CARTA DESDE SANTIAGO DE CUBA
Tomado de Cuba Encuentro.com
Carta desde Santiago
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Tres historias para empezar el año en la otrora 'cuna de la revolución'.
viernes 5 de enero de 2007 6:00:00
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Por José Prats Sariol, México DF
Reenviada desde Nueva York por un desconocido —¿cómo le conocería mi amigo santiaguero?—, me llega una carta donde entre recuerdos y bromas el remitente ofrece tres anécdotas caracterizadoras de las expectativas cubanas para 2007.
Me cuenta de unos parroquianos en la Casa de la Trova, mesa contigua a la que ocupaba. Festejaban el cumpleaños de un médico, al parecer familiar, programado para irse a Venezuela. "Si el Abuelo se va, me quedo" —dijo el médico. "Está despachao" —oyó que decía otro del cuarteto esperanzado. Y después, bajito, el médico de nuevo: "¿Por qué tengo yo que pagarle el petróleo a Chávez? ¿Y a mí quién me devuelve el tiempo lejos de la mujer y los hijos y la vieja?".
Omito datos que puedan identificar al médico. Apunto que tras las preguntas se dedicó a describir la desoladora situación del hospital donde trabaja, sobre todo la escasez de personal arriba —especialistas— y abajo —limpieza—. Brindaron por darle agua al dominó, porque hubiera un cambio, cualquiera que desbaratara la gruesa inercia. Mi amigo les acompañó desde su mesa, ninguno se sorprendió, ninguno cogió miedo.
( Transportistas privados brindan sus servicios a la población en Santiago de Cuba. (EFE) )
"Son otros tiempos" —concluye este párrafo de la carta... Tienen que ser otros tiempos —añado desde aquí, añade cada cubano con un poco de honradez y sentido común, con un poco de incertidumbre pero espantado ante el continuismo de los vice.
Me cuenta desde su barrio de Vista Alegre —clase media-baja venida a menos, pero con FE (familia en el exterior) floridana— de la situación de los negros en la antes llamada "cuna de la revolución". Transcribo: "Pacholo —cambio el nombre— de turisantero va librando, ¿no sé si lo conociste? Iba por la casa de la UNEAC, pero allí no araña ni medio chavito. Siempre vestido de blanco y con sus collares en el cuello y en las muñecas, para llamar la atención y que el turismo le pague Ifá y Changó y unas frías por El Morro".
Deseando una Cuba distinta
Racista con autocrítica, mi amigo blanco no comenta que la discriminación a los negros ahora se ha impregnado del mismo triunfalismo que oculta otros desastres, como la discriminación regional contra los orientales en occidente, que llaman "palestinos"; o como la económica, a partir de que el exilio es mayoritariamente blanco, con su puntual efecto en las remesas familiares; o en la cúpula del Poder postrevolucionario, donde no hay la más mínima proporción de negros y mulatos en relación con la demografía.
Y sí recuerdo a Pacholo: haragán con balcón a la calle y maceticas de diez del día, aunque nunca abre los ojos antes de las 12. En un tiempo posó de etnólogo, se vestía de Fernando Ortiz, aunque ya en la noche los ronazos le impidieran pronunciar Lachatañeré... El mismo folclorismo oficial —fuego caribeño en festivales para canadienses y noruegos— le retornó a sus ancestros, ya no hacía falta posar de científico social —materialista histórico y dialéctico—, podía ser de nuevo un creyente en sus orishas, tan segregado y pícaro, tan del postmoderno teatro bufo.
La tercera anécdota que me cuenta el santiaguero va por una librería clandestina, cuya dirección desde luego olvida. El dueño sabe lo que tiene, espera al cliente probo, sin prisa. Los bibliófilos ahorran, con absoluta discreción caen por allí y salen con el tesoro envuelto en el Granma.
Apunta el precio de tres joyitas bibliográficas: Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante: 20 chavitos o su equivalente en pesos ingrávidos; Fuera del juego, de Heberto Padilla (en la edición que hizo Universal, de Miami, al conmemorarse el aniversario 30): 15 chavitos —¿cómo llegaría a Santiago, en qué coche de aguas negras como García Lorca?—; y Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas: 20 chavitos.
