BARACUTEY CUBANO

Por Ninoska Pérez Castellón

Diario Las Americas
Publicado el 03-21-2009




El presidente de Brasil se ha tomado muy en serio el problema de Cuba. A tal punto, que se ofreció de intermediario para abogar por el levantamiento del embargo estadounidense a Cuba. Después de todo, hay que unirse al coro de que quienes desde las presidencias de sus respectivos países, abogan por la permanencia de la dictadura más férrea y prolongada que ha conocido el hemisferio.

Para dramatizar más su llegada a Washington, Lula da Silva envió una donación a Cuba de 20 mil toneladas de ayuda humanitaria para los damnificados de huracanes que azotaron la isla hace ya seis meses. Para no desperdiciar el drama, la mercancía fue transportada en un barco español. Los inversionistas españoles son gente generosa, fabrican hoteles de lujo en Cuba, donde no pueden hospedarse los cubanos. Alardeaban que les habían dado la mala a los americanos porque invertían en Cuba, mientras que a ellos se lo prohibía el embargo. Ahora les hace falta que los yankees, acompañados de sus dólares, puedan viajar a Cuba y así poder salvar la maltrecha industria turística. Estelar proyecto que, en una de esas curiosidades del socialismo, inversionistas privados descartan dignidad y se involucran en un “joint venture” con las fuerzas armadas de la Cuba de los hermanos Castro.

En su papel de abogado del diablo y del hermano del diablo, el presidente del país conocido por sus espectaculares favelas, en un tú a tú con el presidente Barack Obama, le pidió que Estados Unidos cambiase su política hacia Cuba. Sin consideración alguna que eso es una intromisión en los asuntos internos de otro país, Lula da Silva continuó pidiendo una re-evaluación de las relaciones de Estados Unidos con la región.

No le bastó con hablar sobre Cuba en Washington y Lula, el mensajero, partió rumbo a Nueva York, donde asistió a un foro auspiciado por el diario Wall Street Journal. Y Lula siguió hablando de Cuba, con esa incontinencia verbal que sólo conocen los presidentes de países de abismales contrastes. “El embargo no tiene sentido en el siglo XXI” dejó bien claro el mandatario brasileño.

Pero Lula dijo más: “Ya no hay nada, desde la perspectiva política que impida el restablecimiento de las relaciones entre EU y Cuba. No es posible en el siglo XXI llevar a cabo una política del siglo anterior, tenemos que pensar en el siglo XXII”. ¡Fenomenal! Tal parece que, como la paloma de la canción de Serrat, Lula creyó que el norte era el sur. Debe ser por eso que ignora que es en Cuba donde no les permiten acceso a los cubanos a la Internet, donde los cubanos viven aun sometidos a arcaicas leyes esclavistas que les exigen un permiso de las autoridades para poder abandonar su propio territorio, si así lo desean, y otro para regresar, si es que lograron escapar. Cuba, país donde a los hijos de los desertores que quedaron atrás, les niegan el poderse reunir con sus padres por considerarlos traidores.

Llama la atención que Lula, durante su viaje reciente a La Habana, donde aprovechó para retratarse con el último dinosaurio del Caribe, no pidió la liberación de los presos políticos. Tampoco abogó por sus esposas, madres, hijas y hermanas que, vestidas de blanco, recorren las calles exigiendo la libertad de sus seres queridos. Prefirió ignorar que en ocasiones el propio régimen se ha encargado de arrestar a estas valientes mujeres y que, en una medida típica del siglo XV, no les permiten viajar de un municipio a otro dentro de su propio país, para evitar así que ejerzan el derecho de todo ser humano de manifestarse libremente.

Llama aun más la atención que Lula da Silva no considere que la represión en Cuba es característica del siglo anterior. Durante su reciente viaje a La Habana, no intercedió para que Fidel Castro permitiera libertad de prensa, tampoco abogó por los hombres que se encuentran en prisión por practicar periodismo independiente o aquellos que hace seis años, arrestados durante lo que se conoció como la “Primavera Negra”, cumplen condenas de 20 años de privación de libertad, algunos por fundar bibliotecas independientes y así intentar romper la censura oficial.

En su desasosiego, Lula da Silva olvidó pedirle a Raúl Castro que ponga fin a la represión y la censura y que permita al pueblo de Cuba celebrar elecciones libres y democráticas. De nuevo, como la atribulada paloma de Serrat, Lula creyó que la noche era la mañana y no vio el ocaso de una gerontocracia militar que sigue aferrada al poder por la fuerza y la represión como única vía para imponer sus gastadas voluntades.

Es evidente que a Lula no le preocupa la reciente purga en La Habana, la cual, con una orden de Raúl Castro, fueron sacados de sus cargos los mismos funcionarios que una vez le estrecharon su mano. Los mismos que eran considerados parte de las nuevas y jóvenes generaciones de la revolución y que con un solo párrafo de una de las reflexiones de Fidel Castro calificándolos de indignos, quedó sellada su nueva condición de no personas.

Y ya que Lula da Silva anda conminando a Estados Unidos a pensar en el siglo XXI, sería prudente que planteara lo mismo para Brasil. País, que aun en el siglo XXI, está marcado por abismos insondables entre ricos y pobres, entre blancos y negros. Donde todavía los terratenientes pagan salarios indecorosos a trabajadores carentes de beneficios sociales. Haría bien Lula en ocuparse de los problemas de su país que son muchos y son serios. Haría mejor aun en dejar a Cuba tranquila y no servir de mediador o apologista de una dictadura. Y ya que no le interesa la libertad del pueblo cubano, sino la permanencia de una dictadura militar, le hago a Lula un “forward” con las palabras del Rey de España a Hugo Chávez cuando de Cuba se trata: “¿por qué no te callas?”

Fonte: Identificada en el texto
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