sábado, octubre 28, 2006

CRÓNICAS EN CAMPAÑA // EN QUÉ PUEDE EMPLEAR TANTO AMOR

Crónicas en campaña


Por Antonio Sanchez



Manuel Rosales nos ha devuelto un precioso tiempo perdido y nos ha vuelto a conectar con nuestras grandes, profundas, enaltecedoras tradiciones.

Sin exageración ninguna: Venezuela no escuchaba a un político de gran formato desde hace muchos años. Qué digo años: décadas. Precisamente por la ausencia de los grandes, un Rómulo Betancourt, un Luis Beltrán Prieto Figueroa, un Gonzalo Barrios y el doloroso extravío de los mejores, un Uslar Pietri, un Rafael Caldera, un Carlos Andrés Pérez, pudo colarse en el aportillado escenario nacional una figura de la avasallante mediocridad del teniente coronel. Sin más valores que la demagogia, la palabrería irresponsable, la audacia y la procacidad. Si a esas perversas formas de la extravagancia se les puede dar el título de valores.

Nos hemos sentido humillados los venezolanos de haber tenido que caminar en silencio bajo el régimen del peor, del más feo, del más impresentable de los venezolanos. Y hay que reconocerlo con hidalguía: no es fácil tener que vivir y luchar con la bota encima de la vulgaridad, la estulticia, la prepotencia, el neoriquismo, la desfachatez y la maldad hechas poder político por la idiotez nacional. Y pensar que a encumbrar a este monstruo al Poder sirvieron grandes intelectuales venezolanos como Mayz Vallenilla, Juan Lizcano, el mismo Uslar.

Una ventolera de frescura y orgullo nacional ha vuelto a agitar a la patria. Un hombre del que muy pocos esperábamos algo más que la gobernación de un estado del país ha comenzado a demostrar estar hecho para las grandes circunstancias. Se ha elevado por sobre sí mismo con solvencia, con aplomo, con seguridad, habitado por grandes certidumbres históricas.

Pecaríamos de pequeñez si no reconocemos lo que este mediodía ha quedado definitivamente sentado en la conciencia nacional: Manuel Rosales es el gran líder de la nueva Venezuela. Le ha hablado al país con la seguridad, el afecto y la sapiencia con la que no se le hablaba desde los tiempos de la grandeza de Acción Democrática y de COPEI. A partir de este mediodía habrá un antes y un después en nuestra historia política.

Nos ha devuelto un precioso tiempo perdido y nos ha vuelto a conectar con nuestras grandes, profundas, enaltecedoras tradiciones. Se comprende el horror del teniente coronel al imaginarse enfrentado a un político cabal, él un golpista agalludo que representa lo peor de nuestra más retrasada y tenebrosa incultura cuartelera.

Venezuela merece un presidente como Manuel Rosales. Debemos luchar sin descanso por llevarlo a Miraflores. Es un compromiso histórico.
sanchez2000@cantv.net

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En qué puede emplear tanto amor


Por Trino Márquez



La carrera despavorida emprendida por la clase media después de las amenazas del alcalde Metropolitano, Juan Barreto, dirigidas a expropiar los campos de golf de La Lagunita y el Country Club, y a incautar y confiscar inmuebles privados, así como el crecimiento de la candidatura de Manuel Rosales en ese sector, obligaron a Hugo Chávez a modificar el tono de su campaña. Ahora adoptó un estilo almibarado y empalagoso que resulta más falso que un billete de 15 bolívares. Similar a que Mike Tyson quisiera aparecer vestido de hermanita de la caridad o de bailarín de música clásica. Este giro hacia poses melifluas tiene desconcertados hasta a sus colaboradores más cercanos. Resulta una ironía ver a Francisco Ameliach, William Lara, Lina Ron y, ¡fin de mundo!, Luis Tascón, hablándoles de amor a los venezolanos. Estos aguerridos combatientes de la revolución, que han defendido los círculos bolivarianos, la “esquina caliente”, La Hojilla, que escriben en Aporrea y que hablan a troche y moche de lucha de clases y odio a la oligarquía, de forma inopinada pasaron a ser modositas figuras que quieren resolver los graves problemas del país con puro amor.

