martes, diciembre 14, 2010

Tania Quintero: La doble moral, una ‘herencia revolucionaria’

Tomado de http://zoevaldes.net



La doble moral, una ‘herencia revolucionaria’.



Por Tania Quintero.
Diciembre 11, 2010


Antes de 1959, los cubanos comían, se vestían y arreglaban sus hogares de acuerdo a sus entradas. Quienes más tenían, mejor vivían. Y quienes teníamos menos, como era el caso de mi familia, vivíamos peor.

Pese a mi padre ser barbero ambulante y mi madre ama de casa, con un peso diario alcanzaba para almorzar y comer. No teníamos refrigerador, todos los días comprábamos una piedra de hielo, por 5 o 10 centavos, que Andrés, el negro de la nevería que quedaba en Infanta y Zequeira, repartía por las casas.

En nuestra cuadra, en Romay entre Monte y Zequeira, a dos cuadras de la Esquina de Tejas, había familias con mejores condiciones y también peores que las nuestras. Como los vecinos del solar, situado frente a nuestro viejo edificio de dos plantas.

Al no tener refrigerador, cada día se compraba lo que se iba a consumir. Entonces, debo aclarar, aunque se fuera pobre, no se comía lo mismo a la hora del almuerzo y la cena. Y si las dos veces había arroz, se cocinaba al momento. Al residir cerca del Mercado Único, en Cuatro Caminos, el pescado y los mariscos se compraban allí. Frescos, conservados sobre hielo. Casi todos los vendedores eran chinos. A nadie se le ocurría esconder lo que iba a cocinar, fuera un arroz con camarones o un enchilado de langosta.

(Bodega " El 20 de Mayo" , 1920)

Hace poco me contaron, que en un apartamento de un edificio prefabricado, donde todo se siente y se huele, para que los vecinos no descubrieran el ‘aroma’ de las langostas que iban a preparar, pusieron a hervir coles, con la intención de despistar el olfato ‘enemigo’ con el fuerte olor a azufre. La anécdota no acaba ahí: los carapachos de las langostas los trituraron y echaron por el inodoro. Lo que no me dijeron si se tupió.

Una tarde, mientras visitaba a unos amigos, me estaban enseñando unas compras que habían hecho en una ‘shopping’ (tienda recaudadora de divisas), cuando tocan a la puerta. Mandaron a la hija a mirar quién era, y cuando la muchachita dijo “es fulana”, apresuradamente escondieron todo. Para que la señora no se diera cuenta que habían ido a la ‘shopping’ porque habían recibido dólares.

Un vecino del barrio una vez nos sugiró que los envases de las cosas compradas en la ‘shopping’, los envolviera bien en periódicos y los botara en contenedores de otras cuadras. Según nos dijo, había gente que se ponía a revisar lo que uno botaba en la basura, a modo de “constancia” del nivel de vida de determinadas personas de la cuadra.

Ese mismo vecino ya nos había aconsejado tratar de comer en restaurantes alejados de nuestra zona de residencia. “De vez en cuando, deben ‘tocar’ (sobornar) a los del CDR con un jabón de baño, un desodorante o un paquetico de detergente”, le dijo.

( Bodega de barrio en la década de los años 50s)

Nunca seguimos sus paranoicos consejos. Porque además, nunca recibíamos tantos dólares, ni tan a menudo, para tener que hacer semejante teatro.

Que un travesti o una jinetera salgan de su casa con una ropa y en casa de alguna amistad se cambien y se pongan vestimentas apropiadas para sus menesteres, es comprensible. Pero en Cuba conocí a una persona que todos los días salía vestido de ‘proletario’, para que sus vecinos no verían las buenas ‘cobas’ (mudas) de ropa que tenía. Sencillamente surrealista!

Hay casos en que a la hora de simular -o de mentir- coinciden comunistas y disidentes. Un “revolucionario”, por ejemplo, dirá que fue ‘obligado’ a asistir a una marcha o a un acto de repudio, porque si no iba, además de no cobrar el día, se ‘marcaba’ y podía perder el trabajo.

Y un “opositor” justificará que su hijo o nieto asistió a una convocatoria gubernamental, para no ‘señalarse’, pues el muchacho aspira a estudiar tal o cual especialidad. “Y como nosotros no tenemos pensado irnos del país, tenemos que hacer el paripé”, añadirá.

Los que trabajan, sea en lo que sea, no deben faltar, ni llegar tarde ni ‘majasear’. Los que estudian, igual, sea en el nivel que sea. Está bien asistir a las reuniones laborales y escolares. Lo cortés no quita lo valiente. Las cuentas del alquiler, luz, agua, teléfono, etc, deben ser pagadas, en los plazos fijados.

(Bodega cubana después de 1959)

Pero lo cierto es que a nadie en Cuba le ponen un fusil en el pecho para que asista a nada. Y menos a los actos. Quienes asisten, van por miedo o para marcar ‘la tarjeta revolucionaria’, ésa que la población lleva marcando desde 1959.

