domingo, septiembre 05, 2010

Alejandro Ríos: Dilema de Guillermo Rodríguez Rivera

Tomado de http://www.elnuevoherald.com



Dilema

Por Alejandro Ríos

El profesor universitario cubano Guillermo Rodríguez Rivera ha increpado, parcialmente, una de mis columnas (Retazos), aparecida en este diario, con un texto que publica en el portal electrónico de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) bajo el nombre de ``El dilema de Alejandro Ríos'' (www.uneac.org).

Pensé mucho en responder su reprimenda porque era darle la importancia que no tiene a un sitio que pocos consultan y al cual sus propios compatriotas no tienen acceso. Me satisfizo, sin embargo, constatar que el profesor era uno de los privilegiados que podía consultar la prensa extranjera, sobre todo al vilipendiado Herald.

La columna Retazos no era sobre Rodríguez Rivera y lo menos que pudo haber hecho en su diatriba era mencionar el origen de su ira. Pero el profesor, al parecer, no practica ese protocolo elemental para el debate y empieza por mentir cuando me atribuye una combativa membresía al equipo de redacción del diario de los jóvenes comunistas cubanos, Juventud Rebelde, donde publiqué, por única vez, una crítica al cortometraje de mi buen amigo Orlando Rojas, La espera, bajo el título de ``El que espera desespera''.

Recuerdo haber recibido la carta de un lector ofendido por mi punto de vista liberal, que a la sazón tuvo la amabilidad de entregarme otro amigo, José Antonio Evora, quien sí trabajó en el periódico de marras hasta que fuera expulsado por contravenir el ideario del libelo.

Al profesor le inquieta que yo me refiera a su porfiada defensa de la revolución como una metamorfosis y que olvide, por ejemplo, cuando le dijo al escritor y director cinematográfico Jesús Díaz, con el humor corrosivo que lo caracterizaba, que no le hablara más de documentales revolucionarios pues ``el cine era en colores y americano''. O que no me acuerde de esa noche en Miami, en casa del ya desaparecido Reinaldo Bragado, cuando denostaba de su entrañable revolución antes de caer inconsciente por la ebriedad.

( Guillermo Rodríguez Rivera )

He consultado a no pocos de sus amigos de la época del Caimán Barbudo y no se explican este cambio tan radical de la persona que, con suma agilidad e inteligencia, podía formular críticas implacables al sistema que a todos atormentaba, principalmente a los miembros de su generación.

El profesor no sólo miente sino pide lo imposible: que abogue, en reciprocidad, por la liberación de los cinco espías cubanos detenidos en cárceles federales de Estados Unidos y que reconozca las gestiones de la Iglesia cubana y de Moratinos para la excarcelación que se produce ahora mismo a cuenta gotas y sin alternativas en la isla, sin considerar las presiones de las Damas de Blanco, la exitosa huelga de hambre de Fariñas y la inmolación lamentable de Zapata. Ni decir que ha trastocado las categorías de valientes patriotas por infames informantes.

Dice el profesor que satanizo a Cuba y comete otra pifia. Escribo sobre los obstáculos que impiden que mi querido país de nacimiento deje de ser la sucursal de una ideología en bancarrota. Cuba somos él y yo y no la gerontocracia que usurpa la nacionalidad y nos pone tan ríspidos cuando queremos discutir nuestras razones e impide que seres humanos comunes y corrientes decidan sus destinos sin que nadie los haga profesar una nefasta ideología de patria o muerte.

l profesor asegura que ahora no tengo nada que hacer y que, como un Fariñas al revés, me declararé en huelga de hambre hasta que la policía cubana vuelva a encarcelar a los presos que han sido liberados.

Ya no es el mismo humorista de antes. En su desvarío, se olvida que los excarcelados están lejos de esa posibilidad pero comete el desliz de anunciar que la historia se puede repetir.

Descuide, profesor, no tengo madera de mártir y aunque respeto mucho a quienes toman tan extrema decisión, cada jornada de vida la empleo para hacer felices a mis seres queridos, encomiar los valores que ahora mismo sacan la cara por la cultura cubana y rogar por tener el privilegio de asistir al final de una temporada tenebrosa en la historia que Cuba, y me refiero a toda la isla, no merece.