martes, diciembre 15, 2009

OBAMA Y LA CUBA INVISIBLE

OBAMA Y LA CUBA INVISIBLE



Por Alfredo M. Cepero.


El pasado 10 de diciembre, fecha en que se conmemoró el sexagésimo primer aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por las Naciones Unidas, Barack Obama pronunciaba en la capital noruega su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz. Mientras tanto, en la Habana, el mismo día y casi a la misma hora, medio millar de rufianes agredía sin compasión ni cuartel a mujeres indefensas y pacíficas que denunciaban la violación de los derechos humanos en el infierno de las cárceles castristas. Las Damas de Blanco, Laura Pollán y Berta Soler, daban testimonio de cómo unas treinta mujeres armadas de flores y palomas blancas en señal de paz eran perseguidas a empellones y jalones de cabellos hasta la misma puerta de la casa de Laura. Hace solo unos días la bloguera Yoani Sanchez era sometida a un tratamiento similar. Y cerca de allí, en el barrio del Vedado, Yusnaimy Jorge, esposa del preso Darsi Ferrer, era detenida y conducida a una estación de policía cuando protestaba por el encarcelamiento de su marido sin juicio ni cargos verídicos.

Regresando a Oslo, el Presidente Obama hizo despliegue de su acostumbrada elocuencia en un discurso que fue bien recibido hasta por sus propios adversarios en el escenario político norteamericano. Consciente de que, por primera vez desde su residencia en la Casa Blanca, su nivel de aprobación ha descendido por debajo del 50 por ciento en las encuestas de opinión pública, Obama se refirió a la “guerra necesaria” como medio de garantizar una paz perdurable. No podía hacer otra cosa después de haber accedido, aun cuando fuera en cantidad limitada, a la solicitud del general Stanley Mcchrystal de enviar 30,000 soldados a Afganistán. Menuda sorpresa deben haber experimentado los noruegos cuando su paloma de la paz se les presento vestido de guerrero de la democracia. Con ello Obama se despojó de su halo de predestinado y se nos mostró como un político del montón dispuesto a cambiar de tono con tal de conservar el poder.

Pero Obama, siendo quién es, no podía dejar de congraciarse con las izquierdas y trató de quedar bien con ambos extremos del espectro ideológico. Defendió el derecho de los Estados Unidos a garantizar su seguridad pero destacó su decisión de prohibir la tortura y cerrar el centro de detención de la Base de Guantánamo. Condenó el terrorismo de los musulmanes fanáticos pero la emprendió contra las Cruzadas auspiciadas por el cristianismo entre los siglos XI y XIII. Como es su costumbre, mezcló la gimnasia con la magnesia. Porque mientras el terrorismo islámico es un peligro real cuya secuela incluye 3,000 víctimas en las Torres Gemelas de Nueva York hace solamente ocho años, las Cruzadas son simplemente una nota al pié en los anales de una historia remota.

En un discurso de tal envergadura y ante un auditorio con tales características no podía desde luego faltar el tema de los derechos humanos. Obama lo abordó relacionando la paz mundial con el respeto a dichos derechos. Dijo que las naciones civilizadas no pueden permanecer indiferentes ante “genocidios como los de Darfur, violaciones sistemáticas como las del Congo y represiones como las de Birmania” Y agregó: “Es correcto que utilicemos medios diplomáticos pero cuando la diplomacia falla es necesario tomar acción”. Mas adelante manifestó que “la paz está en peligro cuando se niega a los ciudadanos el derecho a hablar con libertad, a profesar su religión, a escoger a sus propios líderes y a reunirse sin temor a represalias”. Aquí dijo que los Estados Unidos serán siempre una voz en defensa de “la dignidad de reformistas como Aung Sang Suu Kyi, del valor de los ciudadanos de Zimbawe que emiten sus votos a pesar de las golpizas y de los centenares de estudiantes que marchan por las calles de Teherán”.

No caben dudas de que todos esos valientes y todas esas víctimas merecen la solidaridad no solo de los Estados Unidos sino de toda la humanidad que se considera civilizada. Pero, que sepamos, Cuba, sus víctimas y sus mártires durante mas de cincuenta años son parte de esa humanidad y, mas aún, son vecinos a solo 90 millas de la nación que preside el señor Obama. En este sentido, el inefable primer presidente negro de los Estados Unidos ignoró al único opositor cubano que ha recibido la Medalla Presidencial de la Libertad de manos de otro presidente norteamericano, George W. Bush. El Dr. Oscar Elías Biscet y González no tiene nada que envidiarle en coraje, generosidad y patriotismo a ninguno de los personajes mencionados por el señor Obama. Y que hermoso y conmovedor habría sido que el señor Obama hubiese relatado la historia de esa matrona cubana con estirpe de acero que es Gloria Amaya de Sigler, digna hija y discípula de Mariana Grajales. Según Amnistía Internacional, Gloria es la única madre en el mundo que ha tenido al mismo tiempo tres hijos considerados como prisioneros de conciencia.

En conclusión, Obama perdió una gran oportunidad de demostrarle a la comunidad cubana que su retórica con respecto a nuestra tragedia es genuina y no argucias de campaña política. Cuba cargó una vez mas con el estigma de ser la víctima ignorada en estos foros internacionales dominados por la hipocresía, la demagogia y los intereses materiales. Seguimos siendo la nación invisible de la cual nadie se acuerda y mucho menos se interesa. Como tantas veces en nuestra historia solo sobre nosotros descansa el deber y el honor de ser la luz, el camino y la esperanza de nuestro futuro amanecer de libertad, justicia y democracia.

Miami, Florida, 12-13-09