Orlando Fondevila Suárez: LA HORA DE CUBA
LA HORA DE CUBA
Por Orlando Fondevila

Los cubanos vivieron con esperanza el acontecimiento, a pesar de los escamoteos y censuras de la dictadura. Era entonces generalizada la percepción de que el régimen castrista era parte del fracaso rotundo que evidenciaba el desmoronamiento del imperio comunista. Para muchos resultaba obvio que para Cuba había llegado el momento de ahora o nunca para desembarazarse de sus propio grilletes totalitario que le atenazaban. El castrismo debilitado y confuso, se hallaba –creíamos- en fase terminal. A tenor de estas circunstancias surgió y se desarrolló un poderoso movimiento de disidencia y oposición que, enarbolando los principios del respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, puso sin duda en jaque al régimen e hizo visible como nunca antes internacionalmente el drama cubano. El exilio cubano, que desde el minuto cero del horror mantuvo contra toda esperanza su lucha, de inmediato redobló su entusiasmo y su solidaridad para con aquellos que se disponían a la pelea dentro de la Isla esclavizada. La esperanza era cierta y alta.
Aquellas fechas parecía inevitable. La tiranía empleó con todo rigor los mecanismos de represión y control construidos durante las décadas anteriores y que se hallaban perfectamente engrasados. El régimen pudo encontrar y recibir nuevos apoyos exteriores. La torpeza y la complicidad de Gobiernos y negociantes sin escrúpulos, verbigracia Clinton y Felipe González, o los hoteleros españoles y empresarios canadienses y de otros países europeos, permitieron a los Castro al menos capear el temporal. Por supuesto, habría que analizar igualmente errores de estrategia por parte de la oposición interna y del exilio.
Ya en otra época de nuestra historia, se cuenta que el Gral Machado afirmaba sardónicamente “a mi no me tumban con papelitos”. Y no fue con papelitos que lo tumbaron. Y, obviamente, el Gral. Era un demócrata consumado al lado de los Castro.
Debo declarar lo que es sabido, y es mi más profundo respeto por los cubanos que se juegan la piel y la tranquilidad de sus familias dentro de Cuba oponiéndose a la tiranía. Respeto a su historia y a sus ideas. Para ellos mi conocido apoyo de siempre. Pero, amigos míos, no es con carticas a los Reyes Magos, llenas de buenas intenciones, que vamos a salir de la tiranía. Es curioso, pero todos los días nos enteramos de denuncias de la oposición interna y de los periodistas independientes, en las que nos avisan de que no se advierte cambios, de que la represión continúa y se intensifica, de las manifiestas intenciones de los jerifaltes del régimen de que “antes se hundirá la Isla en el mar antes de renunciar a la gloria que se ha vivido” (Pablo Milanés, ahora “reformista” dixit). ¿Y ante este panorama la estrategia va a continuar siendo la de insistir en rogar por un imposible diálogo salvador? ¿Cuándo entenderemos que únicamente se avendrán al diálogo o lo que sea cuando sientan que están perdidos?
Y, en el exilio, ¿vamos a seguir facilitando viajecitos y componendas de la mano de los Saladrigas, Hugo Cancio, Aruca, etc., etc? Vamos a continuar con las sesudas recomendaciones de académicos como Carmelo Mesa Lago y Marifeli Pérez Stable y sus amiguitos de la Association for the Study of the Cuban Economy?
¿Será esta finalmente la hora de Cuba, o estaremos avocándonos a la frustración nacional vivida a raiz del derribo del Muro de Berlín? No lo sé. Depende de todos nosotros. Principalmente y casi únicamente de nosotros los cubanos, dentro de Cuba o en el exilio.
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