lunes, junio 11, 2007

A DIEZ AÑOS DE LA MUERTE DEL PERIODISTA Y POETA GASTON BAQUERO

Nota del Blogguista
Sobre Gastón Baquero puede leerse algo más en
http://www.islaternura.com/APLAYA/NoEresElUnico/B/BAQUEROene2004/
BAQUERObiografia.htm
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A diez años de la muerte de Gastón Baquero

Por Luis de la Paz
Diario Las Américas

Siempre he estado atento a las fechas memorables, porque pienso que nos brindan la ocasión de volver sobre la obra de un creador. En el caso particular de los artistas cubanos exiliados, ese interés se agudiza, porque en el país de donde procedemos se nos ningunea por no comulgar con el régimen que allí impera (incluso por combatirlo ideológicamente) y en las naciones donde hemos ido a carenar siempre seremos (por muy bien que se nos acoja) ciudadanos de segunda clase: extranjeros. Esta dolorosa doble realidad se me hizo evidente hace unos días, cuando una línea al vuelo en un periódico me recordó que el pasado 15 de mayo se conmemoró el décimo aniversario de la muerte del poeta cubano Gastón Baquero (1918-1997), una de las figuras poéticas más brillantes que ha dado la isla, que como legado nos dejó antológicos poemas para la poesía cubana como Testamento del pez y Palabras escritas en la arena por un inocente.

Hasta donde sé, en Cuba la fecha pasó inadvertida, al igual que entre los exiliados de Miami, aunque al menos desde Madrid, ciudad donde falleció, el presidente de Asociación Cultural Gastón Baquero (al menos en el 2001, desconozco si la entidad se mantiene activa), el escritor León de la Hoz, escribió un artículo conmemorativo.

La vida de Baquero no sólo estuvo relacionada con la poesía, sino también con el periodismo, siendo una de las figuras importantes en el influyente Diario de la Marina en Cuba, donde llegó a ser jefe de redacción. La profesión de periodista la mantuvo en el exilio, que inició en 1959, abordando con lucidez y precisión la problemática cubana, entre otros temas de actualidad.

Gastón Baquero nació en Banes, antigua provincia de Oriente, hoy Holguín. Se graduó de ingeniero agrónomo para complacer a su padre, pero su vocación verdadera fue la literatura, la que comenzó a escribir a los 13 años. En una entrevista con el escritor y editor cubano Felipe Lázaro, reflexionó sobre su poesía: “Nunca me he planteado hacer un episodio, contar una anécdota, anotar una reflexión: lo que siempre me he propuesto, y me propongo, es hacer un poema, que es una unidad rigurosamente autónoma, desprendida por completo de la anécdota, de las ideas, de los antecedente no poéticos que tantas veces pueden estar en el trasfondo de de un poema”.

El escritor vivió su largo exilio en Madrid. Los últimos años de su vida los pasó en una residencia para personas mayores, tras retirarse de su empleo en Radio Nacional de España, donde laboró varias décadas. Si las huellas dejadas en Cuba fueron destacadas, en España también dejó un legado admirable, lo que le valió que en 1988 fuera candidato al Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Tras su exilio las autoridades de cultura castrista prohibieron su obra que dejó de circular y su nombre no se podía mencionar, era un “enemigo de la revolución”. Desde 1959 ningún libro suyo fue publicado en Cuba, sin embargo tres años después de su muerte le levantaron el veto y una antología de su poesía fue editada en la isla, lo que reafirma la necrocultura que allí se practica con algunos autores cubanos exiliados. Esa antología compilada por Efraín Rodríguez Santana, le brindó a los cubanos la posibilidad de leer por primera vez, en una edición nacional, poemas de Gastón Baquero en 42 años de dictadura política y cultural.

La huella dejada por Baquero en Cuba no fue sólo su obra, sino también sus aportes a la cultura nacional, fundando revistas literarias como Clavileño (1942 - 1943). Además colaboró con otras publicaciones de la época, como Verbum, Espuela de Plata y Orígenes, esta última tal vez una de las revistas más importantes que se publicó en la isla (1944 -1956).

