lunes, febrero 20, 2006

EX ESPIA CUBANO PONE A MEXICO EN DEMANDA

Ex espía cubano Pedro Anibal Riera Escalante pone a México en demanda

WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald

Domingo 19 de febrero de 2006
Acaba de cumplir una sanción penal de cinco años en Cuba tras ser arrestado y expulsado de México, adonde había llegado con documentación falsa para pedir refugio político.
Mientras aguardaba por el juicio, permaneció por 126 días con trato de aislamiento en una celda tapiada de Villa Marista, la sede de la Seguridad del Estado cubana, sometido a torturas sicológicas. Luego pasó un año confinado en el área especial de la prisión de Guanajay, justamente en el mismo espacio donde en 1991 había fallecido en extrañas circunstancias su anterior jefe, el ex ministro del Interior José Abrantes Fernández.
Vive con una libertad prestada, amenzado por la policía política y vigilado de forma constante con propósitos de intimidación. Los tentáculos del hostigamiento han llegado hasta su esposa, Loyda Castilla, quien arbitrariamente fue separada de su empleo el pasado septiembre, lo que dejó a la pareja sin fuentes de ingreso.
Pero Pedro Aníbal Riera Escalante, el polémico ex cónsul cubano en México, oficial retirado tras 25 años de servicio en la inteligencia castrista, está decidido a no callarse.
''No sé si alguna vez podré salir de este país, pero creo que la razón principal por la que estoy vivo y libre es por la atención que la prensa y las organizaciones de derechos humanos dieron a mi caso'', comentó Riera, de 54 años, durante una larga entrevista telefónica desde La Habana. ``Mis declaraciones pueden irritar al gobierno, pero también sirven para protegerme''.
Riera tiene escritas y ''a buen resguardo'' las dos terceras partes de un libro testimonial, contando sus experiencias como oficial de operaciones antiCIA en México y luego como paria del régimen que ayudó a cimentar en el poder. Y ha presentado una demanda contra el gobierno de México ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual fue radicada para consideración el pasado 17 de enero.
La demanda culpa a las autoridades mexicanas por el secuestro en plena vía pública y la devolución forzosa de Riera a La Habana, el 4 de octubre del 2000, en violación de las garantías establecidas por los tratados y convenciones internacionales.
El documento identifica como responsables de los hechos denunciados al entonces presidente Ernesto Zedillo, la ex canciller Rosario Green y el ex subsecretario de Relaciones Exteriores, Héctor Mario Icaza, así como a otros altos funcionarios de México.
''Fue una extradición ilegal, pues a ningún ciudadano que solicite asilo se le puede enviar al país de donde huye'', reflexionó Riera. ``Fue una operación premeditada y palabreada entre los dos gobiernos para castigarme por motivos políticos, y todo se coordinó entre la Seguridad cubana y los agentes del CISEN [servicios de inteligencia mexicanos]''.
Riera se había desempeñado como cónsul general en México entre 1986 y 1991, pero su entrada a ese país en 1999 se produjo con documentación falsa ante la negativa de las autoridades cubanas a otorgarle un permiso para emigrar.
''México sirvió de instrumento al gobierno de Cuba y puso en riesgo mi vida, pues podía ser juzgado en Cuba por espionaje y recibir la pena de muerte'', recordó.
La acción legal se interpone contra México por ser miembro de la CIDH, cuya secretaría ejecutiva cuenta con 25 abogados y siete comisionados. Puede tomar hasta cuatro meses la decisión si la demanda tomará curso o será rechazada.
Mientras, Riera pretende que algún bufete internacional se sensibilice con su caso y lo respalde a partir de ahora, cuando necesitará mayor asesoramiento legal para hacer efectivo el procedimiento.
''El hecho de que yo presente esta demanda contra México no implica eludir, en ningún modo, las violaciones que se cometieron y cometen conmigo en Cuba'', enfatizó.
Los años del fulgor combatiente
El destino de Riera parecía fijado desde sus años juveniles. Sobrino de Aníbal y César Escalante, patriarcas del Partido Socialista Popular (PSP) -- antiguo partido comunista -- y primo del general Fabián Escalante Font, ex viceministro del Ministerio del Interior, Riera fue captado para servir al aparato de inteligencia cubana en 1969, cuando aún no había concluido el preuniversitario. Tenía entonces 18 años.
