martes, septiembre 11, 2007

SCANNING A CUBA

Nota del blogguista

Sólo vi a Raúl Castro personalmente en una ocasión pero por testimonio de amigos, no es personalmente antipático y es tan malo como su hermano Fidel Castro. Raúl utiliza las mismas promesas de cambio que ha usado Fidel Castro aunque siempre con su toque personal. Todo acontecimiento, en particular la sucesión, precede a lo que se de en el futuro y sin embargo puede no tener una influencia determinante o fundamental en lo que sucederá en el futuro. Para algunas personas, incluyendo estudiosos historiadores, una revuelta a los dos años o 5 años después de la sucesión puede plantearse como una consecuencia inmediata de la sucesión, ya que en casi medio siglo de dictadura no se había dado con Fidel Castro en el poder.

Fidel Castro hubiera sido una persona gris si no se hubieran asesinado a sus compañeros de lucha que él abandonó en el Moncada y la prensa nacional e internacional no lo hubiera aupado antes del triunfo como un justiciero Robin Hood; para ya no hablar de lo ocurrido después del triunfo del 1 de enero de 1959 . En democracia Fidel Castro fue un don nadie y su carisma brillaba por su ausencia: era uno más en la comparsa, y hablo literalmente aunque el nunca aprendió a bailar nada. Con lo anterior quiero decir que el carisma y los colores de las figuras políticas se fabrican; no por gusto se gastan tantos millones, sobre todo en Cuba, en la propaganda política y electoral.
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Tomado de El Nuevo Herald.com

'Scanning' a Cuba

Por Oscar Peña

Se están explorando y estudiando por países aliados todos los escenarios y posibles vertientes de apertura y cambios de la sociedad cubana y entre cubanos se hacen muchas conjeturas. Compartiré mis proyecciones, que no son siempre deseos, ni lo óptimo. Se trata de una mirada objetiva a la realidad. Es sólo mi opinión.

Nuevamente vuelvo a afirmar que sucesión en Cuba es punto de inicio de transición a los cambios. El conocimiento del terreno cubano, el sentido común y la patología y lecciones que vivieron los antiguos países comunistas del este de Europa con modelos dictatoriales similares al nuestro nos proyectan la hoja clínica de Cuba: en las estructuras de muchos años de poder y control absoluto no hay derrumbes súbitos, sino cambios graduales a partir de la muerte y sucesión del Stalin (léase el poderoso extremista con las riendas) del país en cuestión.

No conozco a Raúl Castro, nunca lo he visto delante de mí. Formo parte de esa inmensa mayoría del pueblo cubano que ha tenido, o tiene, la ligera percepción --quizás inducida-- de que es un cubano antipático, gris y más malo que Fidel Castro. Sin embargo, aun con poses de dureza, lentitud, plattismo, retórica revolucionaria, y muy limitado por estar respirando el hermano, se infirió de su toma de posesión en Camagüey que sabe que la sociedad cubana ha cambiado y que es inevitable que cambien ellos. Estoy seguro de que Raúl Castro no es un santo ni el fraile Bartolomé de las Casas defendiendo cubanos, ni será ya en su existencia un demócrata suizo, pero aun siendo un segundo timonel con compromisos familiares, lealtades y cierto dogmatismo, no se puede ocultar que hoy parece ser un militar con olfato para saber que malas y malas acciones crean más y más descontento y desengaño nacional. No creo que estemos sólo ante un cambio de foto del marco. Vislumbro --forma parte de la naturaleza humana-- que Raúl Castro quiere dejar implantadas sus marcas nacionales en la nueva historia de Cuba como el primer facilitador del cambio. Parece saber que ser reformista hoy en Cuba es hacer algo fascinante ante el pueblo.

Existen unos meteorólogos políticos cubanos que no dan nunca en la diana y están al volvernos locos con sus fallidos pronósticos. Nos han proyectado que a la muerte de Fidel Castro más de medio millón se tirarán de cabeza al mar viniendo para Estados Unidos. Bien podía el gobernante cubano o alguien a nombre de él enviarles una nota de agradecimiento porque afirmar ese hecho es valorar que el dictador es mejor que lo que viene. También me da mucha pena con los que piensan que al anuncio de la muerte de Fidel Castro en Cuba se van a dar levantamientos y que los que ostentan el poder hoy van a salir huyendo a otros países. No será así. En el molde de los países totalitarios son los propios sucesores los protagonistas iniciales del cambio. Ellos tienen el poder y control de la sociedad y aprovechan con inteligencia y prudencia la oportunidad que les brinda el momento para apuntarse los méritos del cambio que todos desean. Y reciben muestras de agradecimiento y apoyo de la población. Después viene todo lo demás por gravedad. Y sobre que va a suceder en Cuba como en agosto de 1933 o enero de 1959, tampoco será así. Vaticinar eso es desconocer a fondo lo que ha sido una dictadura extremadamente larga y paternalista como la cubana; y con una población que percibe que también arrastra y tiene altas cuentas de culpas. La pena es general y de todas las generaciones. Ojalá sepamos los cubanos también enterrar en el ataúd de Fidel Castro nuestras faltas. Errar es de humanos, perseverar en el error no. Hoy en la isla el pueblo quiere cambios sin sangre y sin desordenes. Todos deseamos tener una evolución sin caos.

Cuando se muera Fidel Castro, con excepción de la semanal oficial de duelo en cadena nacional, el gigantesco y largo velorio por provincias y el solemne entierro en el mausoleo de la Plaza, o en la comandancia de la Plata en la Sierra Maestra, el Cacahual o Santa Ifigenia, no sucederá más. Es un capítulo que hasta la actual dirección del país quiere cerrar. Para ellos en un estorbo nacional y para el pueblo hace rato está virtualmente muerto. Prevalece la indiferencia. Fue el propio Fidel Castro quien sepultó su mito con el largo tiempo que ha estado en el poder absoluto. Fue pírrico. Su enfermizo ego lo traicionó. No supo separarse a tiempo y ya hoy los cubanos le facturan todos los graves errores, caprichos, crímenes y estancamiento de Cuba. Es admirado de lejos por algunos extranjeros, no en Cuba.

En estos precisos momentos la comunidad internacional no debe revisar ni cambiar su política de no créditos al régimen cubano. Los extranjeros no son el problema, ni el freno de la apertura de Cuba. Es el régimen el que tiene que dar primero auténticos pasos y cambiar. La comunidad internacional, después. Cuba está en momentos cruciales y depende su futuro de lo que hagan sus hijos. Debían los sucesores, el exilio, la disidencia y otras partes representativas del pueblo estar dispuestas a iniciar una mesa nacional de apertura. Saber hacer un pacto nacional de compromisos entre las partes sería saber amar a Cuba.