Miguel Ángel Moratinos quiere amarrar la “sorpresa” cubana
De Luis Ayllón
04/07/2010
El viaje de Moratinos a La Habana en estos momentos no es casual. El ministro de Exteriores quiere visualizar el papel que está desarrollando España para tratar de que el régimen castrista adopte medidas que permitan abrir un nuevo escenario en las relaciones entre Cuba y la Unión Europea. Hasta ahora, lo que han hecho las autoridades cubanas no ha sido suficiente para convencer a los socios europeos más recalcitrantes: Alemania, Suecia, Polonia y la República Checa, fundamentalmente.
Pero si hay algo que Moratinos tiene es perseverancia en los asuntos que coge con interés. No se olvide, por ejemplo, Oriente Próximo. La cuestión cubana la ha tomado como un asunto personal, a pesar de que desde Moncloa le pidieron que frenara un poco sus ímpetus. Ahora, el ministro puede estar a punto de conseguir lo que ha llamado él mismo “una sorpresa” por parte del régimen de La Habana y, por ello, ha logrado una prórroga de tres o cuatro meses en la UE para revisar la Posición Común. Al castrismo le repugna dar la impresión de que ha cedido a las presiones europea y, por eso, ha buscado una salida a través de las negociaciones con la Iglesia Católica. Moratinos lo sabe y ha decidido seguir el juego, porque el interesan sobre todo los resultados.
Esos resultados tienen que ser, desde luego, consistentes y afectar a la situación de los presos de conciencia, que son unos 200. Si los Castro deciden la liberación no de dos o tres, sino de un buen número de ellos, por la fórmula que sea, Europa puede empezar a escuchar a España. Moratinos ha confiado en el régimen y ha hecho las gestiones necesarias para que se pueda producir la excarcelación de varias decenas de los confinados en los penales, aunque sea viéndose obligados a salir del país, tal vez recalando en España, Francia o Italia.
El único problema puede ser que durante la visita del ministro a La Habana empeore sensiblemente el estado de salud de Guillermo Fariñas, en huelga de hambre. Es otro riesgo que corre el ministro, quien por cierto, como en las dos ocasiones anteriores en que viajó a Cuba –abril de 2007 y octubre de 2009- no tiene previsto reunirse con disidentes.
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