domingo, julio 22, 2007

MANGOS BAJITOS LA HAMACA DE FIDEL

Nota del Blogguista

Estos muy buenos artículos de William Navarrete " se me escaparon " cuando fueron publicados por Cuba Europa.com y Misceláneas de Cuba.net . Hoy los presento a los lectores de Baracutey Cubano.
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Tomado de Cuba Europa.com


Mangos bajitos

Por William Navarrete
Miembro de la dirección de Cubaeuropa.

Por el 105 aniversario de la instauración de la República —aclaro bien: "instauración", no República de facto— voy a sacar a relucir una joyita de bibliófilo: Memorias de la Sierra Maestra, del periodista José Pardo Llada (Patronato del Libro Popular, Editorial Tierra Nueva, La Habana, 25 de enero de 1960). Y preciso, antes de entrar en materia, que esta apología del fin de la República —pues de ello trata este librito— fue dedicada por su autor al capitán Ignacio Pérez:

A la memoria del Capitán Ignacio Pérez —el hijo de Crescencio– que antes de entrar en Jiguaní, donde murió bravamente, me dijo: ' Pardo, le voy a regalar la primera pistola que ocupe en el combate… '.

Después de este preliminar, ya podemos empujar las puertas batientes y entrar en el western caribeño de los pistoleros cubanos.

Por esta vez dejaré a un lado datos estadísticos, pruebas fehacientes, citas, fechas y todo el arsenal de evidencias que, desde hace mucho, los estudiosos cubanos (e incluso la doxa criolla) evocan con la intención de que se reconozca que aquella República, vituperada y tergiversada por la propaganda castrista, poseía, a pesar de sus altas y bajas, suficientes argumentos para situar a Cuba entre los países cimeros del continente, en ámbitos tan diversos como la economía, la medicina, el transporte, las comunicaciones, la libertad de prensa y expresión. Para no llover sobre mojado, he pedido a Penúltimos días que cuelgue el volumen de 677 páginas que tuve el placer de coordinar y publicar en Ediciones Universal (Miami), junto a Javier de Castro el 20 de mayo de 2002, aniversario del centenario de la República.

( Pablo Neruda, Maruja González, esposa del poetra Pablo Armando Fernández , José Pardo LLada y LisandroOtero )

De aquellos bienestares de la República, la revolución castrista sacó, luego, todo el provecho posible. Sin embargo, el beneficio de la libertad de expresión, que se manifestó en una auténtica prensa libre, fue, a mi juicio, el que mayor ventaja le ofreció a Fidel Castro para encaminar su empresa hacia el fin conocido. No ha de extrañarnos que, con absoluto conocimiento del peso de la prensa y otros medios de comunicación en la opinión pública cubana, el propio Castro se haya enfrascado desde los inicios de los 60 en borrar hasta la última coma de tinta libre que quedaba en Cuba.

Cuando releo este remedo de "diario de campaña" de Pardo Llada, me asombro de la facilidad con que Fidel Castro publicaba entonces sus cartas y alegatos redactados desde la Sierra en revistas cubanas de amplia circulación como era el caso de Bohemia. Y más boquiabierto me quedo ante la lista de periodistas, tanto nacionales como extranjeros, que subieron a las montañas de Oriente, como si de un picnic se tratase, para entrevistarlo libremente y comenzar a cimentar las bases del mito caudillista.

Al célebre Herbert Mathews, cuya conocidísima entrevista de la que se hizo eco el New York Times data del 16 de febrero de 1957, siguieron los reportajes realizados in situ por:

-André Saint-Georges (dos estancias en la Sierra, un artículo publicado en Coronet, en marzo 1958 y varios reportajes fotográficos que luego reprodujera en la revista Look, en febrero de 1958; y en Paris-Match, n° 509, 10 de enero de 1959, del cual extraigo la foto del fusilamiento -por error, sólo querían asustarlo- de un "espía", por un pelotón dirigido por Raúl Castro;


-el periodista Wendell L. Hoffman y el camarógrafo Robert Taber, de la Columbia Broadcasting System, televisora de Nueva York;

-los periodistas Ross y Schuman, de la United Press;

-Ray Brennan, del Chicago Sun Times;

-una reportera enviada por Selecciones de Readers Digest;

-el ecuatoriano Carlos Bastida;

-el mexicano José A. Carmín, enviado por el periódico Excelsior;

-el español Meneses, enviado por Paris-Match;

-el argentino Jorge Ricardo Masseti, quien terminó consignando sus impresiones en el libro Los que sufren y los que lloran...

