectivas, no han aparecido informaciones alegóricas a los abusos que cometen los gobiernos nacionales.
¿Dónde están los carteles que denuncian los últimos actos represivos contra los campesinos chinos? ¿Quién ha visto informaciones en favor de la liberación de la mujer en un país árabe aliado de EE UU? ¿Cuántas pizarras denuncian los abusos del régimen pakistaní?
Objetivo electoral Castro se ha limitado —repito que hasta el momento— a aceptar las reglas del juego impuestas por los norteamericanos: un muro o una tribuna más grande para tapar la pizarra informativa estadounidense. Es una apuesta para ver quién es el que primero pone contra la valla al contrario.
El gobierno de EE UU tiene que poco que ganar en este enfrentamiento verbal, pero menos aún que perder. Y el gobernante cubano lo sabe. La Habana tiene por política no romper relaciones diplomáticas, salvo en momentos en que esta ruptura le proporciona una ganancia política necesaria (lo hizo con Israel, cuando Castro aspiraba a la presidencia de los Países No Alineados).
Tampoco desea un rompimiento del pacto migratorio —que es la clásica válvula de escape para los que viven en la Isla— y persiste en utilizar las compras de alimentos a los agricultores estadounidenses como instrumento de presión política. Aunque todos estos factores tienen un valor relativo: si considera que para su reafirmación en el poder tiene que "subirle la parada a los yanquis", lo hará sin vacilaciones.
Washington quiere dar la impresión de que no le importa un rompimiento. Ese paso —que de producirse sería aplaudido en Miami— lo reduciría a la "opción cero" respecto a Cuba, pero en la actualidad se encuentra casi en este punto. No hay indicios de que pretenda continuar su política hostil por otros medios, que sería apelar a un enfrentamiento bélico. La ventaja para Bush y el Partido Republicano sería política, y con un objetivo electoral muy definido.
Este año hay elecciones legislativas en EE UU. Uno de los temas electorales primordiales para los republicanos —me atrevo a apostar que el primordial— es el de la inmigración. La carta de triunfo que estos esperan llevar en sus boletas es la restricción al máximo de la entrada de inmigrantes al país. Esta política, de amplia aceptación en el electorado republicano, necesita de una justificación ideológica para los cubanoamericanos. La ruptura de relaciones con La Habana estaría acompañada con el fin del pacto migratorio acordado por el gobierno del ex presidente Bill Clinton.
El exilio de "línea dura" —el sector clave del "voto cubano" para los republicanos— considera que quienes han llegado a este país en los últimos años son fundamentalmente "inmigrantes económicos". Cualquier medida que reduzca la cifra de nuevos refugiados no pondrá en peligro sus votos, sino todo lo contrario. Pero a la vez, ese mismo exilio favorece el carácter excepcional que brinda la Ley de Ajuste y una parte —aquí las actitudes están divididas— también se opone a la ley de "pies secos, pies mojados" establecida también por Clinton.
En la medida en que la Casa Blanca logre presentar una reducción de la inmigración procedente de la Isla como una necesidad política, —perseguidos políticos con causa demostrada— tiene ganado el apoyo de este sector de votantes, que entonces contará con la justificación perfecta para oponerse a la llegada de más cubanos: el cierre de las salidas serviría para aumentar la presión sobre Castro.
El pacto migratorio El objetivo por parte de Washington de esta nueva fase de la "Guerra de los Carteles" no es acelerar el fin de Castro, sino propiciar el fin del pacto migratorio. El gobernante cubano lo sabe —lo ha denunciado— y a ello se debe su "cautela": alimentar la confrontación verbal con el "imperialismo", que siempre ha utilizado para justificar la represión, pero no romper con EE UU. La próxima jugada está a cargo de Bush.
El argumento de aumentar la presión sobre el régimen, mediante un cierre de las salidas, no sólo es inmoral cuando se esgrime desde el exilio. A través de los años ha resultado poco eficaz. Castro se encuentra en un momento de reafirmación, en que no mira al futuro sino al presente, —el tan traído y llevado discurso del canciller Pérez Roque debe verse bajo esa óptica— y dispuesto al aumento de la represión tanto como sea necesario.
