DOS CRONICAS DESDE LA HABANA
Dos crónicas desde La Habana
Por Félix Antonio Bonne Carcassés, La Habana *
I. 2007: VERANO DE FUEGO
¡Calor, muy intenso calor! 34 ó 35 grados centígrados a la sombra. Según la Televisión
Cubana, llegó en una localidad del Oriente cubano a 37,5 hace un par de días… ¡No, no, no! No es el calor que conocen los europeos, donde en general la humedad relativa es baja. En Cuba —por el contrario— es frecuentemente muy alta; en ocasiones ha llegado al 100%. Aquí llueve casi todas las tardes en nuestro verano; de hecho, en la práctica, hay sólo dos estaciones: la de mucha lluvia, desde mayo hasta fines de octubre; y el resto del año, una estación menos lluviosa llamada de seca. Este año, en particular, el verano se ha presentado despiadadamente fuerte. Un turista extranjero lo sufre mucho menos, pues se mueve en ómnibus o coches climatizados, al igual que el hotel donde reside en cualquiera de los ghettos turísticos que el gobierno ha creado con la finalidad de apuntalar su tambaleante economía después que se evaporó la ultra subsidiada ayuda del llamado Campo Socialista.
Hace mucho tiempo —cerca de 40 años—, el actual reflexionante aún insepulto Máximo Líder, en un discurso junto al luego defenestrado dirigente búlgaro Todor Zhivkov, declaró su total aversión al turismo extranjero como vía de desarrollo para nuestro país. Pero como reza el viejo refrán, la necesidad es capaz de hasta lograr que se paran hijos varones; por tanto, la gran necesidad económica trajo la solución salvadora: el ghetto turístico, al cual le está vedado el acceso al cubano común y corriente. Se creaba así un turismo extranjero no social ni políticamente “contaminante” o —al menos— poco “contaminante”.
En uno de los numerosos interrogatorios a que he sido sometido en mis quince años de disidencia política —luego de haber sido expulsado de mi cátedra de Ingeniería Eléctrica, donde había alcanzado la máxima categoría docente de Profesor Titular gracias a mis 30 años como Profesor de Control Automático—, el seguroso interrogador (seguroso se le llama, con una connotación un tanto lúdico-despectiva a los miembros de la Seguridad del Estado o policía política) me dijo lacónicamente: “El calor excita”. Con ello expresaba su temor a los desórdenes que podría provocar la explosiva combinación del calor reinante con el descontento creciente de una parte mayoritaria creciente de la población cubana: más de cuatro décadas de promesas, represión y propaganda no son pocas. El príncipe Potiomkin, creador de las célebres aldeas ficticias de su nombre durante el reinado de Catalina la Grande, palidecería de envidia ante la imaginación de los medios de propaganda cubanos.
De hecho, durante el verano de 1994 ocurrió el electrizante motín del mes de agosto a lo largo del Malecón habanero, que bordea gran parte de la capital cubana; ese acontecimiento se conoce como el Maleconazo, y desembocó en el éxodo en rústicas balsas de alrededor de 34,000 cubanos que fueron confinados de inicio en la Base Naval norteamericana de Guantánamo, en el extremo sur oriental de la Isla. Aunque —por desgracia— no todos los que salieron llegaron allá, pues —como es usual— muchos fueron devorados por los feroces tiburones que pululan en el Estrecho de la Florida.
Hoy, en el verano del 2007, la situación es mucho más compleja, entre otras razones debido a la larga convalescencia post-operatoria del carismático pero férreo gobernante Fidel Castro Ruz, a quien ya sustituye —en breve hará un año— su hermano, el general de ejército Raúl Castro Ruz, pragmático, eficiente, organizado, menos carismático, pero no menos férreo.
Según datos oficiales y de acuerdo a la apreciación de especialistas extranjeros, la macroeconomía está mejor que nunca, gracias a los generosos envíos de petróleo venezolano a cambio de servicios médicos, deportivos y de otra índole. Esos envíos son virtualmente gratuitos en muchos sentidos, pues los venezolanos pagan al contado por los servicios cubanos, mientras que nuestro país tiene hasta quince años para pagar parte de los casi 104 mil barriles de crudo que recibe. Pero hoy en día el barril de petróleo está a prácticamente 80 dólares, y los citados 104 mil barriles no cubren, junto a la producción nacional —petróleo pesado y de alto contenido de azufre—, toda la demanda, y por ello una parte de esa demanda debe ser adquirida a precios de mercado. Se usa combustible diesel para lo que el gobierno llama “revolución energética”, que consiste —entre otras cosas— en generar parte de la electricidad con grupos electrógenos integrados por motores diesel en lugar de con plantas termoeléctricas; debido a la premura con que han sido instalados, ha aumentado la corrupción existente por la vía de la sustracción del combustible diesel, cuyo suministro a dichos grupos electrógenos está deficientemente controlado.
