NOSTÁLGICOS EN LA HABANA
Nostálgicos en La Habana
Por Pablo Alfonso
Ante todo un saludo a los lectores de Diario Las Américas en esta, mi primera columna en este medio. Espero compartir con ustedes informaciones y análisis noticiosos sobre la realidad cubana, con el mismo espíritu y entrega de siempre.
Gracias también a la dirección y gerencia de Diario Las Américas por abrirme esta puerta de comunicación.
Creo que es un comienzo oportuno para todos. La semana que termina ha estado cargada de acontecimientos en Cuba. Yo diría mejor que, no tanto “acontecimientos” como expectativas.
Desde que el pasado 31 de julio el dictador Fidel Castro tuvo que ceder -con carácter provisional- el poder a su hermano el general Raúl, los cubanos viven en una especie de compás de espera…como un paréntesis abierto.
Como parte de la espera la Fundación Guayasamín, pospuso para estos días, a pedido del propio dictador, el homenaje que le tenía preparado por su 80 cumpleaños el pasado 3 de agosto.
Llegaron los festejos y los invitados pero el homenajeado sigue ausente. Por lo menos, hasta el momento en que redacto estas líneas, Castro se mantiene retirado de la presencia pública, según ha dicho, por recomendación de sus médicos.
Por su parte la prensa oficial cubana ha hecho un extraordinario despliegue, como siempre más propagandístico que informativo. Si uno lee las páginas de Granma, el órgano oficial del Partido Comunista, o de cualquier otro medio de prensa en la isla, se imagina que el mundo está de fiesta por el cumpleaños del Comandante en Jefe. Pudiera incluso parecer que la prensa internacional no tuviera otra cosa que informar y que los festejos de La Habana, acaparan grandes titulares. Nada más lejos de la realidad por supuesto.
A La Habana han viajado los peregrinos sin meta. Los nostálgicos del socialismo utópico que alimentaron sus fantasías con lo que pudo ser y no fue, eso que se llamó Revolución Cubana en la década de los 60. Podría mencionar alguno de sus nombres, pero no vale la pena. Han llegado, uno a uno, desde distintos países, donde viven enclaustrados en sus nostalgias políticas. Quizás pensaron encontrar un verdadero festejo que reverdeciera la utopía derrotada. La realidad es que han asistido al funeral de sus esperanzas.
Si Castro aparece o no en la última ceremonia festiva, el desfile militar que conmemora el 50 aniversario de sus Fuerzas Armadas, es otra de las expectativas reinantes.
Creo, sin embargo, que lo realmente importante no es si el dictador muestra su envejecido rostro ante las cámaras. Lo haga o no, lo que es ya todo un hecho, es que su deteriorado estado de salud le impide ejercer de nuevo el poder.
Mientras tanto el país sigue esperando por su muerte. No lo esperan sólo sus opositores, sino también sus seguidores. Sobre todo quienes detentan el poder real y en particular su propio hermano, el general Raúl.
Durante casi medio siglo, el general Castro ha esperado el momento de suceder al dictador en el mando. Un poder que le llega ahora, condicionado a la supervivencia de su hermano, y a los límites impuestos por ese inexplicable temor (algunos lo llaman carisma) que despiertan en sus súbditos los grandes dictadores de todos los tiempos.
El ministro de las Fuerzas Armadas, el general Castro, no está exento de ese temor. Durante demasiados años ha vivido a la sombra de su hermano y también al alcance de sus iras y desplantes.
Sabe que la línea política del Comandante en Jefe, su “legado revolucionario” tendrá que mantenerse intacto hasta que se muera. No es sólo una cuestión de respeto, es una sabia prudencia. Todavía el viejo dictador tiene un teléfono al alcance de su mano. Ya se encargó de recordárselo a todos durante su última grabación filmada. Fue una clara advertencia de que aún tiene la posibilidad de dictar órdenes fatales a algunos de sus más fieles, secretos y obedientes sicarios.
¿Hacia dónde va a encaminar el país el general Castro, cuando asuma de verdad el poder? Nadie lo puede afirmar con certeza. Hay demasiadas hipótesis al respecto. Desde la apertura económica “a lo chino”, con férreo control político, hasta el mantenimiento del status quo, con ligeras variantes que le permitan disfrutar el poder unos años más.
Yo pienso que por lo menos, se puede asegurar que no será hacia la democracia pluripartidista.
E-mail: pabloalfonso@comcast.net
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