Castro sabe que frente a la actual administración norteamericana no puede apelar a un éxodo masivo, y ya cuenta con una nueva fuerza represiva —los "trabajadores sociales"— para utilizarla contra la ciudadanía, e incluso contra los propios dirigentes, de ser necesario. Tampoco tiene ante él una situación fácil, porque el aumento de la tensión social puede degenerar en brotes de violencia.
La situación deja poco margen —mejor decir que ninguno— a la esperanza de que se produzcan condiciones propicias para evitar situaciones traumáticas. Castro no está contra la valla, pero desde hace meses está tomando medidas para evitar cualquier intento de acorralarlo.
Lo ha hecho siempre y lo continuará haciendo hasta su muerte. El error del exilio es dedicar tanta energía y pensamiento al futuro y a la posible transición. Como hombre, su fin es inevitable, pero como político y guerrillero, no hace más que prepararse para la batalla.
La “Guerra de los Carteles”: Un enfrentamiento que descubre la realidad cubana
Por Wenceslao Cruz
Si la sede diplomática norteamericana en Madrid pusiese un cartel lumínico similar al que puso en la planta quinta de su oficina de intereses en la Habana, nadie se sentiría molesto, más bien extrañado por poner algo tan obvio yrespetado. Lo mismo pasaría en cualquier país democrático, donde las palabras de un Martín Luther King o la declaración universal de derechos humanos de las Naciones Unidas, sean divulgados.
El último artículo de Alejandro Armengol describe a los funcionarios de la oficina norteamericana como miembros de un equipo de agit-prop, una abreviatura rusa de “agitación y propaganda”, concebida en los primeros días de la revolución rusa para representar toda actividad artística militante (teatro, cine, música, etc.). Es evidente que el término no encaja, ni por respeto, ni por origen, ni por lo que persigue, a los diplomáticos norteamericanos, aún cuando puedan haber semejanzas en lo que se pretende, o al menos pretendía, el agit-prop ruso: provocar una acción psicológica e intelectual inmediata.
Si catalogamos de “pura propaganda” a la divulgación de los derechos universales que deben asistir a todos los ciudadanos y cometemos el error de igualarlo a las mentiras que esparce por toda la isla y hacia el exterior - en carteles, mediante la radio, la televisión, el satélite o de periodistas adoctrinados- el dictador cubano, estaremos cometiendo, al menos, una injusticia.
Tampoco creo que resulte lógico plantear que eso entorpece la actividad opositora a Castro, pues el haber tomado la iniciativa la sede diplomática norteamericana, no responsabiliza a la disidencia interna de nada, más bien la alienta a no desmayar en su empeño de luchar para que en Cuba algún día no sea un delito poseer el texto de la declaración de los derechos humanos de la ONU, lamentablemente incumplido ininterrumpidamente por medio siglo en Cuba.
Y si bien es cierto lo que plantea el columnista de que Estados Unidos no hace lo mismo en otros lugares que igualmente se violan esos derechos, no es razón convincente para desvirtuar una iniciativa que seguro complacerá a los cubanos condenados a años de cárcel por ejercer los derechos recogidos en la “peligrosa” declaración de la ONU. No hay que enfadarse con el gobierno norteamericano por eso, por algún país hay que empezar y deberíamos sentirnos afortunados en que el nuestro haya sido al menos elegido ¿o no?
En el afán de ver a un gobierno norteamericano hipócrita, que sólo busca réditos electorales, el periodista parece no darse cuenta del enorme enfado que tiene el dictador cubano. Ese enfado se manifiesta en una respuesta que descubre la realidad cubana, una realidad que muchos se niegan a ver, pero que Castro con su ira la muestra.
La premura del dictador por levantar ese muro o esa “cosa misteriosa”, para impedir que se lean las frases “peligrosas” y “provocadoras”, lo que desenmascara realmente es el miedo a perder una pequeñísima parcela del férreo control de la información, confirma la carencia de elementales normas democráticas en Cuba, y eso, por muy anti Bush que se sea, es un hecho.
Asegurar como objetivo de Estados Unidos el cierre de la oficina de intereses, coincidiendo con la apreciación del dictador, no se sostiene. Está bastante claro que Castro teme a la libre información, y para los que aún no se habían percatado, la reacción de la dictadura debería despejarles las dudas.