Entre sus libros figuran Poemas (1942), Saúl sobre la espada (1942), Poemas escritos en España (1960), Memorial de un testigo (1966), Magias e invenciones (1984), Poemas invisibles (1991), entre otros. Baquero fue también un lúcido ensayista, algunos de sus libros son La evolución del marxismo en Hispanoamérica (1966), Darío, Cernuda y otros temas poéticos (1969) y La fuente inagotable (1995).

Tras su muerte la obra de este autor comenzó un recorrido ascendente, al igual que diversos libros en torno a su figura. En Cuba comenzó el deshielo con la antología ya citada y luego aparececieron poemas en revistas literarias, mientras los ensayistas oficiales, atentos a que el reloj biológico dejara de funcionar, escribieron largos textos y artículos hablando de la importancia de la poesía de Gastón Baquero y dándole tímidamente el sitial que merecía en el panorama cultural.

En el exilio, la Editorial Betania dio a conocer Entrevistas a Gastón Baquero (1998) y posteriormente Gastón Baquero: la invención de lo cotidiano (2001). También en homenaje a la figura del escritor la Editorial Verbum fundada por el poeta Pío E. Serrano, creó el Concurso Internacional de Poesía Gastón Baquero, que se entregó entre 1998 y el 2002. La primera convocatoria le adjudicó el premio al libro In Tempore Belli del español residente en Nueva York Hilario Barrero. Los años subsiguientes los galardonados fueron: 1999, el cubano residente en la isla Efraín Rodríguez Santana por Otro día va a comenzar; 2000, el cubano exiliado en Miami José Abreu Felippe con el libro El tiempo afuera; 2001, Los acantilados del sueño de la colombiana establecida en California Antonietta Villamil. En la última convocatoria, 2002, lo obtuvo el libro Dedicatorias del peruano residente en España Carlos Tataje. Resulta interesante constatar que los galardonados (con la excepción de Rodríguez Santana) son escritores que no residen en su país de origen, como fue la circunstancia en la vida de Baquero.

Libros escritos sobre su vida y obra, antologías y concursos literarios hablan de la magnitud que ha alcanzado tras su muerte. A esto hay que añadir las traducciones a distintas lenguas como el francés, traducido por Jacobo Machover; italiano, por Gaetano Longo; polaco por Krystina Rodowska; el difícil griego por Eleni Jaratsi; alemán por Tobía y Juana Burghardt y al inglés por Greg Simon y Steven F. White.

Contrario a otros escritores que su muerte interrumpe la continuidad de su obra, con Gastón Baquero ha ocurrido lo contrario, algo que, desde luego es muy positivo, y señala la importancia y magnitud de su voz poética.
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Tomado
http://www.otrolunes.com/html/sumario/este-lunes/este-lunes-n01-a09-p01-200705.html

Gastón Baquero, conciliador y discrepante

Por León de la Hoz

Hace diez años, el 15 de mayo de 1997, en el hospital La Paz, en Madrid, murió el poeta Gastón Baquero. Murió cogido de la mano de un amigo, mientras llovía desconsoladamente, como siempre sucede durante la celebración del Patrono de la ciudad, el santo labriego Isidro Labrador. Fue jueves, como el día en que quiso morir con aguacero César Vallejo, uno de sus Santos de la poesía que, además, fue vecino suyo de la calle Acuña pero en otra época.

Aquel triste día para la cultura cubana e hispanoamericana, Gastón dejó un insuperable silencio a sus amigos que ni siquiera puede ser borrado leyendo sus poemas, aunque en esa evocación se haga corpóreo aquello que él llamaba la Poesía: “la poesía es lo que no se ve”, decía. Gastón es la poesía y así lo sentimos quienes fuimos sus amigos y todavía nos cuesta subir la pendiente de la soledad sin su compañía sonora, inteligente y cubanísima.