Se graduó de Ciencias Políticas en 1975 y fue escalando niveles en la Dirección General de Inteligencia (DGI) hasta alcanzar el grado de mayor.
Enviado especialmente a México para vigilar y penetrar operaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Centroamérica, sus contactos en la política y la vida mexicanas resultaron muy efectivos.
''Esta fue una causa esencial que determinó la colaboración de México con Cuba para repatriarme'', reconoció. ``Tenía mucha información de políticos mexicanos de alto rango que han colaborado con el régimen cubano y esto podía ser embarazoso para gente que detenta hoy posiciones clave''.
Riera admite que mucha de esta información no podrá escribirla ni publicarla estando en Cuba, por ``su alto grado de explosividad''.
Pero su estrella comenzó a declinar en 1992, a raíz de que se le señalara haber violado las órdenes internas del MININT por aceptar ayuda de ''desafectos a la revolución'' para el tratamiento médico de su esposa Martha Bosch Bermúdez, enferma de leucemia. Bosh murió en Cuba y, un año después, Riera fue licenciado como oficial por motivos políticos y separado de las filas del Partido Comunista (PCC).
Entonces comenzó la odisea de Riera. Trató de insertarse en el mundo de los negocios, respaldado por sus antiguos contactos en México, pero todos sus esfuerzos fueron congelados, desautorizados o suspendidos por el gobierno cubano.
Por esos días conoció en Cuba al ciudadano suizo Olinto Moro, un estafador internacional circulado por la Interpol, quien trataba de hacer negocios con firmas cubanas y ofrecía información a la Seguridad del Estado.
Desesperado por escapar
Cerradas todas las puertas de subsistencia, Riera optó por casarse con una amiga de su ''etapa diplomática'', la ciudadana mexicana María del Socorro Yánez, el 12 de diciembre de 1997. Riera obtiene una visa para emigrar, pero transcurre todo el 1998 sin que las autoridades cubanas le otorguen el permiso de salida.
Desesperado, en julio de 1999 adquiere un pasaporte mexicano falso bajo el nombre de Pedro Morales Estrada. Soborna con $2,000 a un funcionario de inmigración para que registre ''su entrada'' en la computadora del aeropuerto y consigue así salir rumbo a Cancún el 23 de octubre.
Pero su subrepticia presencia en México empieza a ser controlada y Riera decide abandonar la casa y pasar ''a la clandestinidad'' en México. El 21 de diciembre del 1999 contacta al primer secretario de la Embajada de Estados Unidos, Barry Thien, y pide asilo a las autoridades estadounidenses.
La espera se prolonga demasiado y Riera ve la posibilidad de pedir refugio en México el 7 de septiembre.
Un mes después de sostener varios contactos con funcionarios mexicanos, seis individuos sin identificarse lo interceptan a la salida del restaurante Sanborns, en el centro de la capital, lo obligan a subir a una camioneta y lo conducen a una estación migratoria.
En menos de 24 horas sería llevado a Cuba.
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Artículo de 1999
Una historia de espías entre Cuba y México
por Jorge Fernández Menéndez

El pasado 3 de octubre, a las seis y cuarto de la tarde, cuando salía de una cita que había solicitado con un funcionario del Cisen, acompañado del periodista cubano Edelmiro Castellanos, corresponsal de Radio Martí en nuestro país, fue detenido y horas después extraditado a Cuba Pedro Riera Escalante, un hombre que, según su propia declaración, fue cónsul de Cuba en nuestro país pero que también durante 25 años se dedicó al espionaje en México, reclutando agentes para que, en México y Centroamérica, "espiaran a la CIA" (¿sólo a la CIA?), reclutando agentes mexicanos para que trabajaran para el gobierno cubano y que habría pedido asilo político a la Cancillería unas horas antes de su detención.
El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, tomó el caso de Riera Escalante y le dio una dimensión errada. En un boletín fechado el 3 de octubre, sostuvo que este espía estaba desaparecido, que había sido secuestrado. El boletín de prensa especificaba que en los primeros días de septiembre, Riera Escalante había acudido al centro Pro para solicitar orientación jurídica respecto a su situación, que describió como de perseguido político y habló, dice el documento, de los contactos que había realizado con distintas personalidades mexicanas que apoyaban su búsqueda de asilo político. Es más, el boletín sostiene que las "autoridades mexicanas ya recibieron la solicitud de asilo y protección por parte de Riera Escalante sin que ninguna de las dos peticiones fuera satisfecha hasta el momento de su detención".