El más insólito de todos los comediantes es, por supuesto, el comandante Chávez. Él, que dio dos golpes de Estado cruentos, rompiendo así la paz que reinaba en el país desde que la guerrilla fue derrotada política y militarmente, que hablaba de las cúpulas podridas y que prometió freír en aceite la cabeza de adecos y copeyanos, que mandó aplicar el Plan Ávila el 11-A, que promueve la guerra asimétrica contra los Estados Unidos, e inicia una carrera armamentista que incluye la compra de cien mil fusiles Kalashnikov, buques artillados y aviones de caza, y que durante casi tres lustros ha promovido el odio y el resentimiento entre los venezolanos, ahora –sin explicar las causas de ese cambio, ni pedir perdón por todos los excesos y abusos cometidos- pretende que los votantes le crean que la única fuerza que lo mueve es el amor. Extraño megalómano y autócrata éste. Resulta que no el apetito insaciable de poder y el afán por eternizarse en Miraflores la energía que lo mueve, sino el afecto por sus semejantes. ¿En cuál lugar de su escala particular colocará la inteligencia de los venezolanos? Al mismo tiempo que el comandante orquesta una campaña millonaria para lavarse el rostro y aparecer como un amable y desinteresado apóstol, permite que las bandas armadas del oficialismo ataquen sin piedad las marchas y manifestaciones de Manuel Rosales, varios pescadores de Guiria son asesinados, los mineros de La Paragua son masacrados sin que haya ninguna explicación oficial de los hechos, mantiene una guerra sórdida con Guatemala por un puesto en el Consejo de Seguridad, mientras les ordena a sus subalternos que se mantengan rodilla en tierra y bayoneta calada contra el imperialismo. Además, se alinea con los regímenes de Irán y Corea del Norte, dos de las naciones más guerreristas del planeta. Es decir, Chávez es una contradicción permanente, no solo con respecto del pasado lejano, sino también del presente inmediato. Su discurso meloso no guarda relación alguna con los hechos que protagoniza, ni con las ideas que defiende y proclama.

De todas formas no conviene descalificar totalmente el gesto presidencial, sobre todo porque el país se encuentra en plena campaña electoral. Resulta oportuno recordarle a Chávez que obras son amores, y que su pasión por Venezuela debería reflejarse en un amplio conjunto de acciones que demostrarían su hipotético cariño por el país. Sin el propósito de jerarquizar, tendría que emprender las siguientes acciones.

Reintegrar a los despedidos de PDVSA, pagarles sus salarios caídos y, a aquellos que ya no pueden retornar, pagarles sus prestaciones sociales. Eliminar la Lista de Tascón, reivindicar a las miles de personas que han sido afectadas por este instrumento excluyente y fascista, y pedirle perdón a la nación por haber permitido que muchos de quienes firmaron hayan pasado a formar parte de un gueto parecido al de Varsovia. Declarar una amnistía política, como suele ocurrir en épocas electorales, de modo que no haya presos políticos; se liberaría, así, a personas injustamente detenidas como el ex gobernador de Yaracuy, Eduardo Lapi, a los comisarios Henry Vivas, Lázaro Forero e Iván Simonovis, al general Francisco Usón, entre otros. Acabar con el abuso obsceno de poder y el ventajismo irritante que tiñe toda la campaña electoral, de forma que la competencia entre él y Rosales transcurra en un ambiente más equilibrado. Abrir las puertas de Venezolana de Televisión a la oposición y, de paso, cerrar esa trinchera del odio que es La Hojilla. Permitir que las marchas, manifestaciones y concentraciones de Manuel Rosales se desenvuelvan sin verse acosadas por las huestes armadas del chavismo. Dejar de utilizar el terror, el chantaje y la amenaza para obligar a la gente a que acuda a los actos del gobierno. Eliminar las captahuellas y todos los mecanismos de presión sobre los empleados públicos para que voten a su favor. Detener la compra de lealtades en el exterior, que de paso resultan pura hipocresía, e invertir esos cuantiosos recursos en construir un país moderno y equitativo, cuyo principal instrumento de reparto de la riqueza sean los sueldos y salarios.

Si Hugo Chávez acometiera este conjunto de iniciativas, estaría demostrando que su amor por Venezuela es genuino. Que no tiene pliegues, ni forma parte de una farsa montada para engañar incautos. Sin embargo, del personaje puede esperarse cualquier comportamiento. Ya hemos visto lo que ocurrió después de su supuesto arrepentimiento el 13 de abril de 2002.

tmarquez@cantv.net