martes, octubre 14, 2008

EL NUEVO BANDAZO DEL CASTRISMO

El nuevo bandazo del castrismo ( II parte y final )



Por René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Hay que reconocer que no falta algún despistado que se declare identificado con esas últimas medidas del régimen. Ciertos cubanos de a pie, acostumbrados desde hace décadas a la pobreza, pero que en el presente vislumbran el rostro canino de la miseria, se sienten contentos de que el gobierno socialista (el mismo que durante casi medio siglo los ha mantenido en un nivel de mera subsistencia) exprese ahora que los precios de los productos agrícolas serán mantenidos bajo control. Esos compatriotas desesperados no paran mientes en que no se trata de los precios —altísimos, como todo el mundo sabe— que fija arbitrariamente el monopolio estatal en su inmensa red de tiendas, sino apenas de los que priman en los minoritarios mercados campesinos.

Por supuesto que los puñetazos de la realidad no tardarán en abrirles los ojos a esos ilusos. De hecho, ya está sucediendo así. Incluso en este momento hablan elocuentemente las tarimas vacías de los agro mercados, y todo hace presumir que en las semanas venideras esa situación empeorará. Ante ese cúmulo de realidades, para el régimen no hay recurso más probado que el de la represión: se trata de un campo en el que los comunistas criollos tienen amplia experiencia.

Al menos por el momento, los voceros del castrismo han optado por el lenguaje de las generalidades, de las medias tintas. Se habla de hacerle la vida imposible a quienes se aprovechen de la situación especial de hoy, de la necesidad de actuar con rigor y rapidez, del uso de mucha fuerza y de mano dura, de celeridad y abreviación de los juicios. Pero, al menos por el momento, faltan en la historia oficial los pormenores de la represión.

Esos detalles tenemos que buscarlos en la labor informativa que valientemente brinda la reprimida prensa independiente cubana. El dinámico Carlos Serpa habla de juicios que se desarrollan a puertas cerradas, y en todos los municipios de la capital. También se oye hablar de actos judiciales de ese tipo que se celebran tan pronto se producen las detenciones, incluso en las propias estaciones de policía a las que son conducidos los arrestados; de penas que exceden el decenio.

A la represión a la que puede suponérsele un origen económico, se suma la de carácter claramente político. Menudean las citaciones y otros actos análogos en diversos puntos del territorio nacional donde ha habido airadas protestas populares frente al desamparo que sufren los lugareños. Junto a los delitos de codicia se señala también la proliferación de desórdenes públicos, atentados, desacatos y resistencias. ¿Qué clase de actos pueden esconderse tras esas tipologías penales, sino los que se derivan de explosiones puntuales de la ciudadanía desesperada?

La represión se cierne incluso sobre los que realizan la importante labor de monitorear la situación de los derechos humanos e informar sobre las violaciones de éstos y sobre los pormenores de la arremetida oficialista. Tal es el caso —entre otros— de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.

El concepto de que los problemas sociales pueden resolverse enviando gente a prisión se pone una vez más en el orden del día en el seno del establishment cubano. De nuevo se olvida que la política criminal no puede ser un problema de modas, de “ondas”, como diría un joven de hoy.

Algunas veces —las menos— los vaivenes típicos del castrismo han conducido al régimen a la despenalización, la concesión de indultos o la tramitación de miles de revisiones en favor de los reos; pero ahora el bandazo de turno lo lleva —como tantas veces antes— hacia el lado opuesto: hacia el incremento de la represión. Regresan los tiempos lúgubres que han estado signados —en dependencia de la situación coyuntural— por la multiplicación de los fusilamientos, por las operaciones policiales y por las sanciones de prisión más propias de paquidermos que de seres humanos. ¡Que Dios se apiade de los cubanos!

El nuevo bandazo del castrismo (I parte)