Pues bien, el centro Agustín Pro, que ha cumplido una labor notable de defensa de los derechos humanos en muchos otros casos, fue engañado o se dejó engañar por Riera Escalante. Resulta evidente que lo que se trató de montar fue una puesta en escena realizada, además, de forma torpe, lindando con la provocación diplomática. No cabe duda que el gobierno cubano no se ha caracterizado por las libertades públicas otorgadas a su propia sociedad, y que está muy lejos de aceptar la plena vigencia de los derechos humanos y de las instituciones democráticas. Pero aquí el caso es otro.
Riera Escalante había sido durante años cónsul en la embajada de Cuba en México y además, según su propio testimonio, un agente encubierto que desarrolló su labor, supuestamente contra la CIA, reclutando agentes mexicanos para que operaran en nuestro país y en Centroamérica en beneficio del gobierno cubano. No hay testimonio alguno que lo muestre como un perseguido político y, por el contrario, parecía movilizarse con recursos y con documentación de los que, alguien en esa condición, evidentemente no puede gozar.
En la declaración ministerial que brindó antes de ser expulsado de México, de la que tenemos copia, Riera Escalante no habló de su supuesta petición de asilo político. Sólo declaró que se había internado en múltiples ocasiones en la ciudad de México y que lo había hecho por el Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Agrega que en la última ocasión había llegado en los primeros días de septiembre, "pero que no podía precisar la fecha exacta" y que en esta última ocasión "venía de Santo Domingo, con documentación que por el momento no obra en su poder" y "que es todo lo que desea declarar".
¿Qué quiere decir? Que este personaje había entrado y salido en múltiples oportunidades de México, que venía de Santo Domingo, y que para su movilización estaba utilizando documentación falsa.
Fue detenido precisamente por ese hecho. Además, no dio la fecha de su entrada al país ni los documentos con los que lo hizo, precisamente para evitar que se identificara esa personalidad y esa documentación. ¿Por qué, si realmente lo que quería era asilo político? Pero, además, el hecho es que nunca solicitó asilo político en México. Riera Escalante, como ex cónsul de Cuba en México, conocía perfectamente los mecanismos para solicitar asilo en nuestro país: nunca lo hizo. Tuvo un encuentro con funcionarios de la SRE y luego con un funcionario del Cisen, José Luis Valles, con quien se había reunido antes de ser detenido. Pero nunca se presentó en el Instituto Nacional de Migración para pedir asilo, ni en esta visita al país ni en las anteriores, tampoco lo hizo ante alguna representación diplomática mexicana en los países en los que estuvo antes de su última visita a México (por lo menos estuvo, según su propia declaración, en Santo Domingo). Un ex diplomático y ex espía cubano sabría perfectamente que podría haber utilizado cualquiera de esos mecanismos para solicitar asilo político. ¿Por qué no lo hizo?
La actitud es más sospechosa porque Riera Escalante, en lugar de buscar realmente asilo, estuvo, mediante diversos contactos, haciendo enlaces y relaciones políticas en la ciudad de México: se reunió entre otros con Sergio Aguayo, Carlos Monsiváis, Adolfo Aguilar Zinser, todas personalidades que en diversas oportunidades se han mostrado solidarias con la defensa de los derechos humanos en Cuba, pero increíblemente, durante más de un mes, nunca buscó un contacto con las autoridades migratorias para buscar el asilo que ahora se asegura que solicitaba. No había cumplido ninguno de esos requisitos legales, pero sí cubierto toda una operación propagandística, tanto que para el jueves 5 de octubre estaba convocando a una conferencia de prensa en la que intervendría además del centro Pro, la corresponsal del New York Times en México, Julia Preston. Insistimos, o fueron engañados por Riera Escalante o se trató de una maniobra. No hay otra explicación posible: no hay refugiados políticos que estén deambulando libremente por el mundo, visitando distintos países, utilizando documentación falsa para sus movimientos y que demanden asilo político sin solicitarlo formalmente, pero con tiempo suficiente como para organizar ruedas de prensa. Más aún cuando se trata de un espía que, según su propia declaración, trabajó en ese sentido, espiando en México durante 25 años y más aún cuando, ante el cambio de gobierno, se podría modificar la relación diplomática tradicional entre México y Cuba. Son demasiadas casualidades y en estos casos no se puede creer en ellas.
