sábado, agosto 16, 2008

LA JIRAFA SÍ TIENE PASAPORTE

La jirafa sí tiene pasaporte



Por Roberto Casín


Ya no nos han dejado casi nada de país. Vivíamos, unos hasta ayer y otros hasta ya hace unos cuantos años, en una isla que alguna vez fue igual de maravillosa como la que más. Y por la que también como la que más, los que nacimos en ella llegamos a sentir ese orgullo colectivo y contagiosa emoción que afectivamente se inculca como amor a la patria en las aulas, desde el primer día de escuela, a los acordes de un himno y al pie de una bandera.

Hasta los menos expresivos experimentamos alguna vez ese nudo en la garganta y esa extraña alteración de ánimo. Sin embargo, algo muy distinto sienten hoy los que no se pueden marchar, quienes aún acarician el sueño de irse y dejar atrás el que debía haber sido en buena ley su país y que un mal designio les convirtió en calabozo. A esos les mataron el fervor cívico y el altruismo del que da fe la gente, en diferentes circunstancias y en otras partes del planeta.

La patria de los cubanos perdió el rumbo entre página y página de una historia adulterada y sobre los pupitres donde en vez de educar se adoctrina: la nación anda errante en busca de consuelos que todavía muchos no logran o no pueden encontrar; y el país es sólo ya una consigna bajo la que a sus habitantes no les queda otra que resignarse a vivir como se les ordena o morir aparentando una felicidad que no tienen.

Por cosas de la vida, mejor suerte han corrido en cambio algunas fieras y criaturas exóticas que, para mayor fortuna, tampoco se vieron nunca obligadas a exteriorizar el entusiasmo suicida que el gobierno de la isla exige a sus ciudadanos.

Los que en el extranjero aún simpatizan por idiotez o mala madre con las calamidades que vive la isla deberían releer sin prejuicios la noticia que a continuación reseño, recién difundida por la prensa y que informa del próximo envío a Venezuela, entre otros, de un león, un hipopótamo pigmeo, dos hienas, un antílope, una búfala africana watusi y una jirafa, hasta ahora inquilinos del jardín zoológico habanero.

El mayor mérito de esa fauna quizás consiste en que gracias a ella no podrá seguir diciéndose que el gobierno trata a los cubanos ``como a animales''.

Resulta que según un tal Escobar, director del parque, a pesar de las estrecheces económicas que vive desde hace décadas la isla, el país se ha ganado merecida reputación por cuidar bien a sus bestias.

La delegación de cuadrúpedos, que de seguro ya dispone de vacuna, pasaporte y visto bueno de la policía para poder salir del país, porque si no las celosas autoridades migratorias no le dejaría hacer el viaje, es heredera de otros animales que sobrevivieron airosos el aciago periodo especial de los años 90, cuando tras el colapso de la Unión Soviética muchos de sus vecinos de jaula terminaron ensartados en pinchos y dentro del horno de algunas familias de la capital.

Pese a las adversidades y las privaciones de la población, el gobierno se las agenció heroicamente para fomentar una de las mejores colecciones de animales africanos del mundo: alrededor de 400 cebras y 300 leones nacidos y engordados en cautiverio durante todos esos años en las afueras de la ciudad, lejos de la vista pública.

Eso se llama amor por los animales. Tanto que el director del Zoológico admite que la mayor inquietud hoy de los empleados y los cuidadores del parque es que la jirafa que ya tiene las maletas hechas para irse a Venezuela no pierda su dieta especial de plátanos, boniatos, calabazas, leche de vaca y huevos duros. Están preocupados, dicen, porque la jirafa es tan delicada como un niño. Hombre --quisieron decir--, como los niños que en Cuba después de los siete años jamás supieron lo que era tomar leche.

Que las autoridades cubanas hayan exportado alimentos, restándolos onza por onza a las magras cuotas de comida destinadas a la población, es al parecer cosa de poca monta. Lo inusitado y pintoresco es que además de guardaespaldas, espías, deportistas, adoctrinadores, soldados y médicos Cuba también esté exportando ahora animales exóticos. Qué pena que las fieras de las que más falta le hace deshacerse sigan estando dentro de la isla.

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