Pero además de ese silencio convertido en poesía, dejó un vacío entre las Cubas que viven equidistantes a lo ancho del mundo, esas que no nos gusta decir que viven en dos orillas, aunque éstas sean tan reales como las distancias y los distintos exilios o insilios que vive todavía el pueblo cubano. Eso Baquero lo sabía muy bien: no existen abismos, sino dos orillas producidas en 1959 por un hachazo en la historia y la cultura cubanas; dos orillas, eso sí, comunicadas y relacionadas por un sinnúmero de puentes que van acercando de manera inevitable el momento en que esas orillas dejen de existir.

Durante los últimos años, Baquero había vivido una especie de resurrección en esa geografía dispersa, a partir de los puentes que la admiración de su obra producía en escritores, fundamentalmente jóvenes, que después de la caída del Muro de Berlín comenzaron a llegar con billete abierto o cerrado a una España que también, aunque tímidamente, recuperaba a uno de sus poetas más relevantes de su segunda mitad del siglo 20, nuestro Baquero. Recuérdese que él escribe y publica la mayor parte de su obra poética después de 1959, cuando tiene que salir del país a raíz del triunfo de la Revolución.

Ningún lector avisado duda de la importancia que tuvo en la poesía española de la época la publicación de dos de sus libros: Memorial de un testigo (1966); y Magias e Invenciones (1984) -absolutamente desconocidos e inéditos en Cuba hasta que Efraín Rodríguez publicara su imprescindible y documentada antología La patria sonora de los frutos, de Letras Cubanas, en 2001, tres años después de la muerte de Baquero. Más tarde, en 1991, Verbum publicaría los Poemas invisibles, otro de los poemarios inevitables para la poesía hispanoamericana, que todavía no ha sido suficientemente estudiado, aunque es la continuación en lo más alto de la confluencia del lenguaje más contemporáneo con las aspiraciones de cierta poética postmoderna, ya revelados en los dos libros apuntados. Ese "boom" tiene su corolario en los homenajes, las entrevistas y las publicaciones que se suceden, y por el apoyo de viejos y nuevos amigos españoles y cubanos.

Es precisamente en el pequeño prólogo a Poemas invisibles donde Baquero nos deja la pieza más hermosa de su legado ideológico para esa Cuba dispersa y dividida. Veamos in extenso:

A los poetas que llegan y seguirán llegando. A los muchachos y muchachas nacidos con pasión por la poesía en cualquier sitio de la plural geografía de Cuba, la de adentro de la Isla y la de fuera de ella.

El orgullo común de la poesía nuestra de antaño, escrita en o lejos de Cuba, se alimenta cada día, al menos en mí, por la poesía que hacen hoy -¡y seguirán haciendo mañana y siempre!- los que viven en Cuba como los que viven fuera de ella. Hay en ambas riberas jóvenes maravillosos. ¡Benditos sean! Nada puede secar el árbol de la poesía.

¡Gran pena es que ya no nos reconozcamos, que no sepamos nada los unos de los otros, siendo como somos hijos de un mismo espíritu, nacidos de aquel Padre Numinoso, arca sagrada de la poesía!

Estos poemas son para los pinos nuevos, para todos ellos. Digo con Borges: “No he recobrado tu cercanía, mi patria, pero ya tengo tus estrellas”.

Cuando aún los tiempos no habían cambiado tanto como para que se produjera el éxodo económico y político que ha dado lugar a la nueva oleada migratoria, intermitente y polifacética, de los últimos años, con el permisivo desdén de las autoridades de la Isla, Baquero había comprendido que la vida estaba cambiando y que la cultura se preparaba y convertía en el gran espacio de confluencias, sobre todo de las nuevas generaciones que no arrastraban el estigma del pecado original de la política de la violencia y el sacrificio, llevada como una enfermedad por los padres y abuelos, tanto de adentro como de fuera.

Baquero, con la autoridad que le confería el exilio histórico y la que portaba por su inmensa cultura y personalidad, fue en esos años el gran animador de una actitud nueva y diferente en las relaciones entre cubanos. En un momento en que no era fácil por las convenciones que se habían forjado en ese exilio, el que más había sufrido el hachazo del 59, y a pesar de la actitud que desde los 80 se promovía en los círculos académicos y culturales más tolerantes del exilio; “dialogueros”, llamaban despectivamente a quienes se atrevían, ingenuamente, tal vez, al diálogo con sus verdugos.