Pero la recomendación del Sr. Armengol al final de su escrito seguro resultará hiriente para todos los que se han sacrificado y aún se sacrifican por llevar a Cuba hacia el cause democrático, tanto del exterior como desde el interior de la isla. El expresar que es un error del exilio «dedicar tanta energía y pensamiento al futuro y a la posible transición» aparte de parecer una simple despreocupación de un periodista cubano exiliado, hace que nos preguntemos ¿Para qué escribe Alejandro Armengol? Si no gasta él energía escribiendo para el futuro de Cuba ¿para qué o con qué objetivo la gasta?
La libertad y la democracia en Cuba es deseable que esté cerca, y si la muerte del dictador es la única posibilidad que ve el escritor para un cambio futuro, es respetable. Lo que no es, medianamente digno, menospreciar la “energía” gastada por miles de prisioneros políticos, de miles de muertos, de disidentes y opositores.
El filósofo italiano Vincenzo Gioberti alertó que «los mayores enemigos de la libertad no son aquellos que la oprimen, sino los que la ensucian» uno va aprendiendo la realidad y actualidad de este pensamiento, y de coincidir al igual que Abraham Lincoln en que «los que niegan la libertad a los demás no se la merecen ellos mismos».
Madrid 27-01-2006 Wenceslao Cruz Blanco
PD: para opinar o dejar comentarios sobre el artículo o tema podéis hacerlo al siguiente enlace: http://wenceslaocruz.blogspot.com/2006/01/la-guerra-de-los-carteles-un.html
Yahoo!LA HABANA (AFP) - De pie frente a la pantalla lumínica de la legación estadounidense que transmite mensajes en su contra, el presidente cubano, Fidel Castro, acusó la noche del miércoles a esa Sección de Intereses (SINA) de ser un "puesto de mando" de la "contrarrevolución" en la isla.
Desde Cuba por Leonel Pérez Belette
LA HABANA, Cuba - Viernes 27 de Enero de 2006 (CUBANET) -
Fidel Castro manifestó ante la prensa extranjera y la televisión nacional este miércoles que pretende acabar con lo que él denomina el puesto de mando de la oposición cubana, la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Además, formuló amenazas de romper las relaciones con el gobierno americano. Como pretexto, en esta ocasión trajo a colación la posibilidad de que el sistema judicial estadounidense pudiera liberar a posada Carriles, quien se encuentra detenido en ese país por presunta entrada ilegal.
En relación con la construcción de carácter secreto que se ha comenzado frente a la SINA, Castro dijo que se trataba de una ampliación de la Tribuna Antiimperialista, a la cual los cubanos denominan jocosamente Protestódromo. El mandatario no especificó más nada respecto a la construcción, para la cual ha congregado cuantiosos recursos y hombres que trabajan velozmente.
Muchas personas creen que se trata de un muro. Esto son rumores, basados en que muchos ciudadanos dan por seguro que lo que verdaderamente ha molestado a Castro es que la SINA, en días pasados, colocó una pantalla que transmite noticias internacionales al pueblo. Esto es considerado un pecado en una Isla donde se censura y limita toda información que venga desde el exterior, ya sea Internet, prensa plana, escrita, televisiva, o radial, entre otras formas de comunicación. Para estas personas, la liberación de Posada Carriles sólo viene a ser un pretexto para el show político.
Un arquitecto que pasaba por el lugar notó que los cimientos no son lo suficientemente profundos como para un muro, y agregó que se trata de una zona donde el mar penetra con bastante fuerza; por lo que se inclina a pensar que se trata de la zapata de una pantalla gigante. Esta teoría se avendría bien al concepto de guerra de los carteles que se ha puesto de moda.
En realidad ni muchos de los obreros que laboran en el lugar saben de qué se trata.
Una de las personas que pasaba me hizo notar que los carteles colocados por el gobierno hablan de las victimas de la voladura del avión cubano procedente de Barbados, pero que para nada mencionan las miles de personas que han muerto en el mar mientras escapaban del régimen. Tampoco hablan de los juicios sumarísimos, del cobarde hundimiento de un remolcador donde murieron niños y mujeres. Menos del sufrimiento diario del pueblo cubano.
Para concluir otra persona señaló que la estatua de José Martí colocada en el lugar se ha puesto verde a consecuencia del salitre, y que curiosamente esto ocurrió luego de que el gobierno calificara a las Damas de Blanco como "damas de verde".
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