miércoles, mayo 16, 2007

LAS AYUDANTÍAS DE LA MUERTE

Tomado de Cuba Encuentro.com


Las ayudantías de la muerte
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Arturo Pérez de Alejo y Lester González Pentón, encarcelados durante la Primavera Negra, sufren la desidia y el ensañamiento de quienes controlan más de 200 prisiones en Cuba.
miércoles 16 de mayo de 2007 6:00:00
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Por Raúl Rivero
Madrid
Negar agua el sediento y auxilio a un enfermo, confiscar medicinas, prohibir el alivio de los dolores, impedir que un padre vea a sus hijos, tratar de disolver el cariño familiar, hacerlo polvo de esperas y someterlo a reglamentos rudimentarios y arbitrarios redactados por unos cafres. He aquí una lista parcial de las violaciones que están en el programa de trabajo diario de los carceleros que controlan las más de 200 prisiones de Cuba.

Este párrafo no es propaganda antigubernamental que ordenan las fuerzas del mal de una potencia extranjera. No es parte de un sombrío y preciso plan de un servicio secreto de allende el mar, para debilitar la dictadura de Fidel Castro. No. Estas son notas previamente sufridas por los familiares de los presos políticos que, con mucho riesgo, han hecho llegar al periodismo independiente desde las llagas de esa sociedad.

Esas medidas no las inventa la oposición pacífica para desfigurar aún más el perfil de Frankestein de la dictadura. Esas y muchas otras, como las golpizas, las humillaciones, los atropellos permanentes a los familiares de los prisioneros, vienen desde experiencias ajenas y distantes (Stalin, Lenin, Mao, Kim Il Sun), y han hallado devotos fieles en la asolada geografía cubana.

Esta es una reseña —con fuentes solventes y directas— de episodios de represión y ensañamiento que vive el presidio político cubano. En la prisión villaclareña de Guamajal, ahora mismo, Arturo Pérez de Alejo Rodríguez, opositor pacífico que cumple una condena de 25 años desde la primavera del 2003, casi no se puede mover en su litera de herrumbre y sábanas grises.

( Léster González Pentón y Arturo Pérez de Alejo )

Anda por los 55 años, padece siete enfermedades detectadas por los severos médicos de la cárcel. Tiene enfisema pulmonar agudo, vesícula acodada, gastritis crónica, úlcera gástrica, problemas prostáticos, hemorroides externas y espina bífida.

Los fuertes dolores de cabeza no se le quitan. Un quiste de dos centímetros en las vías urinarias le provoca graves trastornos, y está sin fuerzas, dijo su esposa Ana Moraima León a la agencia Cubanacán Press. Pero la dirección de la penitenciaría ante sus reclamos siempre responde que no tiene medicamentos.

También, ha dicho la señora León, los jefes de servicios médicos se han negado a que Pérez de Alejo sea atendido por especialistas en las patologías que lo agobian y que le han producido un rápido deterioro de su salud.

El dolor de las víctimas

Por otra parte, Léster González Pentón es uno de los más jóvenes prisioneros del grupo de los 75, apresados y condenados durante la llamada Primavera Negra. Es periodista, no llega a los 30 años y acaba de entrar en el cuarto de los 20 años que le ha impuesto el gobierno por escribir informaciones y artículos en el territorio nacional sin la debida autorización de las momias del Partido Comunista.

Esta semana, cuando su esposa, Yanet Ocaña, le hizo la visita reglamentaria a la cárcel La Pendiente, en Santa Clara, le llevó unas medicinas que el prisionero necesita. Un oficial de la dirección de prisiones, Luis del Pozo, le quitó los pomos con los medicamentos a la mujer y le anunció que quedaban confiscadas.

Cuando González Pentón los reclamó, se negaron a devolverle los frascos de medicinas y vitaminas. El periodista denunció entonces que la medida policial era una clara apropiación indebida de bienes particulares. La dirección del centro lo envió enseguida 12 días a una celda de castigo, tapiada y en solitario.

Esto no lo produce la imaginación de los reporteros. Este es el reflejo del dolor de las víctimas. Esto y el vaso de agua al día para cada recluso en Mar Verde, el control de la correspondencia, el hambre, las invasiones de piojos en las galeras y la violencia cotidiana, es un producto genuino, especial, de un sistema carcelario que es copia fiel, con añadidos creativos, del que dejó millones de muertos en el desvanecido campo socialista y en la China reciclada que hoy lo mismo encierra a un hombre que le vende una corbata.