viernes, febrero 05, 2010

SOBRE EL RACISMO EN CUBA

SOBRE EL RACISMO


Por Luis Cino

Periodista independiente.
luicino2004@yahoo.com


Arroyo Naranjo, La Habana, febrero 4 de 2010 (PD) En “Los muertos llegan a medianoche”, la novela del guionista Eliseo Altunaga, un escribano (¿la historia oficial?) y un yerbero (¿la memoria colectiva?) se ocupan de re-escribir la historia de Antonio Maceo. Puede que en definitiva, el yerbero sea el que tenga la última palabra.
El momento es oportuno para que hablen del racismo hasta los muertos más oscuros. Eso, como la canción, “si los dejan”.

En lo que discute con toda paciencia si por fin la discriminación racial en Cuba es un problema cultural o de falta de oportunidades económicas (situación agravada, no faltara más, por el bloqueo estadounidense), la Comisión Nacional de Lucha contra el Racismo propone revisar la enseñanza de la historia. Como si alguien tuviera que explicar que nuestro pecado nacional del racismo viene desde los tiempos de la plantación y los barracones.

La Mesa Redonda, el más oficial programa de la oficialista hasta la médula TV cubana, acaba de admitir –porque, como la muerte por frío y hambre de los 26 pacientes del Hospital Psiquiátrico, ya no podían ocultarlo más- que en Cuba persisten formas de discriminación racial.

Para erradicar el racismo, admitir que existe luego de tantas décadas de ocultamiento, no está mal. Pero es sólo un primer paso. Nada más.

Hasta ahora, la Cuba oficial negaba tercamente la existencia del racismo. Decía que la revolución lo eliminó por decreto. Se consideraba un problema resuelto. Otro de los logros de Fidel Castro, la revolución y el socialismo.

En aras de la unidad revolucionaria frente al enemigo imperialista, un escobazo escondió el polvo racista bajo la alfombra, donde mismo descansaban los casi 3 000 negros masacrados por el ejército de la República en 1912.

El problema racial era un asunto que no se discutía. Menos aún entre cubanos blancos (o que parecieran serlo). ¡Ay de los negros malagradecidos que osaran quejarse! ¿Acaso la revolución no los bajó de los árboles y les cortó la cola? La frase, cruelmente paternalista e intrínsecamente racista, no por anónima, dejó de repetirse hasta la saciedad, como si para los negros cubanos no existieran opciones que no pasaran por el marxismo-leninismo en su versión verde-olivo.

Pero todos sabemos que el racismo siempre ha estado prendido como una mala hierba a la vida cubana. Bien arraigado en los prejuicios y los chistes. Acuñado en estereotipos comunes del imaginario colectivo. Que los negros son vagos, escandalosos, incompetentes, borrachos y ladrones. Que si para algo sirven, aparte de la caliente mitología sexual en torno a ellos, es para la música y los deportes…

Para los jerarcas de la cultura, los negros eran poco más que folklore y brujería. A partir del Período Especial, los convirtieron en carnada para atraer turistas y salvar con sus divisas el socialismo castrista.

Negros y mulatos conforman, según cifras oficiales, el 63% de la población cubana. Los no blancos pueden ser muchos más. En el censo nacional de población, a los cubanos les es posible escoger su raza. Los que no tienen pronunciados rasgos negroides suelen declararse blancos. El abigarrado mestizaje cubano crea una enorme categoría intermedia de personas que no son blancas ni negras. “Pasan por blancos” con todo lo que ello implica. Su identidad racial neutralizada promueve la discriminación a la vez que enmascara su existencia.

Históricamente, el problema racial en Cuba ha sido un círculo vicioso lleno de aberraciones y mala fe. Los negros han sido relegados y les han negado oportunidades. Las estrategias de supervivencia de los más desafortunados han sido interpretadas como pruebas adicionales de su pretendida inferioridad. Se creó el axioma de su supuesta propensión a delinquir. De ahí las suspicacias de las redadas policiales y los fiscales que aplican generosamente a los jóvenes negros la Ley de Peligrosidad Social Pre-Delictiva.

Es harto conocidos que los gobernantes cubanos no son buenos en hallar soluciones para los muchos círculos viciosos que originaron y hoy los aquejan. No hay que hacerse demasiadas ilusiones con la pelea del régimen cubano contra el racismo, si es con los mismos métodos que todos conocemos.

Por su carácter oficial y por aquello de que no se puede ser juez y parte, la Comisión Nacional que preside el compungido aparatchik Heriberto Feraudy huele a fraude. Con las manos de tanto Tío Tom y mayorales metidas en el asunto, ¿qué puede hacer la comisión aparte de dar mucha muela en la UNEAC, el Callejón de Hammel o la Asociación Cultural Yoruba, preparar a la carrera galanes de ébano para la TV y llevar al solidario Danny Glover a bailar rumba al Museo de la Ruta del Esclavo en Matanzas?

¿Acaso preparar una brigada de rancheadores de respuesta rápida que acabe con el cimarronaje y aplique la acción afirmativa a golpes de tonfas y latigazos?

luicino2004@yahoo.com