APUNTES SOBRE LOS DERECHOS EN CUBA
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Al parecer, las complejidades del mundo en que vivimos están reclamando hoy ciertas redefiniciones de algunos conceptos que atañen a todos y de los que cada quien hace sus lecturas. Aunque no todos los individuos son especialistas en materia de derecho, supuestamente sí están incluidos (o al menos deberían estarlo) en su ejercicio más pleno.
En cualquier nación medianamente civilizada, sus ciudadanos reconocen al menos un mínimo de esos derechos. Es así que los periódicos y las emisiones noticiosas de televisión mencionan frecuentemente huelgas de transportistas, manifestaciones contra el ALCA, contra la guerra, etcétera.
Aunque tales ejercicios de derecho tienen sus matices en cada escenario, el denominador común es la conciencia de ciertos principios básicos del derecho ciudadano que permiten la movilización y presión por parte de un sector más o menos significativo de la población, que propugna una situación de cambios o reformas de algunos aspectos de la sociedad.
En el panorama del llamado mundo occidental, Cuba marca una diferencia estridente. En la Isla está establecido por decreto que se nace con los derechos determinados desde el Estado y no se precisa reclamar más. La ausencia total y absoluta del ejercicio de derechos llevaría a un interminable inventario de ejemplos que podría provocar las sonrisas incrédulas de los ciudadanos del mundo libre.
En Cuba, la policía puede detener a cualquier ciudadano y, sin explicación alguna, solicitarle su documento de identidad, registrarlo y hasta decomisarle lo que porta (comestibles, documentos, efectos electrodomésticos…), si considera que es "sospechoso" de algún tipo de tráfico ilícito. La policía no necesita aportar pruebas para "demostrarlo"; el ciudadano debe probar su inocencia.
Ausencias
Una persona puede ser detenida por conducir su automóvil si transporta a un extranjero, pues se presupone que está alquilando como taxista sin tener licencia para realizar esta actividad. Por una "confusión" de esta naturaleza, podría ser sancionada con una fuerte multa o el decomiso de su automóvil.
En el caso de los ciudadanos de raza negra se agudiza la represión: un negro tiene 99 papeletas para ser detenido en medio de la vía, al menos alguna vez en su vida. Por ejemplo, en la calle Obispo, arteria comercial de la Habana Vieja con gran afluencia de extranjeros y nacionales, se puede comprobar la gran cantidad de hombres negros que la policía detiene. Les solicitan el documento de identidad y hasta les revisan sus bolsos o mochilas. Se da por hecho que cada negro es un delincuente potencial.
Ciertos sectores de la población también son más vulnerables a sufrir la ausencia de derechos. Por ejemplo, los llamados "cuentapropistas", que surgieron cuando la crisis económica de los años noventa y constituyen una fuerza que ingresa significativas sumas al gobierno.
Pese a las constantes presiones que reciben por parte de las autoridades, las persistentes visitas de "inspectores", los incrementos de impuestos, las absurdas disposiciones que exigen presentar comprobantes de compras de productos en pesos convertibles y vender esos productos y sus servicios en moneda nacional, el pago de impuestos sobre la licencia y no sobre los ingresos (aunque están obligados a declararlos), entre otras arbitrariedades, los cuentapropistas conforman el sector más activo de la economía interna, ya que realizan ingresos netos al Estado si que este tenga el menor gasto en inversión.Sin embargo, estos animadores de la economía interna no tienen el derecho elemental de acumular dinero para su jubilación, así que, llegado el momento, deben confiar en la generosidad del deplorable sistema de seguridad social.
La ausencia de derechos ha llegado a extremos insospechados, al vulnerar cuestiones tan sensibles como el derecho sobre los hijos. Hace tres años se instauró en los centros de enseñanza media (educación secundaria y tecnológica) un sistema eufemísticamente denominado "horario único": un plan brillante encaminado a lograr la permanencia más dilatada por parte de los estudiantes en la escuela, con el fin de "evitar" que se expongan a las drogas o a otros vicios en la calle.
La medida, no obstante, es ineficaz, toda vez que retener por dos o tres horas más a los jóvenes sólo retarda su salida pero no elimina el riesgo al que supuestamente se exponen fuera de las aulas.
Horrores de las cárceles
Si esto es una referencia al ejercicio de derechos por parte de la población "libre", cómo será la salud de tales derechos entre la población penal. Hace unos pocos años se conoció el caso de un joven que cumplía condena por un delito común y —pese a que sufría de trastornos psíquicos— fue condenado y asignado a una celda con individuos que cumplían sanciones por asesinato y otros actos violentos. En la celda le extirparon los ojos, sin embargo los guardias no acudieron ante los gritos del recluso.
Conozco a un joven —negro, por cierto— con retraso mental, que cumplió tres años de condena por ser cómplice en el robo de una goma de repuesto sustraída del maletero de un automóvil. Otros casos revelan la existencia de todo un sistema de corrupción organizada en los establecimientos penales, como el de la prisión de Valle Grande, en La Habana, donde los reclusos que no tienen cama deben elegir entre dormir en el suelo o pagar 200 pesos para conseguir una.
Tal situación evidencia, además, las condiciones de hacinamiento de la población penal. Ante estos hechos, resulta indignante la hipócrita postura oficial de denunciar los crímenes que se cometen en las cárceles de otros lugares del mundo, incluyendo la denuncia de abusos y torturas en la base naval de Guantánamo. Los horrores que se producen en las cárceles "imperialistas" no son mayores que los que se reportan en las cárceles cubanas.
Muchos ciudadanos acusados de delitos comunes son encerrados en prisión mientras esperan juicio, lo que puede demorar meses o hasta más de un año. En no pocas ocasiones los acusados que han sufrido prisión "preventiva" son absueltos y quedan en libertad, pero en ningún caso son indemnizados por la terrible experiencia vivida en presidio. Tampoco existe el mecanismo para establecer una reclamación, al menos no conozco de ningún caso.
Los cubanos están tan desprovistos de derechos, que ni siquiera los acólitos al gobierno, los fieles a Castro, se pueden permitir la libertad de manifestarse espontáneamente. Si algún "revolucionario" lleva su exceso de celo al extremo de pararse frente al monumento a José Martí en la Plaza Cívica a gritar vivas a la revolución y a su invicto líder, será reprimido con toda seguridad.
Así las cosas, no alcanzo a comprender en qué se sustenta el comercial oficialista que vende Cuba como el paradigma de los derechos humanos. Acaso, parodiando a Orwell, todos somos humanos, pero hay algunos más humanos que otros.
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