viernes, enero 06, 2006

LOS PRESOS POLITICOS CUBANOS

Tomadao de: http://www.cubademocraciayvida.org


LAS MIGAJAS DEL MAGNÁNIMO. Por: Iliana Curra Luzón
04-01-2006

Ileana Curra. Escritora cubana y colaboradora de "Cuba democracia y Vida".
El régimen de La Habana libera a un prisionero político. Más bien, lo saca de la cárcel pequeña bajo una llamada “licencia extrapenal humanitaria”, otra de las tantas inventivas castristas para denominar sus regulaciones y leyes tan arbitrarias como su dictadura.
Primero los encarcela, los patea, los aísla y los enferma. Luego, según entienda, saca a alguno que otro de la prisión, como mostrando al mundo su generosidad proletaria para que vean que no es tan malo como dice la oposición. Otros, que aún creen en las bondades del vejete, toman esta acción como algo positivo, pues aunque los encerró injustamente, al final le dio una oportunidad de un año para mejorar su salud. A fin de cuentas lo tiene bajo su control para cuando decida devolverlo atrás de los barrotes.
Los medios informativos y desinformativos mundiales publican la llamada liberación de estos prisioneros políticos como si fuera algo extraordinario. Nadie se cuestiona por qué fueron condenados. A nadie le importa en qué condiciones conviven, ni cuáles tratos inhumanos reciben en las celdas inmundas de Fidel Castro. Es más importante hablar de los conocidos casos de torturas en Irak, donde los torturadores fueron encausados, mientras que los de Cuba, en la isla donde tantos hipócritas van a disfrutar del sexo de menores y la explotación a los nativos, no existe la justicia. No importa que hayan violado a presos políticos, ni asesinado con bayonetas revolucionarias de guardias saciados de odio. No importa que la sangre haya corrido como turbios ríos por los paredones de fusilamientos por todo el país. Esa es Cuba, la isla encantadora y afrodisíaca que los grandes liberales disfrutan a plenitud mientras el pueblo vive en las sombras del miedo y la falta de expectativas.
Pero el vejete dictador sabe tirar migajas a sus vasallos internacionales. Los que aplauden cualquier gesto con apariencias de humanidad como si realmente lo fuera. Ellos no se engañan, están concientes del juego del tirano, pero les conviene. De esa forma no pierden sus posibilidades de viajar al pasado, que es en lo que se ha convertido esa Cuba destartalada de calles sucias donde los carretones tirados por caballos desnutridos son parte de un paisaje digno de siglos atrás. De esa manera pueden viajar allí para buscar lo que, en su país, no pueden hacer porque la ley los encerraría de por vida.
Puras migajas son la aparente libertad de algunos presos condenados a tantos años de la forma más injusta. En la calle son tan pisoteados y maltratados como si estuvieran en una celda. Algunos no pueden, ni siquiera, hacer sus papeles para viajar al exilio. Es parte del castigo que continúa más allá de los gruesos barrotes que rodean la prisión pequeña.
Pero los aplausos continúan. Las sonrisas cómplices de los que dicen ser amantes de la libertad se perpetúan, mientras que la gran prensa mundial hace loas a un decadente sistema que reparte por América su tradicional indigencia moral y espiritual.
Son las migajas del magnánimo tirano de verde olivo que contamina al mundo con su fetidez ideológica. Dios permita que no se duerman con el hedor corrompido de su régimen, y que piensen con sus propias mentes para que no continúen jugando con su ingenuidad, que más que eso, todo indica que es un total respaldo a sus crímenes.
Ileana Curra.
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¿SABÍA USTED QUE EN CUBA HAY MÁS DE TRESCIENTOS PRESOS DE CONCIENCIA?

