CASTRISMO 2.0
Por Jorge Ferrer
Ya pasan dos años desde la delegación de poderes de Fidel Castro a favor de su hermano Raúl. Dos años desde que Carlos Valenciaga leyó aquella Proclama que permitió a los cubanos atisbar el arribo de la eufemísticamente llamada ''solución biológica'', la única que parecía entonces capaz de enrumbar a Cuba hacia una transición, prácticamente descartadas ya la posibilidad de una movilización popular que la reclame o una apertura motivada por la presión del embargo norteamericano a la isla.
Para quienes anhelamos una transición de Cuba hacia la democracia y el desmontaje del régimen totalitario instaurado en la isla desde finales de los años 60, los algo más de 24 meses transcurridos desde entonces han sido un curioso viaje. Uno que nos ha llevado al pasado y nos ha insinuado el futuro, aunque al final nos haya dejado en pose que recuerda la lezamiana figura del ``peregrino inmóvil''.
Desde la distancia, hemos visto cómo el gobierno de Cuba comenzaba a utilizar la palabra ''cambio'', asistimos a la denuncia del igualitarismo y las ''prohibiciones absurdas'', hemos sido testigos de un ensanchamiento de los límites de la crítica a la administración, sea a partir de iniciativas espontáneas --la llamada ``guerrita de los e-mails''--, o de movimientos patrocinados por el propio estado cubano --ciertos reportajes publicados en la prensa o la sección Cartas al Director en el periódico Granma. Hemos atendido también a las fisuras que se han abierto en el celoso discurso que estigmatiza al consumo para dejar paso a la venta de artículos destinados al ocio. En ese capítulo se produjo además la suspensión del ominoso apartheid que impedía a los cubanos residentes en la isla el acceso a instalaciones turísticas. Hemos seguido, por último, las iniciativas legislativas que persiguen la transformación del sector agropecuario y la puesta en valor de los salarios.
Esa nómina de ''cambios'', dos años enteros desde el paso de Fidel Castro a su actual estado de grafómana clandestinidad en uniforme deportivo, dibuja --sería estéril negarlo-- el paisaje de una Cuba distinta a la del primer semestre de 2006. Pero el paisaje de esa Cuba es uno donde los trazos van apareciendo con lentitud pasmosa y por lo mismo extenuante. Nada en ellos apunta a la voluntad de emprender una genuina transición hacia la democracia o el libre mercado. Más bien al contrario, la cerrazón ideológica y la represión a la disidencia interna no han cesado. Tampoco la insinuada reforma en materia de propiedad, de la que debía encargarse la comisión interdisciplinaria puesta en marcha a finales de 2006, ha dado de sí lo que esperan decenas de miles de cubanos ansiosos por desplegar su iniciativa individual, y desasirse así de la tutela del estado.
Hay, sin embargo, un elemento que amenaza con poner en jaque la estrategia gatopardista de Raúl Castro. Se trata de un elemento crucial de la estrategia de legitimación con que inauguró su interinato. Entonces, la incertidumbre acerca de su recuperación hizo que el régimen necesitara repensar su fundamento legitimante. Desprovistos de la figura del octogenario dictador que funcionara como valladar a la capacidad crítica de la sociedad cubana, se hacía evidente que la presión social iba a requerir una válvula por la que purgar el vapor de la impaciencia.
Y fue ahí que se produjo el lanzamiento de lo que me gustaría llamar Castrismo 2.0, donde, a la manera de la Web 2.0, se presupone la activa participación de los usuarios en la gestión y generación de contenidos. El llamamiento a un debate nacional en torno a aquello que debía ser cambiado provocó, salvadas las resistencias iniciales, más de un millón de ''aportaciones''. El propio Raúl Castro mencionaba las opiniones que llegaban a su despacho --cabe pensar que debidamente tabuladas--, y al ser preguntado en una ocasión por una periodista, alentó aún más las expectativas de cambio por mucho que usara expresión cautelosa: ''Poco a poco''. También esa línea participativa fue la que pareció primar en el último congreso de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC), donde se alimentó la ilusión de que el gobierno era receptivo a la crítica y daba participación en la gestión de los ''cambios'' a sectores potencialmente conflictivos de la sociedad.
Ahora, dos años después de la Proclama y tras conformar un gobierno que, como antaño, busca legitimarse en la lucha armada contra el régimen precedente, las últimas intervenciones públicas de Raúl Castro han despejado cualquier duda que aún tuvieran los cubanos acerca del alcance de los ''cambios'' y el tempo de su ''Poco a poco''. Saben que se los quiere devolver al espacio donde han vivido por décadas: el triste imperio de la espera.
El Castrismo 2.0, esa invención puesta en marcha en un momento crítico, se podrá convertir, no obstante, en amenazante dispositivo social a favor de los cambios. Un dispositivo bien difícil de neutralizar o desmontar. Sucede lo mismo con la red de redes: ¿acaso es imaginable retrotraer el uso de Internet a los tiempos de la Web 1.0?
La pregunta flota también sobre La Habana: ¿será posible revertir el Castrismo 2.0 y devolver a los cubanos al rol de pasivos y expectantes sujetos de la política dictada desde los grises edificios de la Plaza de la Revolución? Es posible, y hasta probable, que por esta vez el régimen cubano no encuentre coercitiva ''intranet'' que silencie a quienes tienen mucho que decir y tanto que reclamar.
www.eltonodelavoz.com
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