Una amiga de 74 años que ahora vive en Hialeah, Miami, no perteneció al CDR ni a la FMC. Nunca asistió a las reuniones del Poder Popular y jamás fue a votar. Al contrario de otros amigos, que cuando me hice periodista independiente me pidieron que no les visitara más, siempre me recibió en su casa. Y cuando hablaba, si iba a opinar de Fidel Castro, levantaba la voz, para que la oyeran bien en su vecindario.

Debo reconocer que cuando esa amiga vivió en La Habana fue la excepción de la regla. La gran mayoría de los ciudadanos, sean comunistas o disidentes, ya se han acostumbrado a fingir. A la doble moral y la hipocresía. Y a vivir con una careta que algunos ni en su casa se quitan. Es una de las ‘herencias’ que a los cubanos ha dejado un régimen de 52 años.

Tania Quintero



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La Habana en los años 30s del siglo XX



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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Tania Quintero: La doble moral, una ‘herencia revo...":

Me encanta la foto de la bodega y lo que dice el letrero en el mostrador: "Gracias Fidel por todo lo que nos das", o sea, NADA...jaja

chicho el cojo
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Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Tania Quintero: La doble moral, una ‘herencia revo...":

Aunque hubiera refrigerador en la casa, en Cuba normalmente no se guardaban sobras, ni se congelaban las carnes, excepto cuando llegó la escasez castrista. La carne y el pescado se consumían frescos, como bien apunta Tania.

A mí me consta. Vengo de una familia modesta con ingresos de clase media baja, donde no sobraba el dinero pero se cocinaba en abundancia. La muchacha que ayudaba en casa (mi madre era costurera y no podía dedicarse a todos los quehaceres del hogar, aunque prefería cocinar ella misma) se llevaba bastante comida para su familia.

La carne de res era muy barata entonces. El pollo era más caro y se comía preferentemente los domingos. El bacalao o el tasajo costaban una bicoca. El picadillo, unos 20¢/lb (lo mismo que una cajetilla de cigarros o una cerveza). Una completa en una fonda costaba 20¢ e incluía, entre opciones, arroz, frijoles, carne con papa y plátano frito. También estaban las cantinas, con un surtido completo que traía hasta ensalada. ¿Para qué seguir?

Recordemos que mucha gente de bajos ingresos no dejaba de beber o fumar y jugaba a la bolita, al bacará o a lo que fuera, y luego no tenía qué llevar a la casa. Esas cosas pasaban, y con mucha frecuencia.

También, desde luego, había familias carentes y muchos que estaban por debajo del límite de la miseria, pero si usted era honrado nunca le faltaba un bodeguero que le fiara hasta fin de mes.

Recuerdo haber visto en la iglesia de mi pueblo, los domingos, una fila discreta para recibir una bolsita de arroz o de harina de maíz, según. Era triste, cierto, pero ¿qué pasaría hoy si en las iglesias repartieran alimentos a la población? ¿Hasta dónde llegaría la cola? ¿Te imaginas el molote y la candanga, amigo Pedro Pablo?

En Cuba había problemas de desnutrición, especialmente en los lugares más apartados del campo, pero eran de mucho menor incidencia que en los países del área. E incluso más allá. La alimentación cubana en los cincuenta era muy superior, p. ej., a la de España.

En Cuba, indudablemente, existían problemas sociales que requerían solución. Pero la revolución castrista sólo sirvió para agravarlos.
Saludos, Fray Franelo
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Comentario del Bloguista

Mi barrio era El Calvario, Municipio de La Habana cuando aquello, y en el Seminario de los jesuitas en el El Calvario se repartían cantinas a las personas más pobres del barrio y una de esas familias tenía muchos hijos y recuerdo que uno de ellos, según se habló en el barrio, fue de los primeros en tirarle piedras a la tricentenaria Iglesia del barrio. Ese seminario fue sede del Ejército Habana y del Ejército Occidental: o sea, escuelas convertida en cuartel.

En Pinar del Río, Las Hermanas de La Caridad que viven en la ciudad de Pinar del Río tienen un comedor para personas de la tercera edad y la capacidad de comensales es muy limitada por los escasos recursos. La Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares antes de ser disuelta por el actual Obispo Jorge Serpa, daba almuerzo diario a más de 200 personas de la tercera edad que vivían en la ciudad y no podían trasladarse y se les llevaba en triciclos. En una ocasión , en la segunda mitad de los años 90s, repartimos Cenas de Nochebuena a todo el que quisiera y si no me equivoco, más de 2000 personas la pidieron y se les dió. Los recursos, el dinero, venían de una organización de Suecia o Holanda, ya no recuerdo bien, los cuales cada cierto tiempo iban a ver como se distribuían los recursos y quedaban impresionados de que con esa cantidad de dinero se le aliviara el hambre a tantas personas. Esa hermandad molestaba mucho a la dictadura y fue creada por el laico católico y expreso político Ricardo Urrutia (EPD).

