LA ULTMA COLUMNA DEL ULTIMO CABALLERO
El Nuevo Herald.com
GLORIA LEAL
El guateque, nuestra popular fiesta campesina.
Este es el título de la última columna que Fausto Miranda escribió. La envió puntualmente el lunes para la edición de hoy sábado. Se despide, sin saberlo, con una columna festiva que empieza con un guateque y termina con la lancha de Regla. Y como siempre, cierra con 'Hasta el próximo sábado si Dios y la salud lo permiten'. Ni Dios ni la salud permitieron un sábado más. Esta será su última columna. La salud cedió ante Dios, que lo reclamó el pasado martes por la noche, en su cama, en su casa. Como lo quería el propio Fausto.
Ya no veremos más a ese caballero de la más exquisita raigambre cubana. No tanto por su extracción social como por sus cualidades de la más meritoria aristocracia, la del espíritu. Caballeroso en su trato, en su integridad, en su elegancia al vestir. No creo que haya nadie en Miami que tenga más corbatas bonitas, más pañuelos de seda y más zapatos de puntera que Fausto.
Ya no veremos más a esta jovial figura del más grato acervo criollo. Con nariz afilada, sonrisa perfecta, mirada juguetona aunque respetuosa, cualquier mujer se sentía halagada y atraída por este cordial y carismático andador de mundos, relator de cuentos, historiador del deporte y de la cultura popular de su isla querida.
Fausto era la memoria de una Cuba que ya no existe ni existirá nunca más. Era la memoria de cada rincón para aquéllos que la vivieron, la pisaron y la amaron antes del primero de enero de 1959. Y del 60, y del 61. Hasta que se empezó a deteriorar y cambiar por otro estilo de vida, y otro quehacer muy diferente al que Fausto y otros millones de cubanos vivieron.
Por eso Fausto siempre escribía sus columnas en pasado. Como si ya esas calles de La Habana o ese paisaje de Las Villas que describe hubieran desaparecido. O pertenecieran a otra vida. La vida de su memoria, no la física actual. ''Una calle bien corta, pues nacía en Carlos III, frente al hospital de Emergencias y cruzaba Estrella, Maloja y terminaba en Sitios''. Todos los verbos en pretérito imperfecto.
Una vez que se retiró de la crónica deportiva, se dedicó enteramente a recuperar en palabras sencillas la memoria histórica a modo de estampa costumbrista en un muy particular estilo. Durante estos últimos años, ya Fausto octogenario y débil, no dejó de cumplir ni una semana con la entrega de su columna y la foto de su valioso archivo que acompañara el tema. Enfermo y recuperado varias veces, lloviera o venteara huracán, llegaba de alguna manera la columna y la foto para el sábado. Su nieta Isabel Cristina traía la foto con la encomienda expresa de su abuelo de entregarla en persona. Su hija Isabelita se sentaba con él los domingos y copiaba en la computadora los papelitos que Fausto iba escribiendo durante la semana de las anécdotas, nombres, hechos y rincones que escarbaba en su memoria. Así escribió y cumplió Fausto con su deber periodístico semana tras semana hasta hoy.
El Nuevo Herald está de luto, al igual que los miles de lectores que sábado a sábado, aquí y en todas partes del mundo leen 'la columna de Fausto'. Paul Llama en Brasil, un asiduo lector de Usted es viejo, pero viejo de verdad, si..., se ha quedado sin su merienda sabatina. Ya no podrá quejarse más de que no pusimos a tiempo la columna en el web, ya no podrá saborear en Sao Paulo el rico rumor de un pasado feliz. Y como él, muchos cubanos de la diáspora que revivían, con su taza de café en el Versailles o en su casa, los paseos imaginarios por los años 30, 40, 50, las aventuras de juventud, las esquinas pecadoras, las costumbres perdidas.
Un hijo más de Cuba muere en el exilio. Sin volver a pisar la tierra que tanto amó. Y que mantuvo viva en el recuerdo de todos los que tuvimos la suerte de leerlo y conocerlo.
¿Cómo serán ahora los sábados sin Fausto?
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