De animales y políticos en la Cuba de Raúl Castro
La jerarquía de la Iglesia Católica que peregrina en Cuba dio al pueblo cubano un muy mal ejemplo de diálogo, reconciliación, pluralidad de ideas, apertura y tolerancia con la exclusión en la X Semana Social Católica de varios sacerdotes y laicos que piensan diferente a ellos y son críticos del régimen; tal parece que la Iglesia quiso agradar a la tiranía. Dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces.
Personas invitadas, como el economista Carmelo Mesa-Lago ( el cual tiene muy buenas relaciones de hace muchos años con Dagoberto Valdés y Karina Gálvez Chiú y sabe que fueron excluidos ellos y Oswaldo Payá), es imposible que no vieran que las actividades de la X Semana Social Católica fueron excluyentes y que en ellas no estaba presente todo el espectro del pensamiento católico cubano sobre lo social y en particular las personalidades laicas más conocidas en Cuba y en el mundo.
Veamos este video y su introducción:
El padre Olbier fue asaltado y golpeado 5 meses antes de los asesinatos.
Todo esto fue dicho en la presentación de dos libros en Madrid, uno de los cuales es de Dagoberto Valdés, fundador y exdirector de la revista Vitral, así como de las presiones del gobierno cubano y el Cardenal Ortega, y otros de la jerarquía, para sacar a Dagoberto de la Comisión Pontificia de Justicia y Paz, comisión de la Iglesia católica a nivel mundial
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De animales y políticos
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -No son pocos los cubanos que en este momento abrigan la esperanza de recuperar aunque sea una mínima porción de los derechos democráticos arrebatados por la dictadura. Y es curioso que hayan depositado tal esperanza en las gestiones de una institución, la iglesia católica, que no practica la democracia.
Menos, pero no tan pocos, son los cubanos que han recibido con beneplácito la noticia de que los gobiernos latinoamericanos (y no sólo los chavistas) postularon al régimen de la Isla para ocupar la vicepresidencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un despropósito de escándalo, que ocurre justo cuando desde aquí se están aireando muy graves violaciones de los derechos humanos.
( Dagoberto Valdés)
Tal vez más, o por lo menos más de los que debieran, son los cubanos que desde las dos orillas del estrecho de la Florida están ahora firmando cartas contra un proyecto de ley para que Estados Unidos reduzca las restricciones comerciales y de viajes turísticos a Cuba. Y es también curioso ver a quienes han sufrido durante medio siglo todo tipo de prohibiciones y de incomunicación, erigidos de pronto en defensores de las mismas absurdas proscripciones que sufren.
Igualmente curioso resulta que la iglesia católica, de la que no pocos aquí esperan hoy ayuda para recuperar una pizca de nuestros derechos ciudadanos, le esté negando sus derechos a dos cubanos muy distinguidos entre su feligresía:
Dagoberto Valdés y Oswaldo Payá, católicos de incondicional entrega, a la vez que opositores pacíficos a la política del régimen, sufren ahora mismo la marginación de los obispos, quienes se muestran visiblemente interesados por mantenerlos lejos de su nueva estrategia de diálogo con la dictadura y que incluso impidieron su participación en las llamadas Semanas Sociales o Semana Católica, un evento específico de la iglesia, al cual no fueron invitados –por su nueva condición de apestados- los dos sobresalientes católicos cubanos.
( Oswaldo J. Payá Sardiñas )
Todos estos hechos, vistos por separado, resultan inquietantes. Ahora bien, si los juntamos (y juntos han tenido lugar en tiempo y espacio), más que inquietar, desconsuelan.
Parece obvio que hoy, tal como ayer, los cubanos vivimos a merced de la política, y aún peor, de los políticos, sean de uno u otro bando. Somos sus rehenes. Así que nuestros verdaderos intereses serán satisfechos, si lo son, exclusivamente en la medida en que coincidan con los intereses de quienes nos usan.
Animales políticos consideró Aristóteles a los seres humanos. Pero todo indica que ni como eso nos ven nuestros políticos. O tal vez sí, suprimiendo el apellido.
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