Por eso hoy, cuando se nota en quienes llegan al exilio indicios de cierto talibanismo de signo contrario al practicado por los jóvenes oficiosos que están dentro, como por ejemplo en la reciente polémica sobre el llamado “pavonato”, pienso más que nunca en nuestro amigo Gastón, que no sólo nos ha dejado el silencio, sino sobre todo un vacío que él supo llenar con una cordialidad exenta de oportunismo y una severidad sin saña, en beneficio de que cayeran todos los muros mentales que nos alejan de la desaparición de todas las orillas en las que Cuba ha quedado dispersa, no sabemos todavía si para bien o para mal.

A quienes gustan de las denominaciones y categorizaciones en vez del análisis, de las “definiciones” y el blanco y el negro, en vez de los colores del arcoiris; los que prefieren tener un enemigo enfrente que un rival para dialogar; los que confunden la libertad con una celda sin rejas; los que cuelgan las charreteras para herir al que no se la ha podido quitar; los que ven en la democracia un sitio para insultar poniéndose galones; los justicieros de nueva hornada y los nuevos oportunistas de izquierdas, de centro y de derechas, les digo que es una pena muy grande que el cariño y la nostalgia no puedan darnos otra vez la fronda de aquel baobad caribeño, que veía en la tolerancia y el respeto el único camino para desarmar el gen del odio que nos habían inoculado, y del que sólo se podía haber salvado las nuevas generaciones.

Hoy que cumple diez años de habernos dejado, se sabe que tanto aquellos que en el exilio no supieron ver al hombre que estaba mirando con ojos nuevos una situación nueva, como los otros que desde dentro creyeron ver al viejo poeta reblandecido por la amistad y el amor cubanísimos se equivocaron. Baquero nunca dejó de acusar y condenar a quienes habían destrozado la nación con la excusa de un mundo nuevo e ilusorio de igualdad y justicia indemostrables teórica y practicamente. Nunca dejó de ver cuál era el problema de Cuba y de condenar al hombre que había inventado la idea de un gulag tropical. Los que en el exilio vieron un giro inadecuado, insólito, de un converso se equivocaron. Y los otros que creyeron en una izquierdización de su visión de la realidad cubana a la caída del Muro de Berlín, también se equivocaron. Él fue un coinciliador discrepante que, lamentablemente, no tendremos cuando más falta nos haga.

Posiblemente la gran virtud de Gastón Baquero -por lo menos el que conocí-, haya sido querer comprender al otro y el lugar donde pisaba, situarse en los pies de quien no era él. Eso lo dotaba de una enorme capacidad de comprensión y tolerancia, incluso hacia lo que él podía rechazar. Lo situaba en el centro de los problemas y los escenarios para sacar sus propias conclusiones que a veces callaba para no herir, sin que por ello abandonara sus ideas y sentimientos de un profundo humanismo y una vasta cultura, insólita en estos tiempos de usar y tirar. Él creyó firmemente que la única solución para el país debía ser bajo un régimen de democracia y libertad y que los únicos capaces de vencer esa tara de sangre cubana enferma de gobiernos personalistas, corrupción, miedo, megalomanía histórica y violencia, eran los más jóvenes. A ellos dedicó los Poemas invisibles e incontables horas de charla. No por gusto preparó dos formidables libros aún inéditos sobre Bolívar y Andrés Bello, en los que condensa una mirada múltilple y novedosa que pensó ayudaría a entender no sólo a esas figuras, sino a la propia realidad latinoamericana, compleja y políticamente traumatizada por dictaduras y salvadores que los padres dejaban como herencia.

1 Comments:

At 11:59 a. m., Anonymous Anónimo said...

Gracias a esta página y los articulistas por ayudar a mantener viva la memoria de ese gran poeta y cubano que fue Gastón Baquero.

 

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