ENTREVISTA AL HISTORIADOR Y ENSAYISTA RAFAEL ROJAS
diariovasco.com
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«Le diría a Fidel Castro que, aunque no se lo crea, Cuba no es suya»
Como un muerto resucitado en un ritual de santería, Fidel Castro reaparece en las pantallas y un rumor de sepulcros recorre la isla. Es el tema del último premio Anagrama, 'Tumbas sin sosiego', donde Rafael Rojas escenifica la gran disputa cubana por el legado nacional. Una batalla identitaria que llega hasta el exilio, entre la melancolía de los herederos y los sueños de los supervivientes.
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ALVARO BERMEJO
- Leo el título, 'Tumbas sin sosiego', advierto que el libro viene de Cuba. ¿Qué es esto, un ensayo de santería posrevolucionaria?
- Sí, algo por el estilo, una invocación de los muertos de la cultura cubana y sus batallas dentro de la cabeza de los vivos.
- Entonces, cuando Marx vaticinó la «pesadilla de los muertos en el cerebro de los vivos», en realidad, ¿se refería a Cuba?
- Marx se refería a Napoléon I, el Grande, reencarnando, paródicamente, en Napoleón III, el Pequeño, aunque éste le sacaba tres cabezas al tío abuelo. Pero lo que Marx dice en El 18 Brumario sobre Francia es aplicable a Cuba: un país donde desde hace medio siglo se escenifica una farsa revolucionaria.
- Cuando pasó por esta página Zoe Valdés afirmó que el castrismo mesiániaco había degenerado en castración nacional. ¿Cuál es su diagnóstico?
- Coincido con ella, no creo que haya habido otro momento de mayor esterilidad, envilecimiento y desesperanza en la historia de Cuba.
- Tras la desaparición de figuras medulares, como Jorge Oteiza y Eduardo Chillida, la cultura vasca experimenta una cierta sensación de orfandad. ¿Sucede algo semejante en Cuba?
- La cultura cubana está habitada por huérfanos que se pelean por la herencia de los grandes creadores del siglo XX: Lezama Lima, Alejo Carpentier, Virgilio Piñera, Wifredo Lam, Beny Moré
- Entre la melancolía del heredero y el duelo del sobreviviente, ¿cómo se administra en la isla el legado de la memoria?
- En el caso de Cuba, la melancolía del heredero se acentúa por la fractura de la nación, entre una isla y un exilio, mientras que el duelo del sobreviviente es cada vez más difícil de procesar por la cantidad de muertos que se acumulan de un lado y otro del conflicto y por lo lejos que se ve una transición a la democracia que traiga justicia, memoria y reconciliación a una ciudadanía damnificada.
- Según Hirschman en los regímenes autoritarios los sujetos optan entre tres alternativas: la lealtad, la voz y la salida. ¿Cuál ha sido la opción mayoritaria de la cultura cubana?
- A principios de los 60, el campo intelectual se polarizó entre la lealtad y la voz: el saldo fue un presidio político de decenas de miles y un exilio de medio millón. Entonces, la opción más socorrida ha sido la salida: salvas tu vida, pero pierdes tu tierra.
- Tradicionalmente, el cisma de la sociedad y la cultura cubanas ha sido conceptualizado desde categorías binarias - castrismo/anticastrismo, revolución/contrarrevolución-. En el país de ron caliente, ¿sigue la Guerra Fría?
- Continúa por otros medios, dentro y fuera, disfrazada de altermundismo, globalifobia, populismo chavista o comunismo chino, en la isla, y de «lucha contra el terrorismo» en Washington y Miami.
- ¿Cómo se entiende que un régimen presuntamente revolucionario, acabara encarcelando a poetas como Reynaldo Arenas o Raúl Rivero?
- Así son los regímenes revolucionarios: despóticos, antintelectuales y homofóbicos.
- Raúl está en la calle, ¿pero qué pasa con esos otros cubanos que siguen encarcelados y que por no ser figuras públicas, carecen de apoyo mediático?