De esta pasarela de periodistas que entraban y salían de Cuba como Pedro por su casa, que subían y bajaban de la Sierra y salían de la Isla con sus cámaras, fotos y apuntes, también formaba parte el venezolano Segundo Cazalis, enviado por El Nacional de Caracas, con quien Pardo Llada coincidió en la comandancia de La Plata y en el hospital que allí dirigían los doctores Ordaz y Martínez Páez.

La lista de nacionales que se pasearon por los diferentes frentes de la guerrilla es también muy elocuente. El propio Pardo Llada menciona cómo, para estos fines, llegan a principios de marzo de 1958 al campamento del Che Guevara en Bueycito Agustín Alles Soberón (de Bohemia) y Eduardo Hernández "Guayo" (de Noticuba), José Ramón González Regueral (del Noticiario Nacional de Manolo Alonso y del semanario Zig Zag).

Y hasta el popular actor norteamericano Errol Flynn se apareció al final de la contienda, exactamente el 27 de diciembre de 1958, en el campamento oriental del Central América y aunque no pudo ver al Comandante (que estaba muy ocupado sabiendo cercano el triunfo) se entrevistó con Celia Sánchez, sirviéndole de intérprete la entonces joven políglota Vilma Espín. Flynn esperó vanamente, según Pardo Llada, en los mostradores "de los barcitos de Contramaestre y/o Palma Soriano", la posibilidad de entrevistar al Comandante.

Sin embargo, en el primer artículo de André Saint-Georges, titulado "Por qué luchamos", el Comandante se queja del "cerco de silencio impuesto a la Radio, Prensa y Televisión por Fulgencio Batista, intimidando a los directores de los periódicos hasta el punto de que "ni un solo reporter cubano ha sido designado al lado nuestro en lo que es, en efecto, una creciente guerra civil". O sea, que al Comandante no le bastaba con el desfile serrano de estrellas del periodismo sino que quería que el propio Batista le mandara algunos más. ¿Habrá que destacarlo entre signos de exclamación?

A ello sumémosle que desde la Sierra, Radio Rebelde, emisora clandestina pero como una matraca emitiendo a las nueve de la noche por la banda de los 20 metros, tenía en las voces de Violeta Casal, Jorge Enrique Mendoza, Orestes Valera, Ricardo Martínez, y el propio Fidel Castro (que para esto hasta presentador de radio ha sido), un poderoso instrumento para comunicarse con todo el pueblo de Cuba.

Ahora bien, si retomamos el relato de Pardo Llada desde el inicio, nos enteramos que éste llegó a Santiago de Cuba en un avión Viscount de la Cubana de Aviación, el 2 de octubre de 1958. Allí mismo, en la sala de esperas del aeropuerto santiaguero "Antonio Maceo", lo esperaban (como si nada) Juan Masó y su esposa Pura Amador, ambos del Movimiento de Resistencia en la capital oriental. Son ellos quienes lo conducen hasta Pastorita Núñez, a su vez encargada de encaminarlo hasta la Sierra. Pardo Llada nos cuenta cómo, justo en el momento de su llegada a la casa que ocupaba Pastorita (especialista ya desde entonces, por lo que vemos, en el asunto de ocupar casas), ésta le cuenta lo mucho que le había costado, bajo mandato expreso de Fidel Castro, visitar uno por uno los centrales azucareros de la provincia para exigirles que pagasen el "impuesto revolucionario" de 20 centavos por cada saco de azúcar. Antes de salir de Santiago, rumbo al Cobre, Pastorita cogió veinte latas de picadura de tabaco para Fidel (por orden de Celia Sánchez) y una edición de La élite del poder de Wright Mills, además de las Poesías Completas de Antonio Machado.

