viernes, agosto 25, 2006

LA PIÑATA CASTRISTA

La piñata castrista


Por Daniel Morcate


Como parte de sus ritos de control, la dictadura castrista ha intensificado su propaganda sobre las propiedades robadas a sus legítimos dueños. Por toda la isla resuena el eco de las advertencias oficiales. La tónica es que, ante la noticia de la enfermedad de Fidel Castro, los exiliados se han colocado al acecho de sus antiguos negocios, terrenos y viviendas usurpados. Fue tema central de ese sainete de la televisión del régimen llamado Mesa Redonda. Lo que no dice ni dirá la propaganda castrista es que la mayoría de los antiguos países comunistas han hallado formas civilizadas y pacíficas de rectificar el despojo que padecieron millones de sus ciudadanos.

Havana Hilton, propiedad de la Caja del Retiro Gastronómico, administrado por la experimentada cadena Hilton antes de la Revolución y robada por la tiranía castrista. Los empresarios europeos que hoy se benefician de esas propiedades robadas no tienen ningún interés en que las cosas cambien en Cuba para seguirse beneficiando. Nota del Blogguista --->


La piñata con propiedades ajenas es uno de diversos métodos que utilizan los regímenes totalitarios para asegurarse la complicidad de sectores de la población. El robo sistemático se racionaliza con apelaciones a la ''justicia social'' y ataques indiscriminados a los confiscados, a quienes se declara enemigos de clase. Pero el propósito esencial es manchar con el robo las manos de los que imparten las órdenes, de los ''interventores'' que las ejecutan y de los que se apoderan de los bienes saqueados. China, Vietnam y Cuba han perfeccionado el método hasta incluir a multinacionales capitalistas en el usufructo de propiedades ajenas. Algunas de estas empresas incluso defienden el expolio en tribunales democráticos, invocando reglas amañadas de las dictaduras de las que son socias.

Casi todos los países liberados del totalitarismo han emprendido la rectificación de este metódico latrocinio bajo la presunción de que no se erigen sociedades civilizadas sobre la base de semejante atropello, del mismo modo que no se erigen al abrigo de otros crímenes de lesa humanidad. La rectificación no ha sido fácil ni satisfecho a todos, desde luego. De hecho ha arrancado de la depauperación en que los gobiernos comunistas, sin excepción, dejaron a sus países. Pero mientras más profundo y creativo ha sido el esfuerzo mejor ha restañado las heridas y mayor confianza ha inspirado en los inversores.

El primer paso que han dado los nuevos gobiernos democráticos ha sido el ofrecer una disculpa oficial a las víctimas del despojo. En algunos casos la disculpa se ha acompañado de devoluciones totales o parciales de los bienes robados. Pero más típica ha sido la creación de mecanismos de compensación que se aprobaron por consenso democrático. En los antiguos satélites soviéticos y en Nicaragua se otorgaron bonos estatales a los expropiados con distintos resultados prácticos. En la República Checa, Polonia, Hungría y Rusia se distribuyó el vasto patrimonio de los partidos comunistas. La distribución se hizo mediante privatizaciones de grandes empresas, ventas de las pequeñas a trabajadores y devoluciones condicionales a propietarios originales. Y los terrenos y fincas que habían degenerado en planes colectivos de trabajo semiesclavo, se revendieron a sus dueños legítimos a precios razonables.

Creo que, al cabo de casi cinco décadas de dictadura, pocos cubanos que han sido víctimas de la estafa totalitaria reclamarán propiedades. Su prioridad será más bien contribuir a la recuperación emocional y física de su país sumido en la indigencia. Pero está claro que aquellos que lo hagan estarán en su derecho y podrán inspirarse en modelos de naciones descomunizadas. La Cuba poscastrista daría un paso importante hacia la legitimidad democrática si adoptara un programa de acción afirmativa para compensar a los expropiados que también sufrieron prisión política y a los familiares de quienes fueron asesinados. Así se les recordará a todos los cubanos que quitarles los bienes a otros no es una manera especial de hacer revolución, sino una forma primitiva de pillaje.