Esta virtual provocación (¿organizada por los cubanos para infiltrarse en el exilio o por el propio exilio cubano para presionar la situación antes del cambio de gobierno?), va de la mano con otro hecho muy extraño ocurrido en agosto pasado. La detención y posterior expulsión de Cuba a México de César Chávez Ávila, un activista del grupo La Otra Cuba y que había sido analista del Cisen hasta julio pasado. El 4 de agosto Chávez viajó a La Habana con una videocasetera, una máquina de escribir, dos videos, folletos y libros de propaganda del llamado Grupo de los Cuatro, que encabeza el preso político Vladimiro Roca, un grupo de perfil socialdemócrata. El destino de ese material era el grupo de resistencia interna que encabeza otro ex preso político, Mario Chanes, dentro de la isla. Para algunos fue un intento de mostrar que el gobierno mexicano había impulsado la presencia de agentes de inteligencia ligados a los grupos anticastristas (grupos, éstos, por cierto, no violentos), pero los propios integrantes de esa organización en México, como Jorge Poo, desmintieron absolutamente la versión. Pero el intento se hizo y Chávez estuvo un mes detenido en Cuba antes de ser enviado a México.
No es la primera y seguramente no es la última vez que ha habido juegos de espionaje entre México y Cuba que pasan por el tamiz de la CIA. Un caso menos conocido, pero que puso en peligro las relaciones diplomáticas, ocurrió hace 31 años. Era 1969, en las postrimerías del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y el fantasma de Tlatelolco pendía sobre el cambio de administración. El secretario de Relaciones Exteriores era Antonio Carrillo Flores y el embajador de México en Cuba, Miguel Covián Pérez.
Una noche llegó a la residencia del embajador, ubicada en el residencial barrio de Alturas de Miramar, un grupo de oficiales del ejército cubano que le pidieron al embajador que los acompañara, porque Fidel Castro quería hablar con él. Era un hecho absolutamente inédito y el preludio de que algo grave ocurría. El embajadro Covián Pérez, en plena noche, fue llevado a Palacio Nacional y dejado en un salón desprovisto de muebles, donde sólo había una mesa con algunas sillas. Quien llegó un tiempo después no fue Fidel sino Raúl Castro, acompañado por el fallecido Carlos Rafael Rodríguez y, sin sentarse, Raúl literalmente arrojó sobre la mesa un sobre con fotos. En ellas se veía al segundo secretario de la embajada mexicana, Humberto Carrillo Colón, platicando amistosamente con diferentes personas: todas ellas, le señaló Castro al embajador, estaban plenamente identificadas como agentes de la CIA y el gobierno cubano estaba convencido de que el diplomático mexicano también trabajaba para la Central. El embajador no supo qué decir. Señaló que consultaría con el canciller.
Apenas dejó el Palacio Nacional en La Habana y seguido ya por un automóvil de la inteligencia cubana, Covián Pérez se dirigió directamente, pese a que ya se acercaba la madrugada, al domicilio de Carrillo Colón. Éste ya sabía que algo malo sucedía y lo estaba esperando. Cuando el embajador lo interrogó sobre si era cierta o no su relación con la gente de la CIA, primero lo desmintió, pero finalmente aceptó su culpabilidad. Allí mismo, el embajador le pidió a su segundo secretario que en la caja de una máquina de escribir recuperara todos los documentos confidenciales que tuviera a mano y lo acompañara sin llevar ninguna pertenencia. Antes de que pudieran detenerlo, Covián refugió a Carrillo Colón en la embajada mexicana y semanas después el gobierno cubano autorizó su salida del país. Pero el caso colocó en una situación límite la relación bilateral.
Pero no se trata de la única historia. Hubo más, como por ejemplo, el reclutamiento por la KGB, vía los cubanos, del entonces joven investigador mexicano Gilberto López y Rivas para que trabajara como espía para la inteligencia soviética y cubana, mientras estudiaba en Estados Unidos. Hoy, sin pena y sin explicaciones por ese hecho, López y Rivas es el delegado perredista en Tlalpan.
E-mail: razones@webtelmex.net.mx
Ilustración: Luis Miguel M. Campero