No obstante, el cubano de a pie no aprecia esta supuesta bonanza macroeconómica y —por el contrario— la microeconomía del país lo asfixia. Él tiene un creciente escepticismo en relación con su futuro, se siente asediado —entre otras cosas— por cuatro grandes problemas: el elevadísimo costo de la vida, el virtual colapso del transporte público, la crónica escasez de viviendas y lo que a personas como yo más agobia; esto es, la virtual ausencia de libertades políticas, económicas y sociales.
Hace ya alrededor de nueve años, un 6 de octubre —no puedo olvidar la fecha, pues estaba en prisión y es el onomástico de mi esposa María—, en el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el actual dirigente máximo en funciones, el vicepresidente Raúl Castro Ruz, expresó proféticamente: “La construcción del socialismo en las condiciones actuales de nuestro país es un viaje hacia lo ignoto”. Pues bien: ¡Ahora nos encontramos en lo más profundo de lo ignoto!
El escritor polaco-británico Joseph Conrad, en lo que considero su obra cumbre —la novela El Corazón de las Tinieblas—, describió un mundo de horror e injusticia; en algo parecido nos estamos adentrando quizás los cubanos en la actualidad. Trataré de describirlo en las próximas crónicas.
II. EL GATOPARDO CUBANO
“Las cosas tienen que cambiar radicalmente para que permanezcan iguales”, afirma el Barón de Lampedusa en su antológico libro El gatopardo. En su comparativamente poco extenso discurso —pues sólo duró menos de una hora— del pasado 26 de julio, el general de ejército y presidente en funciones, Raúl Castro Ruz, en su alocución leída (no improvisó) afirmó que “nos agobian de manera directa y cotidiana la alimentación, el transporte y la vivienda”; punto de vista este que coincide en lo fundamental con lo planteado por nosotros en la crónica anterior (Verano de fuego).
Haciendo luego hincapié en el altísimo costo de la vida en nuestro país, Raúl Castro continuó diciendo: “El salario aún es claramente insuficiente para satisfacer todas las necesidades, por lo que prácticamente dejó de cumplir su papel de asegurar el principio socialista de que cada cual aporte según su capacidad y reciba según su trabajo”.
Comentando el hecho de que, a pesar de ser la situación cubana un tanto menos que explosiva desde el punto de vista socioeconómico, una diplomática acreditada en Cuba observaba el hecho de que, no obstante esta dificilísima situación, la sociedad cubana en general no aparentaba dar muestras de —por ejemplo— ser receptiva a consignas como Yo no coopero, lanzada inicialmente desde las prisiones cubanas por presos políticos, y hecha suya y propagandizada por importantes y prestigiosos sectores del exilio cubano en Miami.
Desde nuestro punto de vista, esta aparente indiferencia —tratamos con poca suerte de explicarle—, tiene sus causas —para nosotros evidentes— fundamentalmente en los factores siguientes: la carencia casi total de libertad de prensa (el que usemos el casi, y no total a secas, es mérito exclusivo de los valerosos y cada vez más profesionales periodistas independientes cubanos) y la eficacia de la policía política cubana, que trata de sembrar el terror a fin de coaccionar cualquier actitud disidente (recuérdese que en nuestro país impera un régimen totalitario de ideología comunista y que —en consecuencia— el Estado lo controla prácticamente todo —la posibilidad de conseguir trabajo, el acceso a los centros de educación superior— e influye —aunque cada vez con menor éxito— en que no haya manifestaciones de pública aceptación por parte de los atemorizados ciudadanos hacia la disidencia política. La policía política llega incluso a presionar a los familiares de los disidentes a fin de que no les brinden apoyo; lo que incluye hasta a los cónyuges.
Fernando Álvarez de Toledo, el temible duque de Alba, sostenía que “el terror puede a veces ser una buena política”; y eso que el Flandes del Siglo XVI no contaba con un omnipresente “poder mediático” que lo respaldase, cosa que sí ocurre con el actual gobierno cubano.
Le comentábamos a la citada funcionaria que, hace unos años, leímos un artículo de un profesor húngaro —Andrew Arato, catedrático de la Universidad de Nueva York—, quien teorizaba en relación a una hipotética intervención militar del gobierno de los Estados Unidos en Cuba, considerándola no del todo descartable bajo condiciones extremas de inestabilidad social, y expresando que esa hipotética intervención sería apoyada probablemente por algunos países miembros de la OEA. Esta simple especulación punto menos que la escandalizó, pues no la creyó posible. Del modo más cortés que nos fue dado, nos limitamos a señalarle que el general de ejército y presidente en funciones Raúl Castro Ruz —evidentemente— sí la cree posible, ya que afirmó que la gran movilización militar que ha denominado Operación Caguairán —en honor a un árbol tropical también llamado quiebra hacha por su gran resistencia a ésta— durará desde el presente hasta fines del próximo 2008, cuando hayan tenido lugar las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Dicha movilización —según sus palabras— permitirá preparar militarmente a alrededor de un millón de compatriotas, en lo que debe tenerse en cuenta que —según el último censo— nuestra población es de unos once millones y medio de habitantes.