- Ese es el presidio más triste y, a la vez, el más genuino, el que sufren los opositores desconocidos. Nadie hace más por esos presos políticos que el poeta Raúl Rivero, quien les pone nombre y apellidos en sus crónicas.
- Entre tanto, Silvio Rodríguez sigue cantando su lealtad al régimen. En un trovador, qué es más grave: ¿la ceguera, la sordera o, simplemente, la razonable cobardía?
- Silvio decidió que su obra carecía de sentido sin eso que él y otros entienden por la Revolución. Pero por muy benévola o virtuosa que la imaginen, implica también la persistencia de un mismo individuo y un partido único en el poder de una nación durante medio siglo. Y eso no se llama Revolución, se llama dictadura.
- Sucede lo mismo con una figura de relieve mundial, como Gabriel García Márquez. El Nobel, ¿no entiende que decir hoy «democracia cubana» implica contradicción en los términos?
- Sí lo entiende, porque lo que él desea para Colombia y para México, no es el modelo cubano, sino la democracia, el pluripartidismo y una economía de mercado justa.
- También en España, muchos intelectuales de izquierdas siguen defendiendo el régimen. El voyeurismo político, ¿es peor que el turismo sexual?
- Es otro tipo de turismo colonial, igualmente repulsivo.
- Su diagnóstico es concluyente: «La revolución ha muerto». ¿Cómo será el poscastrismo?
- Lo veremos en los próximos años, pero creo que será un período convulso, de mucha desorientación y luego vendrá la calma, cuando logre refundarse el país.
- Tras medio siglo de fractura, ¿confía más en las estrategias políticas o en las culturales?
- Cada vez confío menos en las estrategias políticas. Y las culturales sólo pueden aspirar al testimonio, no a una incidencia directa en el cambio.
- Salvando las distancias, ¿advierte analogías entre el proceso cubano y el que se dirime estos días en el País Vasco?
- Salvo en cierta sintonía entre las versiones más fundamentalistas de ambos nacionalismos, no veo semejanzas.
- ¿Cuáles son los vigentes modelos nacionales en Cuba, y cuáles serían los suyos?
- Creo que las élites habaneras oscilan actualmente entre el modelo autoritario chavista, con oposición controlada, libertades públicas relativas y economía mercado estatalmente manipulada, y el modelo chino de capitalismo de Estado, con partido único y apertura económica. Yo simpatizo con las democracias parlamentarias, no con las presidencialistas, y con las economías de mercado que no carezcan de cierta capacidad de gasto público para satisfacer derechos sociales.
- A su juicio, ¿cuáles serían los criterios básicos para construir una vía cultural de conciliación nacional?
- Siempre la memoria crítica.
- Entre el Habermas que sostiene la inevitabilidad de renunciar a las raíces, y aquel Cavafis que escribió «ni nuevas tierras hallarás, ni nuevos mares», Rafael Rojas, ¿cómo vive usted su condición de exiliado?
- Cada vez más entiendo el exilio como una condición testimonial, no como una sala de espera o como una plataforma de lanzamiento.
- «La mejor manera de proteger lo que se ama» -nos dijo Eliseo Alberto- «sería decir cada uno lo que piensa de cada cual, cara a cara». Si tuviera la oportunidad, ¿qué le diría usted a Fidel Castro, cara a cara?
- Le diría que, aunque no lo crea, Cuba no es suya.
- En este umbral del siglo XXI y de la globalización, ¿quedan utopías por las que merezca la pena luchar, incluso individualmente?
- La democracia con justicia, la libertad con igualdad, sigue siendo una utopía. Pero también un camino.
DE BUENA TINTA
Nació en Santa Clara, Cuba, en 1965 Historiador y ensayista, se exilió en México donde ejerce como Doctor en Historia en el Colegio de México Es autor de una docena de libros entre los que destacan: 'El arte de la espera' (1998), 'La política del adiós' (2003) y 'La escritura de la independencia' (2003) Desde mucho antes de merecer el último premio Anagrama, se le considera uno de los mejores analistas iberoamericanos Desde 2002, colabora en los varios diarios internacionales y señaladamente en 'El Nuevo Herald'. De Bueno en España.
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