TIENDE INMENSO SUS OLAS EL MAR
Tiende inmenso sus olas el mar
Por Manuel Vázquez Portal
En marzo del 2003 me sentí orgulloso de formar parte de la disidencia cubana. Al gobierno no le quedó otra alternativa que encarcelarnos para intentar sofocar el crecimiento y la influencia que, de modo pacífico --más bien estoico, diría yo-- ese reducido grupo de hombres y mujeres ejercía sobre la ciudadanía.
En abril del mismo año mi orgullo era doble. Los familiares de los encarcelados se unían frente a la represión y surgían Las Damas de Blanco. La gallardía de esos hombres que la cárcel no doblegaba, y la altivez de esas mujeres que en vez de acoquinarse se elevaron al estadio de heroínas, me demostró que valía la pena soñar y luchar por un pueblo donde germinan esos seres.
El mundo también lo vio y se unió a la lucha. José María Aznar, ex presidente de España, se puso a la cabeza de la solidaridad con esos hombres y mujeres. Logró que Europa volteara la vista hacia una realidad que desde hacía muchos años no era la idílica imagen que intelectuales románticos y funcionarios despreocupados habían perpetuado de la isla. Francia se desperezó de su ensoñación sartreana y decenas de parlamentarios apadrinaron a los presos. El Parlamento Europeo tomó conciencia de que el diálogo era una quimera con quien gusta de imponer su voluntad y enrumbó por las medidas punitivas de corte diplomático. Intelectuales de todo el mundo y todas las tendencias reconocieron el carácter feroz del gobierno cubano y firmaron cartas y se juntaron en campañas por la libertad no sólo de los presos de conciencia, sino del país.
Por primera vez estaba al desnudo el cuerpo purulento de una dictadura sin precedentes en el archipiélago cubano. La UNESCO, El Comité de Protección al Periodista, El PEN de escritores, Reporteros Sin Fronteras, Humans Rights Watch, Humans Rights First, la Sociedad Interamericana de Prensa, todas las organizaciones de la diáspora cubana defendían en cada rincón, en cada tribuna el derecho de esos hombres y mujeres. La unidad era monolítica frente a la evidente calamidad en que un gobierno sumía los derechos más elementales de los ciudadanos.
Por entonces José María Aznar lideraba la intención de votos en España. Seguía siendo un poco de esperanza. Pero el terror estremeció a Madrid. Extraña coincidencia. El fundamentalismo clavó sus garras en lo más hondo de la hispanidad. El panorama político cambió. El Partido Socialista Español sacó ventajas. No bien se había instalado José Luis Rodríguez Zapatero en el poder, en cuyo programa figuraba la retirada de las tropas españolas de Irak, Fidel Castro, en una jugada de claro matiz de oportunismo político, escribió una carta pública a Rodríguez Zapatero, solicitándole la retirada de España de Bagdad. Así comenzó el coqueteo entre La Habana y la Moncloa. Yo estaba entonces en una celda de la cárcel de Boniato.
Todo el esfuerzo de José María Aznar fructificaría en manos de Zapatero, en un evidente espaldarazo del gobierno cubano al nuevo líder español que se proponía seducir. Catorce presos de aquel marzo angustioso fuimos liberados, con la aparente intención de anotarle el triunfo a la posición conciliadora de Zapatero. Pero la labor de zapa del gobierno cubano no se detuvo ahí. Utilizó a Zapatero como mascarón de proa para romper la unidad que Aznar había conseguido en la Unión Europea. Desde entonces el gobierno cubano no ha tenido otro gesto como no sea el de ahondar las relaciones comerciales con España. Y como la disidencia cubana es pobre (ya se sabe que el totalitarismo tiene un carácter paternalista y no permite tampoco la independencia económica) no tiene nada que negociar, no forma parte del juego.
Ello quizás explique un poco la actitud del gobierno español en la reciente visita de su ministro de Relaciones Exteriores a La Habana. Héctor Palacios no tiene acciones en la industria azucarera, Oswaldo Payá Sardiñas no es dueño de grandes plantaciones de tabaco en Vuelta Abajo, las Damas de Blanco no poseen una compañía de explotación de níquel en Moa ni Martha Beatriz Roque Cabello es presidenta de una constructora de instalaciones turísticas en Varadero. ¿Qué pintan entonces junto a Miguel Angel Moratinos?
Con un funcionario de tercera línea está bien. Vaya, tío, para guardar la forma. Sólo que el gobierno español, en su torpe política, no se dio cuenta de que la disidencia cubana es dueña de un enorme caudal moral y dueña del futuro democrático de la nación.
Por el momento he vuelto a sentirme orgulloso de esa única riqueza con que cuenta la disidencia cubana, la libertad de escoger y rechazar, como rechazó las sobras que quiso brindarle Moratinos. En la negativa de la oposición a reunirse con un funcionarillo me pareció escuchar otra vez los versos de José María Heredia: que no en vano entre Cuba y España / tiende inmenso sus olas el mar. O la voz de los viejos mambises recordando que en el futuro no padeceremos la vergüenza de un nuevo Tratado de Versalles.
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