martes, diciembre 19, 2006

LA REVOLUCION SE APAGA LENTA, SE DESINFLA DESPACIO

La revolución se apaga lenta, se desinfla despacio



Por Luís Cino
Desde La Habana


Presiento, y conmigo muchos miles que no se atreven a decirlo, que la Revolución Cubana se acaba. Al menos, en la forma que ha regido nuestras vidas durante casi medio siglo. Se me hace impronunciable la palabra revolución para designar un régimen de reemplazo de generales y tecnócratas.

La revolución se apaga lenta, se desinfla despacio. No termina guapa y desafiante como una ranchera del Flaco Jiménez. Acaba ronca y desolada como una canción de Chavela Vargas. Es más "El último trago" que "Sigo siendo el rey".

José Alejandro Rodríguez, periodista del diario Juventud Rebelde, asegura que vio a Fidel Castro en la Plaza durante el desfile militar del 2 de diciembre. Sus ojos lo vieron "de una manera sutil, esencial, sin verlo".

Busqué en el televisor pero no lo hallé. Sólo vi blindados, cañones, banderas y pancartas. Tampoco hubo "Patria o muerte". Qué alivio. Después de todo, "Viva Cuba Libre" es infinitamente mejor alternativa que la muerte.

Toda Cuba esperaba la anunciada reaparición pública del Comandante. No pudo agradecer el homenaje de la Fundación Guayasamín. Como muchos vaticinaban y otros tantos temían, tampoco estuvo en la Plaza. Hubo desconciertos, incertidumbres y siguen los rumores. Todo por culpa de los secretos de estado tan bien guardados que angustian y dan pavor.

Ni la arrolladora victoria electoral de Chávez ayudó a calmar el desconsuelo. Más bien resultó inconveniente. ¿Acaso alguno no se esté preguntando por qué no pueden haber en Cuba, ahora que el Comandante parece que no volverá, elecciones libres y libertad de prensa? ¿No bastarán los logros del socialismo para asegurar un triunfo en las urnas?

Lo admito. Me siento más en peligro desde que Fidel Castro no está al mando. Las dictaduras carismáticas, si no se veneran, al menos con un poco de su mística terrible, salvan la honra de los enyugados. Les deja la ínfima esperanza de figurar siquiera como números en la historia.

Es peor aún ser rehenes de una junta militar reforzada por tecnócratas y aparatchiks que apuestan por el socialismo de mercado mientras ponen cara de chinos y juegan a la ruleta rusa.

Parece ser que las víctimas de los cataclismos históricos desarrollamos raras patologías y manías que nos hacen preferir, por salvar la honra, a Danton antes que a Bonaparte.

No creo en la continuidad ni en los atados bien atados. Lo que viene o ya llegó, para bien o para mal, es otra cosa, no la revolución.

La revolución se acaba triste, como cantada por la Chavela. Todo muy charro y azteca en el último trago. No en vano fue de un puerto yucateco que zarpó el Granma hace 50 años. La barca de oro, lenta y dolorosamente condena al naufragio lo vivido, y se transforma en la nave del olvido.