CUBA: Más allá
Más allá
Por Lucas Garve
Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Se siente la ausencia en la sociedad cubana de algo imprescindible para vivir en comunidad: la moderación. Para muchos es una palabra desconocida, aunque todos la hayan escuchado alguna que otra vez.
Moderación quiere decir cordura, sensatez, templanza en las palabras y las acciones, según el Diccionario de la Real Academia. En Cuba ser moderado entraña un riesgo. Tal vez me equivoque, pero tal vez el lector estará de acuerdo conmigo, en sentido general, si vive en este país durante treinta días. No aspiro que estemos de acuerdo en todo. Solamente, en lo necesario para hacer factible la comunicación.
Fatalmente, desde hace medio siglo, constatamos a diario la ausencia de moderación en casi todas las circunstancias de la vida. Hemos basado los cimientos de la sociedad en la violencia, y somos incapaces de detener la reproducción de ese patrón impuesto por nuestros antecesores, a pesar de que nos afecte.
Es posible encontrar muestras de falta de cordura, sensatez, etc. en cualquiera de las decisiones que se toman a nivel social, económico y político en todos los planos de la vida cubana. Las carencias materiales y espirituales, por otra parte, son temas obligados en las conversaciones de la mayoría, a pesar de las imágenes que transmiten los reportajes de los noticiarios de televisión. Tanto es así, que en algunos el rechazo a hablar de “la cosa” es patente.
Sin embargo, hemos arrojado fuera de nuestras vidas la moderación, y son escasos los lúcidos en reclamar atención a esa carencia. Si eres simpatizante del gobierno tienes que ser combativo, intransigente, intolerante; el opositor o el disidente, si no es “duro, conservador e irreconciliable con soluciones consensuadas”, huele a sospechoso infiltrado. Si eres heterosexual debes ser ante todo viril, fuerte, gritón, macho, mujeriego, transgresor. Si eres homosexual tienes que ser débil, frágil, inconstante, extrovertido y frívolo.
Actuar moderadamente se ha convertido en equivalente de debilidad de carácter; sin tener en cuenta que actuar con moderación requiere de un fuerte esfuerzo de contención, disciplina y reflexión.
Por esa causa, la violencia interviene en las relaciones entre las personas, y se manifiesta en todos los planos de la vida. Violencia física, como cuando observo a un adulto golpear a sus hijos en plena calle; en las relaciones entre parejas de cualquier orientación sexual; o cuando se escuchan las respuestas groseras de un joven a su novia en la vía pública.
Los llamados a alejar la violencia de nuestras relaciones caen en saco roto. Simplemente, no se llama a la moderación. La propaganda oficial privilegia los hechos violentos. Los discursos oficiales solamente aluden a la confrontación; la moderación está ausente del discurso. Los límites de espacio individuales son transgredidos en nombre de razones que, a fin de cuentas, obedecen a insatisfacciones institucionales más que a los individuos que las sostienen.
Históricamente se ha condenado a quienes adoptan posiciones moderadas para hallar soluciones en situaciones difíciles. La ruptura de los límites ha sido y es el recurso más socorrido en nuestras relaciones sociales, económicas y políticas.
En este momento, cuando se habla de la necesidad de diálogo en Cuba para salir de la crisis que se reproduce (porque estamos en crisis hace demasiado tiempo, y el tiempo se agota) debiéramos llamarnos a la moderación, en cuanto a expectativas, en la fuerza del poder, en las respuestas, desde y hacia el poder real.
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