Hiere el alma y la inteligencia. Hiere el corazón. Más de trescientos presos de conciencia purgan el delito de disentir entre rejas y presos comunes. Entre ratas y aislamiento. Entre exclusión social y marginación. Más de trescientos presos de conciencia siguen pagando altas penas de prisión por el mero hecho de pensar diferente y osar expresar su pensamiento en voz alta. Por escribir sobre la realidad de la que son protagonistas. Por aspirar a que sus derechos como ciudadanos sean reconocidos. Por mostrar un espíritu crítico son perseguidos, anulados como ciudadanos. Acallados y golpeados. Sobre ellos recaen las peores penas, las iniquidades más abrumadoras e indignas que un Estado puede ejercer contra sus ciudadanos. Hombres y mujeres que luchan por existir, por su identidad. Pero tropiezan contra un muro hecho de intransigencia, un muro que no los reconoce como seres con dignidad y los niega.
Porque son castigados por el ejercicio del más alto valor que inspira la conducta del ser humano: Su derecho a opinar, a criticar, a disentir. Víctimas de verdugos que ejercen, amparados en el uso de la fuerza legitimada por la posesión de aparatos represivos y cárceles, la violencia contra sus semejantes.
Imbuida de los ideales de izquierda que parecían haber tomado cuerpo en la revolución cubana, fui el pasado verano a Cuba. Desde hace mucho tiempo lucho desde distintas organizaciones de izquierda, partidos políticos, sindicales y de derechos humanos por una sociedad más justa, equitativa, solidaria y libre. Fui a Cuba con miles de interrogantes. Los actos de la Primavera Negra del 2003 en los que setenta y cinco personas fueron detenidas y condenadas a largas penas de prisión me helaba el corazón y la inteligencia. Pero quería observar con mis propios ojos. Y sacar mis propias conclusiones. Así lo hice. Pero la realidad con la que me encontré fue mucho peor que la que creí que me encontraría. En mi interior resonaban con fuerza las palabras de Voltaire No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.
¿Por qué en Cuba, que exporta fuera de sus fronteras ser paladín de la democracia, la justicia, la equidad, los derechos humanos... se prohíbe el parlamentarismo y se persigue con tanta saña al opositor? ¿Tan frágil es el sistema que necesita defenderse con rejas y golpes de terroristas que sólo cuentan con las armas de su propia palabra y pensamiento? ¿Por qué tanto temor hacia los que muestran su oposición al régimen? ¿Por qué tanto miedo a que su verdad, la verdad de los que detentan el poder, pueda ser contrastada por los que opinan diferente? Preguntas inocentes cuya simple enunciación adquieren rango de amenaza.
Discípula de la URSS, Cuba ha intentado crear un “hombre nuevo”. Los ingenieros de la revolución imaginaron un espécimen humano nuevo, modelado por una cultura programada y el territorio nacional como un espacio único, planificado y homogéneo, habitado por ciudadanos iguales y también idénticos. La diversidad quedaba radicalmente excluida. Aunque fuera necesario recurrir a la agresividad, a la violencia de Estado, a la xenofobia. La agresividad del Estado contra los ciudadanos se legitimaba. Se creaba un Estado totalitario, excluyente, empapado de ideología nacionalista. Se afianzaban los instrumentos que posibilitaran la creación de hombres y mujeres obedientes, sumisos, fieles seguidores de la Idea. Para ello, la escuela. Y también seres temerosos, en ocasiones con un miedo paralizante, a los que sólo quedaba como espacio la sumisión, el silencio o la valentía. Para ello el Ejército y la policía.
El programa ideológico de la revolución anuló la Constitución de 1940 y convirtió a Cuba en una verdadera cárcel invisible en la que está encerrada la sociedad cubana. Incapaz de comprender lo diverso, la integración y transformación de todo un pueblo en la uniformidad no es tarea fácil. Es necesario incrementar cada vez más la espiral de la represión, la persecución, la intolerancia. Obsesionado con el enemigo exterior, el virus que se infiltra en el tejido social, el poder cubano ataca sin piedad a los que intentan mostrar la auténtica cara de la revolución mientras transforma en terroristas al servicio de aviesas organizaciones enemigas exteriores a todo el que intenta mostrar la realidad de la cultura, la economía o la sociedad cubana actuales. Un antiimperialismo obsceno que sólo ha provocado el rechazo, el aislamiento y el sufrimiento de todo un pueblo y que hoy se muestra no sólo como obsoleto sino como un verdadero estorbo.
En los próximos días se lanzará en España toda una campaña de apoyo y solidaridad para con los cinco espías del gobierno cubano detenidos en Miami. Abruma el silencio para con los más de trescientos presos de conciencia sometidos a tratos degradantes en las tétricas cárceles cubanas. Abruma la ignorancia de los que, escudados tras valores de democracia e igualitarismo, justifican el encarcelamiento y la persecución de poetas, periodistas, médicos, sindicalistas, miembros de partidos políticos, sociedad civil, y tratan de elevar su voz en la defensa de los cinco miembros gubernamentales detenidos y encausados. No es la campaña en sí misma lo que despierta preocupación o rechazo. En un país libre como es la España de hoy cualquier ciudadano o grupo de ciudadanos está en el derecho inviolable de defender aquellas causas que considere dignas de su interés. Es la doble moral lo que está en juego. Es la activación de odios y enfrentamientos que dividirá, una vez más, a la sociedad civil. El discurso es el mismo: el antiimperialismo amenazador, el victimismo, la ocultación de la realidad,
Mientras la oposición cubana opta por el diálogo, la negociación, la reconstrucción de una Cuba hoy arruinada y la instauración de la democracia y el reconocimiento del derecho de todos los ciudadanos a existir, el gobierno cubano y las organizaciones españolas de apoyo al gobierno –que no al pueblo cubano- invertirán miles de euros en llevar a cabo una campaña mediática de defensa de un sector de la población: aquellos que representan al régimen. Lo que se defiende es “su” Cuba, la de los comandantes que se apropiaron del país hace casi medio siglo y que consideran a la isla su feudo particular.
Una campaña que pospone la dignidad colectiva a los intereses de un gobierno. Porque un gobierno que mantiene entre rejas a una gran parte de su población por el mero hecho de disentir se convierte de manera automática en un gobierno indigno. El eje de la campaña “¿Sabía usted que hay cinco cubanos presos en las cárceles de EEUU?” podría sustituirse por “¿Sabía usted que hay más de trescientos presos de conciencia cubanos en las cárceles de Cuba?”. Quizás de esa manera se podría empezar a equilibrar la balanza de la justicia y el descrédito de la propia campaña no sería tan fulminante. La única campaña legítima posible es aquella que abogue por la exigencia del reconocimiento del contrario, de la diversidad cultural, ideológica, del pluralismo partidista. Del reconocimiento de la igualdad de derechos y deberes para todos los ciudadanos. Del reconocimiento de la dignidad colectiva.

Luz Madroño.
Diciembre de 2005
Luz Modroño. Psicóloga y periodista española. Colaboradora de "Cuba Democracia y Vida"