3 Comments:

At 3:08 a. m., Anonymous Anónimo said...

Me encanta la foto de la bodega y lo que dice el letrero en el mostrador: "Gracias Fidel por todo lo que nos das", o sea, NADA...jaja

chicho el cojo

 
At 6:20 a. m., Anonymous Anónimo said...

Aunque hubiera refrigerador en la casa, en Cuba normalmente no se guardaban sobras, ni se congelaban las carnes, excepto cuando llegó la escasez castrista. La carne y el pescado se consumían frescos, como bien apunta Tania.

A mí me consta. Vengo de una familia modesta con ingresos de clase media baja, donde no sobraba el dinero pero se cocinaba en abundancia. La muchacha que ayudaba en casa (mi madre era costurera y no podía dedicarse a todos los quehaceres del hogar, aunque prefería cocinar ella misma) se llevaba bastante comida para su familia.

La carne de res era muy barata entonces. El pollo era más caro y se comía preferentemente los domingos. El bacalao o el tasajo costaban una bicoca. El picadillo, unos 20¢/lb (lo mismo que una cajetilla de cigarros o una cerveza). Una completa en una fonda costaba 20¢ e incluía, entre opciones, arroz, frijoles, carne con papa y plátano frito. También estaban las cantinas, con un surtido completo que traía hasta ensalada. ¿Para qué seguir?

Recordemos que mucha gente de bajos ingresos no dejaba de beber o fumar y jugaba a la bolita, al bacará o a lo que fuera, y luego no tenía qué llevar a la casa. Esas cosas pasaban, y con mucha frecuencia.

También, desde luego, había familias carentes y muchos que estaban por debajo del límite de la miseria, pero si usted era honrado nunca le faltaba un bodeguero que le fiara hasta fin de mes.

Recuerdo haber visto en la iglesia de mi pueblo, los domingos, una fila discreta para recibir una bolsita de arroz o de harina de maíz, según. Era triste, cierto, pero ¿qué pasaría hoy si en las iglesias repartieran alimentos a la población? ¿Hasta dónde llegaría la cola? ¿Te imaginas el molote y la candanga, amigo Pedro Pablo?

En Cuba había problemas de desnutrición, especialmente en los lugares más apartados del campo, pero eran de mucho menor incidencia que en los países del área. E incluso más allá. La alimentación cubana en los cincuenta era muy superior, p. ej., a la de España.

En Cuba, indudablemente, existían problemas sociales que requerían solución. Pero la revolución castrista sólo sirvió para agravarlos.
Saludos, Fray Franelo

 
At 6:21 a. m., Anonymous Anónimo said...

Aunque hubiera refrigerador en la casa, en Cuba normalmente no se guardaban sobras, ni se congelaban las carnes, excepto cuando llegó la escasez castrista. La carne y el pescado se consumían frescos, como bien apunta Tania.
A mí me consta. Vengo de una familia modesta, con ingresos de clase media baja, donde no sobraba el dinero pero se cocinaba en abundancia. La muchacha que ayudaba en casa (mi madre era costurera y no podía dedicarse a todos los quehaceres del hogar, aunque prefería cocinar ella misma) se llevaba bastante comida para su familia.
La carne de res era muy barata entonces. El pollo era más caro y se comía preferentemente los domingos. El bacalao o el tasajo costaban una bicoca. El picadillo, unos 20¢/lb, lo mismo que una cajetilla de cigarros o una cerveza. Una completa en una fonda costaba 20¢ e incluía, entre opciones, arroz, frijoles, carne con papa y plátano frito. También estaban las cantinas, con un surtido completo que incluía ensalada. ¿Para qué seguir?
Recordemos que mucha gente de bajos ingresos no dejaba de beber o fumar y jugaba a la bolita o al bacará, y luego no tenía qué llevar a la casa. Esas cosas pasaban, y con mucha frecuencia. También, desde luego, había familias carentes y muchos que estaban por debajo de la miseria, pero si usted era honrado nunca le faltaba un bodeguero que fiara hasta fin de mes. Recuerdo haber visto en la iglesia de mi pueblo, los domingos, una fila discreta para recibir una bolsita de arroz o de harina de maíz, según. Era triste, cierto, pero ¿qué pasaría hoy si en las iglesias repartieran alimentos a la población? ¿Hasta dónde llegaría la cola? ¿Te imaginas el molote y la candanga, amigo Pedro Pablo?
En Cuba había problemas de desnutrición, especialmente en los lugares más apartados del campo, pero eran de mucho menor incidencia que en los países del área. E incluso más allá. La alimentación cubana en los cincuenta era muy superior, p. ej., a la de España. En Cuba, indudablemente, existían problemas sociales que requerían solución. Pero la revolución castrista sólo sirvió para agravarlos.
Saludos prenavideños de Fray Franelo

 

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