lunes, diciembre 04, 2006

ROPA VIEJA Y PAN DE AYER

Ropa vieja y pan de ayer




Por Raúl Rivero Castañeda



Madrid -- Algunos de los agudos observadores imparciales, ciertos estrictos profesionales de los medios que viven obsedidos por lo que pasa en Cuba y sus exilios, tienen una línea de coincidencias con el pensamiento de la dictadura criolla en un punto sensible y enmarañado. Hablo del desprecio por la existencia de la gente que vive en una región desconocida que se encierra entre estas dos palabras con ecos de cadalso: allá dentro.

En un lugar que se identifique con esa toponimia contingente puede pasar cualquier cosa y cualquier cosa suele pasar. Allí funciona una dictadura que impuso una libreta de racionamiento en los años sesenta del siglo pasado y sigue vigente en el 2006.

La alimentación, las entregas de los manjares elaborados por los chefs del socialismo a la población, son utilizados también como elementos auxiliares en los mecanismos de control policial. Esos platos incluyen la extensión cárnica, el picadillo texturizado, la pasta de oca, huevos desganados y pollos sin vísceras. Guachipupa para bajar todo eso y azuquín a manera de cordial.

Se sabe que cuando se producen reacciones y conatos de levantamientos y protestas masivas en algún lugar los avezados y curtidos cuadros del partido envían junto a las brigadas de respuesta rápida y a la diligente policía política, una pipa de cerveza y un camión de pizzas de neolite manchadas con agua de tomate y unas briznas de queso criollo.

Pues bien, los hombres y mujeres que se enfrentan a esas miserias y a otras más graves y hondas que ya conoce el mundo entero, como quedan automáticamente expulsados de los centros de trabajo del estado, que es el único empleador, pasan a un estadio inferior y arrastran a esa estación de hambre y miseria a su familia.

Esa fase de pobreza extrema tiene que ver también con la ropa. La libreta llamada industrial ya no existe. Las personas se las arreglan como pueden y como pueden es, una parte, con los envíos de dinero de la familia que está en el exilio, y la otra, nadie sabe.

Así es que los opositores, las familias de los presos, los activistas que se mueven en Cuba con la policía siempre a dos metros y, a veces, dentro de las casas con cabillas y garrotes, reciben con alegría y satisfacción un paquete con alimentos, unos zapatos para sus hijos, un sobre con bolígrafos y los libros de Guillermo Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa, por ejemplo, que están censurados desde hace muchos años.

Cómo no, el exilio tiene el derecho de ayudar a quienes están dentro. Entre otras cosas, porque la mayoría de ellos estuvo primero dentro y conoce personalmente las penurias y el dolor de la cárcel y el suplicio de la celda grande.

Los pulcros y rígidos celadores del orden tienen su región de contactos sublimes con la dictadura en el enfoque discriminatorio. Usan una lupa para revisar los contenidos de los paquetes de ayuda y se indignan al descubrir un pedazo de chocolate, o una camisa nueva, o unos tenis de marca porque, total, esa gente con cualquier cosa van tirando.

Sería mejor no enviar nada, pero ya que hay que aceptarlo, pantalones de uso y galletas zocatas, limosnas de misa de domingo, sombreros que hayan sido almuerzos y cenas de cucarachas, mantones y suéteres desvaídos y medias zurcidas con bombillas ahumadas.

Para allá adentro, los desechos. Ni un objeto de lujo. Nada decente con olor a nuevo. Esa gente, como no tiene nada, se conforma con poco.

Con esos ataques, esas pesquisas radicales en contra de instituciones como Acción Democrática, el GAD, Plantados, que tienen rostros, nombres y apellidos reconocidos y queridos en el territorio nacional, se produce un perturbador amasiato con los talibanes de La Habana.

Un romance que parece haber tenido hace poco otra cita pública y que constituye una (involuntaria o mal disimulada) complicidad con un gobierno que lleva medio siglo acusando a todos sus opositores de recibir dinero ajeno, mientras trata de ocultar su expediente de mercenario con vocación zoológica porque comenzó pagado por el gran oso Misha y termina en los brazos de un gorila de Sudamérica.

2 Comments:

At 7:54 p. m., Anonymous Anónimo said...

Señor director de Baracutey cubano tiene usted una gran gloria, y es tener entre sus paginas a los poetas Raul Rivero, Adela Soto y Diana Canton.
Sin menospresiar a nadie, los considero los mejores poetas contemporaneos que he conocido, es una lastima que las dos ultimas tengan que vivir silenciadas inclusive en este pais que debia abrirles las puertas, porque realmente son muy buenas escribiendo.
Lei el blogg de Adela Soto y me he quedado admirado, que tamaña de mujer, que metaforas utiliza, que forma de narrar, es excelente se lo aseguro.

Carlos Alberto Pitsales
escritor argentino.

 
At 7:00 a. m., Blogger PPAC said...

Gracias

Reamente ha sido para mi un privilegio contar con la amistad de Raúl, Adela y Diana.

Pedro Pablo

 

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