UN CAMINO NADA FÁCIL
Un camino nada fácil
Carta de Víctor Rolando Arroyo
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Reproducimos la carta de Víctor Rolando Arroyo, periodista independiente condenado a 26 años de cárcel en abril de 2003, encarcelado en la prisión Kilo 5½, en la provincia Pinar del Río. Su esposa, Elsa González Padrón nos hizo llegar la misiva precedida de las siguientes palabras:
Ésta, es una carta personal. La hago pública para que el mundo conozca lo que sucedió, lo que él (Víctor Rolando Arroyo Carmona, prisionero de conciencia) sufrió y como se sintió y siente con respecto a esas personas que lo agredieron y los que lo mandaron a agredir también.
El 4 de septiembre Víctor llama y cuando estamos conversando escucho una voz que le dice: “¡Que cuelgue!”. “¡Oye, que cuelgue!”. Y él le dice: “Son 25 minutos, sólo he hablado 15, recuerde que comencé a las 3 menos cuarto, son las 3, me quedan 10 minutos”. Yo le digo, “mira no te dejes provocar, vamos a seguir conversando”, pensando que es un oficial. Y siento que la voz dice: “¡Oye, que cuelgue!”, entonces él le responde: ¡Qué dices! Y cae la llamada. Yo no sé qué sucedió después, porque el próximo viernes no llamó, entonces supimos por otros reclusos que no era un oficial, que eran dos reclusos que entraron a la cabina.
Allí, donde están los teléfonos, hay una reja. El oficial que lo llevó, que fue el capitán Osmany, debe cerrar con candado para que el reo converse, y abrirla cuando va a buscarlo. Al oficial se le ‘olvidó’ poner el candado, entraron esos reclusos y entonces le dieron golpes. A continuación, íntegramente, la carta:
Pinar del Río, 7 de septiembre de 2008, Prisión Provincial Kilo 5 ½
Sra. Elsa González Padrón
Mi tan necesitada chiquitica:
Aún adolorido y sin cicatrizar mis heridas te escribo. Lejos de sentir rencor u odio, me siento plenamente realizado. Todo lo que acontece reafirma que no fue ni precipitada ni errada mi decisión de años atrás de asumir este camino cuajado de penas y riesgos, pero que nos da momentos de infinita satisfacción, aunque el sabor que tengamos en la boca sea amargo.
Nunca pensé que llevaría con tanto orgullo estos hematomas en mi rostro. Sabes, en estos días he pensado mucho en personas como Gandhi, Luther King y Mandela. No es lo mismo leer sus versiones de momentos extremos, que vivir en carne propia algo similar. Pero es real que se aprende y se logra contener los instintos de responder de igual forma, y seguir siendo el animal irracional al que en algún momento esperaran convertir. ¿Por qué ocurren cosas así? Sin lugar a dudas: frustración, desespero, pérdida del control, y por sobre todo ausencia total de valores éticos. ¿Acaso vamos camino a nuevos eventos de desenfrenos? Pienso que sí.
( Elsa González Padrón al centro, a su lado Marta Carmona, madre de Víctor, y una de las hijas de Víctor )
Nada aquí es fortuito, todo lo que ocurre es premeditado. Y aun más en mi caso particular. Cuando ocurrían los eventos sentí una total calma y me embargó un sentimiento de pena por aquellos que, confabulados, actuaban como una farra desenfrenada.
Apenas unos días antes aparecía en el diario oficial Granma, día primero, una frase que decía que nunca habíamos sido sometidos a ultrajes personales e inhumanos. ¡Qué ironía! ¿Cuánto silencio se puede lograr por la fuerza bruta? ¿Cuánta similitud a eventos similares tan criticados? ¿Cuánto parecido hay entre estas personas y aquellas que años atrás se decían defensores de sus verdades?
Sería ingenuo decirte que no te preocupes. Realmente vivo en un margen de peligro real, pero no temo. Sabía desde el principio que llegarían momentos así. Si relees algunas de mis cartas, te hablaba de ello. Ya hoy ese vendaval está sobre nosotros, lo enfrentamos y soportamos sin temor y con dignidad. Si mis momentos de angustia sirven para desenmascarar a quienes dicen una cosa y hacen otra, haría como los antiguos espartanos: me echaría yo mismo el fuego, con una espléndida sonrisa.
Hemos llegado hasta aquí por un camino nada fácil. Aun el tramo es largo y no exento de contratiempos. Pidamos a Dios, no que nos evite los contratiempos, sino que nos dé la lucidez para vivirlos con una profunda fe, y que podamos cerrar nuestro corazón al odio y a la venganza, y al rencor.
Cuídate junto a nuestros hijos.
Besos, muchos besos,
Víctor Rolando Arroyo Carmona
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