( José Pardo Llada, al centro, en un centro nocturno colombiano )

Unas páginas después (p. 19), Pardo Llada olvida que el equipaje de Pastorita iba tan ligero, y nos cuenta cómo para atravesar un río crecido en las inmediaciones de Veguitas tuvieron que procurarse un caballo porque su compañera de "odisea" (Pastorita) no se podía mojar ya que llevaba en la faja nada más y nada menos que "50 000 pesos en billetes de cien para Fidel Castro". Les dejo calcular lo que significaría esta cifra hoy y lo que le costaría a un periodista independiente cubano (que no está, dicho sea de paso, tirando balas en ninguna sierra) llevar la décima parte de esa cantidad en el bolsillo.

El 22 de noviembre de 1958 –revela Memorias de la Sierra Maestra– Fidel Castro recibe una comisión de la Asociación de Ganaderos, encabezada por su presidente Caíñas Milanés, que vienen a discutir el impuesto sobre el ganado que exige Fidel Castro y que representa dos millones de pesos para el movimiento 26 de Julio. Todos estos datos del financiamiento de la guerrita de Fidel me parecen muy oportunos y espero que la disidencia cubana interna encuentre en ellos argumentos para responder sin complejos cada vez que se le achaque algún financiamiento proveniente del exilio.

La extraordinaria salud de que gozaba la prensa en Cuba ha sido objeto de abundantes estudios. La gran cantidad de periódicos, revistas especializadas, emisoras radiales e incluso los avances tecnológicos de la televisión a principios de los cincuenta permitían que, en proporción a su número de habitantes, el país pudiera rivalizar con los más desarrollados. De esta diversidad (y libertad) Fidel Castro sacó partido durante los años que precedieron al triunfo de su movimiento, y continuó apoyándose en los medios de comunicación heredados de la República durante el período formal de establecimiento de la revolución hasta ir eliminándolos, paulativamente, en la etapa de radicalización.

El librito de Pardo Llada es un buen ejemplo de cómo Fidel Castro utilizó el sentimiento antibatistiano de los profesionales del periodismo y la comunicación para luego, cuando difícilmente podrían retractarse (o combatirlo), censurar todo intento de crítica con respecto al tipo de gobierno que estaba instaurando en Cuba. Cuando los periodistas como Pardo Llada despertaron de su embeleso ya no quedaban prácticamente periódicos ni emisoras donde denunciar el viraje radical de la revolución hacia formas protodictadoriales. En otras palabras: Fidel Castro cogió mangos bajitos y después se los puso a todos bien altos.

En el 2004, después de 43 años de exilio en Colombia, Pardo Llada volvió a La Habana, para "reencontrarse con el pasado" y constatar –me imagino– el presente que su militancia dejó como herencia a quienes nacimos después. Aunque lo encontró todo muy cambiado, no vio nada que le pareciera "anormal".

William Navarrete
París
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LA HAMACA DE FIDEL
2007-06-11. Penúltimos días, http://ultimosdiasfidel.blogspot.com/

Por William Navarrete

París, Lunes, junio 11, 2007. En la película de Andy García The lost city podemos ver a un grupo de aspirantes a guerrilleros atravesar un campo en dirección a un matorral. El paisaje se asemeja al de la Sierra Maestra.

A juzgar por lo acicalado que aparece cada personaje y sus impecables pañuelos rojos anudados al cuello se diría que más bien buscan un lugar para hacer un picnic. Esta escena y la banda sonora del filme son, tal vez, unos de los pocos aciertos de la película.

En 1984, Fidel Castro celebró en la Comandancia de La Plata, epicentro de su guerrilla, los 25 años de poder. Para ello invitó a un selecto grupo de amigos: el inevitable García Márquez, Carlos Rafael Rodríguez y el nicaragüense Henry Ruiz Modesto, entre otros.

