LA JUSTICIA TARDA, ¿ PERO LLEGA ?
Armengol, voy a enriquecer tu anecdotario:
En Pinar del Río una famosa revolucionaria apodada ¨ La Gatica ¨ testificó abundantemente ( su foto y nombre están en esas primeras Bohemias de 1959 ) en los juicios contra militares y chivatos del anterior régimen que habían torturado y asesinado a jóvenes revolucionarios que usaban el terror y la vía armada para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista. En los años 70s un exhibicionista ( no violador ) le enseñó sus genitales a su hija casi adolescente cerca de la Terminal de Omnibus de Pinar del Río; la Gatica al enterarse tomó una pistola, fue a la terminal y a sangre fría mató al exhibicionista. Apenas cumplió años de cautiverio, el cual fue mayormente en una granja y bajo un régimen nada severo; su hija vive acá en los EEUU. Se cuenta que en los primeros días del triunfo de 1959 ¨La Gatica ¨ había asesinado en el mismo lugar donde estaba preso a ¨ El Basurero ¨, supuesto chivato del régimen de Batista que había delatado al joven hermano de La Gatica llamado Carlos Hidalgo.
Un jóven revolucionario al que llamaremos ¨ El Chino O... ¨ fue torturado por un militar de la dictadura de Batista de tal manera que le habían afectado los genitales y el poder procrear. Este revolucionario juró vengarse de su torturador, el cual fue encarcelado pero no fusilado. El Chino O perteneció desde el mismo triunfo al G-2 y a los pocos años perteneció al grupo superélite castrista que iba por el mundo repartiendo a sangre fría ¨la justicia revolucionaria ¨a balazos, bombas, ¨accidentes ¨, etc.... Adoptó a más de un niño junto a su esposa L....
Armengol, debistes señalar que en Argentina, Chile, etc., se busca la justicia contra aquellos defensores del régimen de la dictadura militar, pero se olvidan de los crímens cometidos por los también CULPABLES revolucionarios durante esa lucha.
Por Alejandro Armengol
Hay una viñeta de Vista del amanecer en el trópico, de Guillermo Cabrera Infante, que no se encuentra en las múltiples ediciones del libro en español. Tampoco en la versión francesa de Mille et une nuits, ni en la primera traducción norteamericana de Harper & Row. Para leerla se debe buscar la edición británica de Faber and Faber.
Cuenta Cabrera Infante que cuando el más apacible de los terroristas cayó en manos del más perverso de los policías de la dictadura batistiana fue torturado y casi asesinado. El hombre juró vengarse si lograba salir con vida de aquella situación, algo que sucedió casi por milagro.
Al caer la dictadura batistiana, el revolucionario buscó al torturador, pero éste había escapado con Batista.
Pasaron los años y el ex terrorista también tuvo que irse al exilio, que en su caso significó ir a vivir en otra isla, con igual idioma y algunas de las costumbres conocidas o ignoradas por largo tiempo, pero que no era Cuba. Allí continuó su vida de hombre apacible, pero sin olvidar nunca a su torturador.
Un día --sabemos que ocurrió casi veinte años más tarde, ya que la narración menciona el dato para los que gustan de las fechas-- y en la ciudad donde ahora vivía, algo parecida a La Habana o que él quería que le recordara a La Habana porque ésta era su ciudad, donde había vivido lo mejor y lo peor de su vida, el hombre, al que habían torturado salvajemente, vio a un anciano que intentaba cruzar una avenida muy transitada, sólo con el auxilio de su bastón.
Ayudó al inválido durante esa travesía ahora peligrosa. Este le agradeció el gesto y se dio cuenta de que su posible salvador del momento también era cubano.
¿Lo conozco?, preguntó el anciano ciego. Seguro que no, respondió el más joven. Pero seguro usted me conoce a mí, y aquel hombre indefenso agregó un nombre que conocía de sobra el otro. Este se dio cuenta de que estaba frente al torturador, a quien había buscado por más de un cuarto de siglo.
Por un momento, el ex terrorista pensó que finalmente había llegado el momento de la venganza. Pero pasado ese instante, que para ambos hombres no debió transcurrir en igual tiempo, aunque sí en el mismo lugar que ahora compartían, el más joven --que también ya era un viejo-- se limitó a decir que había oído el nombre. Luego partió para dedicarse a lo que le interesaba ahora, que no tenía nada que ver ni con política ni con revoluciones ni con asesinatos considerados como una forma de justicia.
Hay otra anécdota, u otra versión de la anécdota, que quizá sea la verdadera anécdota, y que por ello nunca llegó a la literatura. El ex terrorista, que había ocupado un cargo muy importante durante los primeros años del régimen de Fidel Castro, decidió en una ocasión viajar a Miami. Sabía que en esta ciudad, a la que ha vuelto con frecuencia, tenía muchos enemigos, que no le perdonaban --y no le perdonan-- su participación en el proceso revolucionario. Al llegar aquí recibió un recado de un famoso torturador batistiano, que vivió apaciblemente en esta ciudad hasta su muerte, sólo agobiado por los vejámenes de la vejez y de una esposa más joven que dicen lo maltrataba --y lo de la esposa joven y los insultos y las galletas que ésta le daba puede que sea sólo parte de la leyenda, y sólo sean ciertas las torturas durante la época de Batista.
El recado en cuestión --y puede también que ambos torturadores sean una misma persona en las anécdotas, aunque en realidad asesinos diferentes, o que no se hable de un ex terrorista sino de dos-- era un ofrecimiento. El torturador de Miami, dueño de una agencia de seguridad en esta ciudad, le ofrecía protección --incluso estaba dispuesto a poner uno de sus detectives al servicio del ex revolucionario castrista, sin costo alguno--, porque sabía de los peligros a que se exponía el ex terrorista con el viaje.
Para las naciones, la justicia y el desarrollo marchan muchas veces por caminos opuestos. La estabilidad, y la mejora del nivel de vida de los ciudadanos, se alcanza casi siempre a través de las vías más mediocres y menos gloriosas.
Los japoneses han dejado atrás el rencor por los millares de inocentes muertos en los bombardeos a sus ciudades durante la II Guerra Mundial, al tiempo que las atrocidades cometidas por el ejército imperial nipón han quedado reducidas a los argumentos cinematográficos.
El empeño en recobrar la totalidad de la memoria de la guerra civil española tardó muchos años en imponerse sobre el ''pacto de silencio'', que llevó a no hablar --ni siquiera en las reuniones familiares-- de los asesinatos cometidos por ambos bandos durante la contienda.
En otros países como Chile y Argentina, la necesidad de castigar a los culpables ha sido mucho más fuerte, debido en gran parte a que las heridas continúan abiertas.
Resulta provechoso que un fabricante japonés sea conocido por sus automóviles y no por los aviones que una vez creó para ser lanzados en ataques suicidas contra los buques de la armada estadounidense.
También es necesario el conocimiento de la verdad. Alemania ha realizado una labor ejemplar, al poner en las manos de sus ciudadanos los expedientes acumulados durante años en la Stasi.
En cualquier caso, lo mejor para una nación es llegar al momento en que los hechos ocurridos durante dictaduras y guerras de cualquier índole son temas de libros y películas. Contribuir a no demorar su llegada merecía hasta un calificativo muchas veces distorsionado: es un deber patriótico.
En el caso de Cuba, esta inquietud apenas está planteada en un sentido más amplio, que incluya a víctimas y victimarios de ambos bandos. Enfrentarla es más provechoso que perseguir rumores y alentar bravatas. Preferible sustituir el rencor por la memoria y no por el olvido.
aarmengol@herald.com
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