Al celebrar estas navidades, mi amigo termina deseando una Cuba distinta, donde el médico, si se va para Venezuela, pueda hacerlo con su familia, donde Pacholo siga en lo suyo sin temor a que de pronto Marx o Engels o el Departamento de Orientación Revolucionaria recurven, donde los libros prohibidos ocupen las vidrieras de la calle Enramada. Nosotros también. Que así sea, sin sangre y con ilusión.
1 Comments:
Tu Santiago, mi Santiago, nuestro Santiago.
Si la persona que sirvio de intermediario para hacer llegar este articulo de un coterrano a esta redaccion vuelve a revisar el mismo, por favor, hagale saber que ha sido para mi -otra anonima del lado de aca- un enorme placer leer el mismo.
Supongo, con casi certeza, que las personas que protagonizaron esa amena charla y yo, somos de la misma generacion y hasta nos conocemos. Todos los que en diferentes epocas hemos frecuentado los circulos culturales de Santiago de Cuba (digo Complejo Cultural de la Calle Heredia, Patio del Cabildo teatral, Patio del Cine Rialto, Balcon de Velazquez, Salas de Teatro, Casa del Caribe y otras tantas que proliferaron en la segunda mitad de la decada de los ochenta y principios del noventa) nos creamos un sistema en claves para no llamar las cosas por su nombre, pues siempre supimos que de debajo de cualquier piedra, asomaba un sapo y llegaban otros que con la misma rapidez con la que pretendian introducirse en nuestros circulos, tambien desaparecian luego de dos o tres meses sin saber bajo que piedra se volvian a esconder. Gracias a esta costumbre adoptada, muy pocos nos vimos involucrados en problemas aunque no dejamos de hacer nuestras exposiciones y criticas que es a fin de cuentas lo mas importante. Tampoco deciamos nombres, simplemente para que supieran que no eramos de la clase de corderos que va con la cabeza baja al matadero, cuando a alguno se nos desenfrenaba un poco la lengua, otro, como para hacernos caer en razon, decia de forma que se pudiera tambien escuchar por alguien mas que "era un comentario de Alicia Alonso o cualquier personaje de la lista de los confiables". En mas de una ocasion fuimos visitados sorpresivamente en la escalinata del Museo del Carnaval, en La Isabelica o el Parque del Ajedrez por algun policia en turno, que luego de pedirnos a todos identificacion, nos dejaban tranquilos porque solo encontraban a un grupo de noctambulos y peludos hablando sobre un libro, jugando a la botella o comentando una puesta en escena, aunque entre col y col, tomate. Que felicidad nos daban aquellas visitas que considerabamos como una batalla vencida a nuestro favor.
Llamese en estos momentos "el Abuelo" Barba Truco, el Senorito Malta, Tia Tata Cuenta Cuentos, el Viejo Espigon y otros apodos que utilizamos anos atras para referirnos a Fidel Castro, mis amigos casi hermanos, continuan reuniendose y protestando, cada uno a su manera ante las barbaridades de las que a fuerza nos han echo participe. Si hemos tenido que doblar el brazo, lo hemos echo con la rebeldia del que no esta de acuerdo pero se sabe acorralado. Como yo siempre digo: todo actor se ve obligado a dar una funcion gratis en beneficio propio. Por eso, respeto el camino que cada uno tiene que emprender para lograr su objetivo. El camino hay que caminarlo y muchas veces tomar sus atajos, porque hacemos mas desde las calles diciendo nuestra verdad aunque sea en clave morse, que permitiendole al gobierno que nos silencien. Nos ganarian la partida y nosotros queremos estar ahi a la hora de escribir la nueva historia. No necesitamos de reconocimientos publicos por eso incluso desde el exilio muchos preferimos continuar anonimos, aunque hoy ya saben un dato mas: soy santiaguera, adoro el toque de la corneta china, el macho asado en pua, unas buenas ayacas y un batido de zapote y tengo confianza en que los pueda volver a disfrutar con mis amigos y por primera vez llamar las cosas por su nombre.
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