Estuvimos tentados de ironizar, en el sentido de sugerirle a la referida funcionaria que le brindase su opinión al actual mandatario cubano, con lo que quizás lograse convencerlo —cosa harto dudosa— y ahorrarle de ese modo al país el enorme costo de esa prolongada y enorme movilización militar en tiempos tan difíciles para la economía cubana. (El barril de petróleo ronda los ochenta dólares de los EE.UU., y es fácil imaginar el incremento del gasto de combustible que implicarían los camiones, tanques, barcos y aviones militares que sería necesario utilizar. Téngase en cuenta que en muchos puntos de la capital, los desechos diarios de la población tardan hasta una semana en ser recogidos, y lo que se alega es la carencia de combustible para los vehículos recolectores.)
El actual gobernante cubano —no obstante— hizo —a juicio nuestro— una declaración de gran calibre al afirmar que “ante el imperativo de hacer producir más la tierra… habrá que introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios”. Es de notar que una opinión semejante fue vertida hace ya varios años por un grupo de excelentes y prestigiosos economistas y sociólogos cubanos —casi todos militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC)— pertenecientes al Centro de Estudios sobre América, con el resultado de que esta institución fue prácticamente disuelta.
También el actual mandatario hizo promesas acerca de la distribución “más racional” de artículos como la leche (que en nuestro país sólo se garantiza en la actualidad a los niños de hasta siete años). Resulta difícil no recordar las optimistas promesas hechas (a principios de su mandato, al inicio de la década de los sesenta) por su hermano, el presidente Fidel Castro (aún convaleciente, después de un año, tras múltiples operaciones intestinales; pero que casi a diario “reflexiona” mediante artículos que escribe para la prensa). En su momento, Fidel Castro reflexionó acerca de la alegría que daría a nuestro pueblo la abundancia de leche, que sería tanta que llegarían a decirle a los distribuidores “¡Llévatela, que tengo ya demasiada!”….
Sin embargo, los testarudos hechos demostraron lo riesgoso que puede ser para un político el hacer tales promesas. El Presidente en funciones recordó que “llevamos ya más de dieciséis años de Período Especial”. La población cubana probablemente se esté preguntando: “¿Cuánto nos falta aún?” Sin dudas fue profético el Presidente en funciones cuando a finales del pasado siglo afirmó: “La construcción del socialismo en las condiciones actuales de nuestro país es un viaje hacia lo ignoto”.
Del mismo modo fue comprensible su afán solidario para con la gestión anterior a su mandato, al justificar el hecho de que medidas adoptadas en el último año —por ser evidente su necesidad— no hubiesen sido tomadas antes. Así, en otra parte de su discurso, señaló: “Transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero han sido ya superados por la vida”. ¿Se refería acaso al frecuente impago de sus cosechas sufrido hasta hace poco por los campesinos cubanos? ¿O al absurdo peregrinaje de la leche, que constituía casi un viaje turístico?
La prestigiosa revista inglesa The Economist, en uno de sus últimos números, muestra en su portada a un sonriente campesino chino, quien, montado en un tractor, enarbola triunfalmente un título de propiedad de la tierra. ¿Se referiría a algo como eso el general de ejército y presidente en funciones Raúl Castro Ruz al anunciar, en forma un tanto enigmática, “los cambios estructurales y de conceptos” en el citado discurso conmemorativo?
El tiempo dirá la última palabra, y con ello veremos si lo que está sucediendo es o no gatopardismo a la cubana.
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* Félix Antonio Bonne Carcassés (Santiago de Cuba, 1939): Durante treinta años impartió Electrónica Industrial, Control Automático y otras asignaturas en la Escuela de Ingeniería Eléctrica del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría (ISPJAE), donde llegó a alcanzar la categoría docente máxima de Profesor Titular y formó parte del Tribunal que otorga las categorías docentes. Es autor de dos libros de texto aún utilizados en la enseñanza universitaria. En 1991, a raíz de firmar una carta solicitando reformas democráticas en Cuba junto a otros profesores de dos universidades, fue expulsado del ISPJAE. Junto con algunos de ellos constituyó la organización independiente Corriente Cívica Cubana (CCC), de la que fue y es Coordinador Nacional; a raíz de esto, sufrió numerosas detenciones. Fue uno de los seis miembros iniciales del Grupo Gestor Provisional del empeño unitario de la oposición conocido como Concilio Cubano. También fue uno de los cuatro integrantes del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna (más conocido como Grupo de los Cuatro), que publicó el manifiesto La Patria es de Todos. Por esta causa sufrió prisión por espacio de tres años, de una sanción de cuatro. Fue declarado preso de conciencia por la prestigiosa organización Amnistía Internacional. Fue uno de los tres gestores principales de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, la más nutrida de las coaliciones de organizaciones independientes cubanas (junto a René Gómez Manzano y Martha Beatriz Roque). Actualmente (por receso temporal de ésta última), codirige dicha Asamblea solamente en unión de René Gómez Manzano. Ha recibido, junto a los otros tres integrantes del Grupo de los Cuatro, el Gran Premio a la Libertad de Prensa de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), el Premio de la Fundación HispanoCubana y el de Concilio Cubano; también fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Reside en la ciudad de La Habana.
Agosto 13, 2007
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