viernes, enero 15, 2010

CUBA: ENERO



ENERO


Por Luis Cino
Periodista independiente.
luicino2004@yahoo.com

Arroyo Naranjo, La Habana, enero 14 de 2009 (PD) La última noche de 2009 fue una de esas en que los cubanos (cualquier cubano, no sólo los que amanecimos solitarios y tristes) pudimos, parafraseando los versos de Damaris Calderón, suicidarnos “por costumbre”. Es el lógico paso siguiente a la más completa desesperanza. No hay nada que esperar, de no ser un milagro. Otro año más, el 51, de lo mismo. Los mandarines lo dejaron claro: no tienen prisa. Para ellos, el mañana todavía es el poder absoluto y los planes quinquenales.

En cuanto a expectativas, estamos peor que a la mitad del Período Especial. Entonces hubo un momento que, con las reformas económicas, por tímidas que fueran, pareció se iba a imponer el sentido común. Ahora no. Hoy las ballenas nadan hacia la playa como si sólo pensaran en encallar. Todos sabemos que por mucho que se diga (casi siempre de dientes para afuera), los retranqueros del inmovilismo no permitirán que cambie absolutamente nada de todo lo mucho que se sabe -es de vida o muerte, no sólo para su régimen, también para la nación- debe ser cambiado. Al menos, para que la revolución cubana no sea más de medio siglo totalmente perdido.

“Aquí no hay casualidad”, dice Cheo y se apresta para otro día “en la lucha”. “Lo que no hay es que morirse”, afirma sin mucha convicción, mientras con sus ristras de cebollas y ajos para vender, esquiva a policías e inspectores.

Tiene razón. No hay casualidad. No puede haberlas. Hay mucho miedo y demasiadas barreras. Algunos piensan que los cambios sólo pueden venir “de arriba”, pero los presuntos reformistas, bien asustados tras las purgas, no aparecen. Por ahora, disfrutan sus privilegios y aplauden. Y siempre callan. Así que no es posible un error como el de Gunter Schabowsky, el miembro del Politburó del Partido Comunista de Alemania Oriental que con una palabra mal dicha (o mal interpretada, qué más da) echó abajo el Muro de Berlín en noviembre de 1989.

Se respira el mal aliento del desmadre y la desbandada. Pero ni siquiera nos atrevemos a soñar. Perdimos el hábito hace tiempo. ¿De qué vale soñar con el cambio si aunque legalizaran los partidos de oposición y convocaran mañana mismo a elecciones democráticas, sin trucos y con supervisión internacional, nos quedará por muchas décadas la resaca cínica de la dictadura comunista con todos sus vicios y aberraciones?

Dicen los que saben que es inevitable. El poeta y ex-disidente búlgaro Edwin Sugarev, hastiado de la apatía democrática, la “dalavera” (la corrupción en versión eslava) y la nostalgia por el pasado comunista de los viejitos que chivateaban para la policía política, advirtió recientemente: “Como los israelitas, los búlgaros tendrán que vagar por el desierto por 40 años más para purgar los pecados del comunismo. Han pasado 20 años y estamos en medio del desierto y estaremos esperando por otros 20 años”.

Sin dudas, desconsolador. Tal vez ni aún nuestros hijos alcancen a llegar al oasis, si es que existe alguna vez tal oasis y no es, a fin de cuentas, sólo otro espejismo.

Pero estamos en enero y por costumbre, para el nuevo año nos llenamos de buenos propósitos (por ejemplo, dejar de fumar) que no vamos a cumplir. ¿Para qué engañarnos?

Es enero. Una caravana de camiones con niños vestidos de verde olivo, barbas postizas y banderas, recorrió el país para celebrar el triunfo revolucionario de enero de 1959. En diciembre, Kool and the Gang (everything gonna be alrigth?) tocó en La Habana y Buena Fe y la Charanga Habanera tocaron en Miami. Las papas vinieron al puesto, en venta liberada, pero eran muy chiquitas y estaban casi podridas. Se anuncia que, conforme a un acuerdo de la Cumbre de la Alternativa Bolivariana celebrada en La Habana, a fines de enero, con la exportación de arroz venezolano a Cuba, entrará en vigor el SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional). Por su parte, el parlamento cubano convocó para abril las elecciones parciales de los delegados municipales del Poder Popular.

Estar en Cuba, como dijo Ramón Fernández Larrea, “es un acto de fe”. ¿De fe en qué? ¿Cosas de poetas? Vaya usted a saber.

luicino2004@yahoo.com