"Nosotros No Somos Castro" - Los Aldeanos en concierto en Miami
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Por Vicente Echerri
Mi amigo Armando López me indujo a discutir en un programa en vivo hace unas horas (ayer, para cuando circule esta columna), sobre la presencia del Dúo ``Los Aldeanos'' y otros músicos que, provenientes de Cuba, acaban de levantar alguna polvareda en Miami. La proverbial ``intolerancia'' del exilio cubano y la naturaleza de ciertas expresiones artísticas que a mí me parecen carentes de todo valor fueron algunos de los temas que debatimos y que, el carácter mismo del programa --donde se abordaron también otros asuntos-- así como las limitaciones lógicas del tiempo, me dejaron un cierto sabor de cosa inconclusa. Sirva esta columna para darle un mayor acabado a algunas de mis ideas al respecto.
Los aldeanos son un dúo de rap (es decir, unos rappers, aunque ya haya quien diga raperos) que han alcanzado cierta notoriedad en Cuba por sus letras abiertamente críticas al sistema y quienes, al llegar a Miami, han querido distanciarse del exilio, diciendo que no son políticos y que sólo son portadores de un mensaje de amor. Esa es la noticia que nos concierne. (El conflicto entre los auspiciadores del dúo y sus dramáticas secuelas pertenecen a otra prensa, no al espacio de esta columna).
En mi opinión el rap es un fenómeno, musical y social, abominable. La exaltación --mediante textos procaces, gestualidad simiesca y ritmo monótono y atroz-- de una subcultura de rufianes salida de la profundidad de los guetos negros y latinos de Estados Unidos que, desde hace un tiempo, empieza a replicarse en otras sociedades. Justificar su existencia por ella misma, por el hecho de que está ahí y cuenta con un buen número de seguidores me parece el resultado de un endeble relativismo que podría resumirse en este axioma: todo lo que existe vale.
La sola existencia de algo no le otorga valor ético o estético. Existen los nazis, existen los terroristas musulmanes; pero la mera condición de existir no los legitima. ¿Por qué habría de ocurrir algo distinto con el rap y sus intérpretes? Pienso que hubieran bastado quince minutos seguidos de esta ``música'' cuando era huésped de la Seguridad del Estado en Cuba para haberme declarado culpable de cualquier cargo que hubieran querido atribuirme. Un castigo de veras es preferible a esa articulación sonora que parece concebida para el tormento: herramienta infernal y excrecencia de los suburbios de la historia, todo a un tiempo.
Dicho esto, justo es reconocer que algunas letras de estos ``aldeanos'' que nos visitan, en medio de la atrocidad de su ritmo y de sus gestos, son contestatarias y valientes, textos subversivos incluso, como pocos de los que la gente se atreve a decir en público en ese pobre país, oprimido y desvencijado, que es Cuba. En ese sentido, bravo por estos chicos, a pesar de su rap. ¿Cómo entonces llegan aquí y dicen la sandez, la enorme bobería, de que no son políticos? ¿No se han enterado todavía de que en la Cuba de Fidel Castro, y en la sociedad exiliada que ese individuo ha generado, nadie puede evadirse de la política? ¿Cómo se les ocurre que en medio de esta inmensa tragedia que ellos mismos denuncian con sus canciones puedan fabricarse un nicho de pretendida neutralidad? Alguien que los estime debe explicarles que eso no es posible.
Para empezar, en ninguna sociedad se puede vivir al margen de la política, porque la política es condición esencial de la manera en que nos organizamos los humanos; pero en una sociedad donde ha imperado por más de medio siglo un régimen totalitario, la pretensión de evadirse de la política no pasa de ser una ilusión o un autoengaño. Los cubanos hemos vivido determinados por la política que se adueñó de todos los aspectos de nuestra vida y sólo podremos reducir esa hipertrofia a sus proporciones naturales mediante acciones libradas en el terreno político. Las letras de esas espantosas ``canciones'' de Los Aldeanos no sólo son políticas, son contrarrevolucionarias, y eso, creo yo, es lo único que puede salvarlas de la infamia y del olvido.
En cuanto a la actitud de algunos en Miami --prensa y público-- que han cuestionado a estos y otros músicos o han protestado con alguna notoriedad por sus declaraciones y actuaciones, no hacen más que responder a la crispación de que todos mis compatriotas hemos sido víctimas durante tantos años, al tiempo que, paradójicamente, ejercen su derecho a disentir consagrado por la democracia. Que ambas cosas sirvan para que estos muchachos regresen a Cuba con la adquisición de algunos saberes; digamos que más conscientes de su condición de políticos, es decir de miembros de la polis, y muchísimo menos aldeanos.
(C)Echerri 2010
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