LA MÁS GRAVE VIOLACIÓN
Tomado de http://www.cubaencuentro.com
La más grave violación
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Durante casi cincuenta años, el gobierno se ha dedicado a destruir la pertenencia más preciada de cualquier ciudadano: ser dueño de sí mismo.
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Por Alberto Méndez Castelló
Las Tunas | 11/12/2008
Hospitales con retretes desbordados, parques con restos de bancos, calles y carreteras ahuecadas, ómnibus apedreados, ladrones, proxenetas, prostitución infantil, jóvenes a quienes da igual ser doctores que gamberros… ensombrecen el panorama actual cubano. A los ciudadanos les han negado derechos humanos básicos: pensar, hablar, crecer, andar, mirar, leer sin escogerles las lecturas y escribir sin llevarles la mano, y ahora pretenden que se comporten como seres civilizados.
( Las Damas de Blanco, agredidas por simpatizantes del gobierno, en La Habana, el 20 de marzo de 2007. (AP) )
La parábola del sembrador quizá hoy sea congruente con la sociedad cubana como en ningún otro lugar del mundo. Sembraron la Isla de cárceles, de campos de trabajo forzado, de campamentos militares y plazas donde amplificaron discursos huecos, pero sobre todas esas atrocidades, plantaron el archipiélago de escuelas en las que, amén de una instrucción dogmática, el tono de voz fue el grito.
El doctor Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, recientemente interrogado sobre la falta de veneración de la juventud universitaria por esa institución, confesó no poseer todos los elementos para clarificarla, pero refirió carencia de valores típicos de las sociedades marginales. El funcionario habló de empobrecimiento del lenguaje, deterioro de las costumbres y el comportamiento social, y mencionó que en la Universidad, de algunos bancos sólo quedan las bases, porque las maderas han sido arrancadas al estilo de los vándalos en los parques de La Habana.
No dijo el doctor Alarcón, al mencionar que lo primero que no debía faltar a los estudiantes era el sentido de pertenencia a la Universidad, que precisamente el gobierno que él representa, durante casi cincuenta años se dedicó a destruir, mediante la colectivización, la pertenencia más preciada del ser humano: ser dueño de sí mismo.
Resulta ocioso detallar cómo la colectivización transformó los campos labrantíos en tierras baldías, y cómo la promiscuidad ya va transformando en burdeles no pocos hogares.
Al aprobar la Asamblea General de Naciones Unidas la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948, recomendó a todos los Estados miembros publicar el texto y procurar fuese "divulgada, expuesta, leída y comentada principalmente en las escuelas y demás establecimientos de enseñanza, sin distinción basada en la situación política de los países o territorios".
A no dudarlo, en los últimos cincuenta años, esta ha sido la más grave violación que el gobierno de la Isla ha cometido con los ciudadanos: negarle el conocimiento y el ejercicio de los derechos humanos al pueblo de Cuba.
Gente de palabras en los labios y el cerebro vacío han empantanado el país en una crisis económica de difícil solución, pero, sobre todo, la han hecho caer en un lodazal ético: ya con demasiada frecuencia los ciudadanos confundimos las fronteras entre el bien y el mal.
Los discursos oficiales prefabricaron el lenguaje de los cubanos, haciéndoles expresar lo que no sienten, y los actos de repudio los han entrenado como vándalos, al extremo de hacerles descargar el odio sobre objetos inanimados: son reacciones naturales ante las precarias condiciones de vida. Sería útil que cada cual sepa identificar cuáles son sus derechos, y echara a andar los músculos capaces de ejercitarlos, por alguna razón somos seres humanos.
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