CUBA: LA PRIMERA FAMILIA
CUBA: LA PRIMERA FAMILIA
La Habana
Cubanet
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Máximo Tomás
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Enero 1, 2007
En ausencia de Fidel Castro, Cuba continúa siendo un íntimo y cerrado negocio familiar. Una decena y un poco más de influyentes familias lo poseen todo. A la cabeza de la primera familia, quedó Raúl Castro. Sobre este particular, he escuchado a muchas personas referirse a la condición sentimental del general de ejército y a sus profundos sentimientos filiales. Esto serviría como contrapeso al generalizado consenso sobre la alegada frialdad deshumanizada del Comandante. Algo mejor, aunque aun muy insatisfactorio.
No es halagador vivir bajo el supuesto de que se ha mejorado porque el nuevo dictador es sentimental y buen padre de familia. Volviendo al asunto de las familias, el último congreso de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) fue una velada exposición de la nueva situación. Se rumora con insistencia una supuesta relación filial entre el primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y el general de ejército Raúl Castro.
Por otra parte, nadie duda que el presidente de la FEU, el delfín Lage Codorniú, tenga asegurado su lugar en el casting político por venir. Será cuando pierda el cabello. Problema de tiempo… y familia. El último congreso de la FEU fue casi un asunto de familia. Por otra parte, el país se encuentra parcelado para usufructo de estos selectos clanes. Luego que Forbes destapara los millones de la curia castrista, sobre esto, queda poco por decir. Aunque sobran los que dentro y fuera de Cuba se desgastan en teorizaciones y razones políticas, la única razón que sostiene el status quo actual es la inquietud de las familias del poder, por su futuro y el futuro de sus intereses.
La primera familia no ve claro su futuro, las segundas, las terceras y el resto, tampoco. El entramado de poder en Cuba permanece intacto desde hace varias décadas. Luego que los afeites cosméticos marxistas cedieron a la presión que representa un mundo que se hace pequeño y más interdependiente, se vieron obligados a dar paso a la dolarización y los mercados. Crearon nuevos amarres y nuevas cadenas. Los negocios corporativos conocieron gerentes y empresarios salidos de cuarteles y antros represivos. Todas las oportunidades y garantías, de una forma u otra, quedaron en sus manos. Tanto la primera como el resto de las familias del poder en Cuba conocen el pragmatismo que requiere la supervivencia básica. Por el momento, son dos sus principios básicos.
El primero no autorizar reformas de carácter político, el segundo no permitir que se organice una oposición coherente, que sea alternativa válida de poder político, con una sociedad civil que la respalde. En relación con las reformas, aprendieron de ellas todo lo que consideran necesario de las experiencias de Europa del Este. Están seguros de que si aflojan el dogal del pueblo, no podrán apretarlo más. Consideran a las reformas, el principio del fín de su imperio absoluto. No piensan ni por un instante someterse a la prueba que resultó fatal para los sandinistas en Nicaragua y para Pinochet en Chile.
La primera familia deberá borrar toda referencia pública a sus pocos proletarios millones. Negociar con los norteamericanos el cierre de Radio y Televisión Martí es esencial. A cambio, pueden ser liberados algunos o quizás todos los prisioneros de conciencia. Lo demás sería sólo más de lo mismo: Mantener desunida e irrelevante a la oposición y silenciar a la prensa independiente de Cuba. Esto sin prisiones y presiones ostensibles. En medios políticos oficiales se especula con eso. En el momento de la verdad, cuentan con que los yanquis se darán por satisfechos si reciben garantías serias en relación a una emigración controlada que se reduzca progresivamente. Esto deberá dar paso a la eliminación del presidio político. La nueva situación mantendría más de un status quo: Primero, la industria anti castrista continuaría moliendo.
Segundo, podrá dársele seguimiento indefinido a la defensa de una soberanía nacional, alegadamente amenazada por una "mafia anexionista", con amplios e ilimitados recursos. Todo claro está, más asordinado, más light, menos antiimperialista y más a tono con un background suave de cuerdas y tumbadoras, en vez de los platillos y redoblantes de sudorosas marchas combatientes guerreras. Al general Raúl Castro le disgustan las peroratas y los espectáculos mediáticos. Le gustan la institucionalidad y los órganos colegiados. Fue el más ortodoxamente soviético de los militares cubanos. Hoy día está a la cabeza de la familia y debe hacerla evolucionar a formas superiores de legitimidad política. Curiosamente, algunos creen que al general Castro le agrada el rol de ser quien firme el certificado de defunción para la dinastía fundada por su hermano. Esto no es necesariamente así. Aspira a legitimidad y continuidad institucional. Para ello, bien vale la pena desembarazarse de la primogenitura revolucionaria. La cederá a Hugo Chávez que la llevará con toda elegancia, como una medallita más, de su traje polichinela bolivariano de camuflaje. Nuestro tirano, castrense, martiano, filial y sentimental, aspira a disfrutar de paz en familia y a pelear sus gallos los domingos. Esto, sin disidentes ni exilados molestos, sin demandas altisonantes de libertad política y por supuesto, sin tanta enemistad con el vecino del norte. Lenta y organizadamente se dirige hacia su objetivo.
Se impone estar alertas.
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