También a la periodista norteamericana Patricia Sethi (de Newsweek) y a la fotógrafa Maggie Steber. Poco después, la revista francesa Paris-Match dedicó un reportaje a esta celebración que tituló "La fiesta chez Castro". En una de las fotos de Steber, el líder cubano enseña a García Márquez cómo desprender con una sola mano la carne de un cordero a la parrilla. Como si se tratase de una proeza, Paris-Match resalta el hecho al pie de la imagen. En otra, Castro posa bocarriba en una hamaca. La imagen es de placidez: la tormenta de la embajada de Perú, el Mariel y el fiasco de Granada son disgustos que pertenecen ya al pasado.

En "Memorias de la Sierra Maestra" —un libro que ya comenté aquí—, de José Pardo Llada, la hamaca de Fidel es más que un motivo anecdótico. En la página 38 el periodista cuenta cómo en su primera noche en La Plata, al enterarse de que él no tenía hamaca, Fidel Castro le prestó la propia con la siguiente recomendación: "Cuídamela, que es la mejor hamaca que pude comprar en Méjico".

Días después Pardo Llada se halla en Las Vegas, refugio guerrillero cerca de Minas de Frío. Desde allí relata (p. 103) que recibió un paquete enviado por Celia Sánchez con una hamaca nueva y una nota "escrita con cuidadosa letra de imprenta, donde solicita la devolución de la famosa hamaca mejicana que Fidel [le] había prestado y con la que desembarcó en Belic". ¿Superstición o fetichismo?

Hasta aquí el hecho narrado no tendría nada de particular si no conociéramos el peso de una hamaca yucateca (que muestra de hecho la foto de Paris-Match), así como las imágenes (muy difundidas) del famoso desembarco del Granma en Belic. En mejores condiciones y viajando en avión, yo tuve que desprenderme de mi hamaca comprada en Yucatán cuando comprendí el estorbo que su volumen y peso significaban.

Desde entonces no dejo de preguntarme cómo Fidel Castro pudo cargar con su hamaca mejicana, además de otros objetos imprescindibles (fusil, municiones, etc.) si sabemos (o nos han hecho saber) que el desembarco de Belic fue una odisea al que siguió una tortuosa marcha a través de manglares y bajas zonas costeras del golfo de Guacanayabo. ¿Cómo se las ingenió para arrastrar dicha hamaca por las serranías de Oriente con los casquitos de Batista pisándole los talones (versión oficial)?

Pardo Llada también reproduce una carta que le dirige Fidel Castro, fechada el 13 de noviembre de 1958, en que le explica que no puede mandarle la cámara de fotos por no querer soltar la que tiene ya que lo acompaña desde el inicio y la quiere igual que a su fusil.

"Apego de aficionado", es el término utilizado para justificar la obsesión por el aparato. Quiere esto decir que además de la hamaca, también la cámara viajó de Tuxpan a Belic. Me gustaría que alguien intentara desembarcar a oscuras en una zona de manglares, con un fusil en alto, una hamaca, una cámara y otros objetos, y que con esta carga a cuestas tratase de avanzar por intrincados lomeríos para luego ascender las empinadas faldas de una sierra.

Siempre que leo testimonios de campaña de la Sierra revivo las cartas que desde el Presidio Modelo (Isla de Pinos) escribió Fidel a Naty Revuelta. Aquel cautiverio, en donde leía a gusto y preparaba rodajas de piña con jamón, posee a mi juicio los ingredientes necesarios del picnic que parecen dispuestos a hacer los figurantes del filme de Andy García. Lo que no aclara el reportaje de Paris-Match es si la hamaca que vemos en la foto es la misma que Fidel trajo de México. Como tampoco sabemos hoy el destino de ese lecho plácido en el que bien valdría la pena dormir una última (y definitiva) siesta.

1 Comments:

At 10:47 p. m., Anonymous Anónimo said...

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