viernes, septiembre 26, 2008

NO ES PROPAGANDA ¡ ES HISTORIA !

Nota del Blogguista

Hasta en el oficialista Instituto de Historia de Cuba, hay historiadores que , con mucho cuidado y astucia, están haciendo un balance más objetivo de la figura de Fulgencio Batista en los añoa 30s. En el tomo La Neocolonia, de una obra en 5 tomos, publicada en 1998 y escrita por un colectivo de investigadores del Instituto de Historia de Cuba, se muestra ese balance. Ese tomo fue uno de los libros que logré salvar del naufragio que reperesenta todo Exilio, al decir de Manuel Díaz Martínez.
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No es propaganda, ¡es la historia!


Por Emilio Ichikawa


El señor Carlos Ripoll ha reunido en un folleto titulado ''Banquete de tiranos'' (Editorial Dos Ríos, NY, 2008) dos artículos suyos publicados en la prensa de Miami; sendas críticas a otros artículos de la periodista Ivette Leyva Martínez y el doctor José A. Mijares respectivamente.

La crítica de Ripoll tiene como ingredientes fundamentales la ira ilustrada y el docentismo. Habla en sus réplicas como el profesor que expone un plan creíble, hasta coherente, pero que ni es científicamente correcto ni políticamente útil. Lo primero porque el enfoque causal y teleológico de la historia, desde el que Ripoll avanza prejuici os como ''Fidel Castro fue el primogénito del 10 de marzo'', no está ''demostrado'' ni puede demostrarse. El ''determinismo'' finalista, como dijeran Locke y Hume, es uno de esos temas que se sitúan más allá de los límites del entendimiento humano. Lo segundo porque Ripoll, al quejarse de que en la prensa de Miami se ha celebrado un banquete en honor a Machado y Batista (cosa incierta), no se percata de que lo que en verdad ha ocurrido es el intento de balancear, en aras de la verdad histórica, el desprestigio de la historia republicana de Cuba que ha practicado durante medio siglo la propaganda histórica del castrismo.
Ripoll no comprende que en el momento actual no se trata sólo de sostener una pose intelectual; ni siquiera de la necesaria superación del castrismo insular, sino de la necesidad de redefinición y reconsideración de la misma nacionalidad cubana en que la historia del totalitarismo ha desembocado. Sin embargo, en su nostalgia apologética, en su recuerdo romántico de las luchas revolucionarias de la juventud estudiantil cubana, Ripoll cree que se ha criticado insuficientemente a Machado y Batista y se nos ha ido la mano en la crítica a Castro. Y asegura: ''pero el hecho de que los Castro hayan sido más criminales y más funestos para Cuba no excusa silenciar las otras tiranías'' (p. 18).

( Gerardo Machado y Morales)

Al parecer Ripoll también quiere lograr un balance, pero no sabemos respecto a qué estado de cosas. Por=2 0lo pronto no entiende que la base demográfica cubana ha cambiado y, con ella, los lectores (dentro y fuera de Miami) de los diarios donde se publicaron los artículos que critica. Ya no se trata del mismo Miami. Ya no se trata sólo de Miami: la mayor parte de los cubanos vivos no es resultado de una cultura histórica que se ha pasado en críticas a Castro y elogios a los presidentes de la república, sino todo lo contrario.

Así que cuando Ripoll se posiciona en la creencia de que hay que criticar más a las figuras republicanas y no tanto a Castro, en verdad lo que nos da es más de lo mismo; aunque él crea que se comporta como un Cristo ilustrado, como un nuevo Martí que marcha contra la corriente. La prueba: si censuramos las propias citas de los autores que critica (y que es el grueso de su folleto), Banquete de tiranos, de Carlos Ripoll, puede ser leído, y hasta aplaudido, en cualquiera de las Escuelas del Partido de la isla.

El primer artículo que critica Ripoll fue publicado por el doctor José A. Mijares en el Diario las Américas (Miami, 20 de mayo de 2000). El crítico parte rebajando el texto con malicia al llamarlo ''publicidad''. Este lance marcará ya todo el tono de su réplica, que por demás se reduce a transferir al periodista los calificativos y remedios (''Clávalos, clávalos / En el horcón más alto del camino'') que Martí había escrito s obre los tiranos en un poema titulado precisamente Banquete de tiranos. Los argumentos de Ripoll no pasan de ahí. El resultado es desprestigiar la elección, ejercicio, y cierre de la ''época machadista'', sin aportar algún elemento que ayude a entender (o incluso criticar con inteligencia) ese pasaje de la historia cubana.

( Fulgencio Batista y Zaldivar )

La segunda andanada de Ripoll va contra un artículo publicado por la periodista Ivette Leyva Martínez en El Nuevo Herald (Miami, 23 de mayo de 2008) que refiere (con datos) la actualización de un interés por la figura histórica de Fulgencio Batista. Cubriendo el texto de Leyva Martínez precisamente las nuevas propuestas de crítica documentada al autoritarismo batistiano en sus propias raíces (lo contrario de lo que lee Ripoll), uno no entiende el malestar del estudioso. Pero después, repasando su artículo, se cae en la cuenta.

Ripoll sospecha que la publicación de este trabajo investigativo en El Nuevo Herald ''en páginas enteras y fotos amables'', es nada menos que un eco ''del esfuerzo iniciado hace tres años en la Universidad de Miami por ofrecer una cándida memoria de Batista'' (ibid). Y ya con esto el problema se despeja: lo que quiere abordar Ripoll no es ni la historia ni la interpretación de la historia, ni siquiera el trabajo periodístico de los autores citados, sino más bien cuestiones burocráticas y de legitimidad intelectual. Pero esto, como todos saben, ya tiene que ver con otro tipo de debate.