DESPUES DE LA CUBANOLOGIA
Después de la ``cubanología''
Por Emilio Ichikawa
Cierta vez le pregunté al profesor Antonio de la Cova (Indiana University) por qué en algunos procesos políticos puntuales como el llamado diálogo de fines de los 70 o el debate sobre el embargo se han visto involucrados tantos ''cubanólogos''. Es una pregunta que se me actualizó hace unas semanas, tras la muerte en New Haven de José Juan Arrom, el decano de los académicos cubanos en los Estados Unidos y, también, uno de los pioneros en la política de aproximación universitaria a la revolución de Fidel Castro.
El profesor De la Cova me sugirió que, antes de abordar el tema, pensara por analogía: ¿por qué, a diferencia del caso cubano, no encontramos una ''argentinología'' o una ``guatemalogía''?
Entre todas las observaciones que puedan hacer los especialistas en la estructura del saber universitario, lo cierto es que realmente existe ''cubanología'' como mismo existió ''sovietología''; es decir, se trata de estudios académicos de la estructura política y económica de la sociedad, basados en fuentes y ejercicios convencionales de la investigación social como son las estadísticas, informes institucionales, programas políticos y todo el grupo de documentos que podemos llamar de ``escritura gubernamental''.
El proceso conocido como perestroika, así como la posterior desintegración de la formalidad totalitaria en Europa del este, condujo a la crisis definitiva de la ''sovietología'' por dos razones asociadas al tipo específico de investigación que se realizaba dentro del referido campo. En primer lugar, el destape postsoviético mostró que no había tal estructura, sino un sistema subjetivo de arbitraje y acción imposible de codificar en el vocabulario y red conceptual de las ciencias sociales al uso; además, se comprobó el carácter falseado de las llamadas ''fuentes'' objetivas, que no tenían más función que la de cumplir una formalidad diplomática internacional o, sencillamente, desinformar.
Los ''sovietólogos'' y, en consecuencia, los ''cubanólogos'', han trabajado siempre con un interés que desborda los límites propiamente académicos: han pretendido objetividad intelectual e imparcialidad ideológica; también, influir en la política norteamericana hacia esas áreas y, de paso, en la política que se elabora al interior de los propios sistemas totalitarios. Por esa razón el ''cubanólogo'' siempre está rozando el poder y sueña regularmente con un puesto dentro de la burocracia política.
La ''cubanología'' sobrevive hoy como mismo sobrevive el sistema sobre el que se funda. A diferencia de la ''sovietología'', que murió brillantemente en su última necropsia sociologista, la ''cubanología'' se extingue estérilmente en el ocaso del mismo proceso que justificó su nacimiento.
Entre todos los ''cubanólogos'' que una vez lo fueron, considero que sobreviven emblemáticamente, amparados en una influencia burocrática y una carrera jalonada con habilidad, los profesores Jorge Domínguez, Marifeli Pérez-Stable y Carmelo Mesa Lago; ellos siguen siendo, por decirlo de alguna manera, los ''cubanólogos'' en residencia.
( Ichikawa : Jaime Suchlicki ¿ cubanólogo o no ?; te faltaron muchos otros por mencionar)
Sin embargo, una nueva generación de estudiosos se abre paso en las universidades norteamericanas situándose más allá de la ''cubanología''. Ellos no buscan en las fuentes habituales ni tratan de entrevistarse con los ''sujetos'' dilectos de la historia cubanológica. Son, ante todo, scholars en el sentido emersoniano; y si algo buscan más allá de las tranquilas fronteras de los departamentos donde trabajan no es la atención de un político, sino el estímulo creativo de los artistas, el actualismo de la prensa y hasta el glamour de los espacios multicolores de la sociedad mediática.
Si yo tuviera que escoger un documento que mostrara que el cambio cubano pasa también por una transformación radical de los estudios que tratan de dar cuenta sobre el mismo, escogería el libro Cuban Palimpsests (University of Minnesota Press, 2005), del profesor José Quiroga (Emory University). Quiero dedicar el próximo artículo a demostrar la distancia fundamental que este documento toma de eso que podemos llamar, ya sin ningún temor, viejos enfoques de una etapa de los estudios cubanos.
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