lunes, julio 18, 2011

Orlando Fondevila Suárez: LA HORA DE CUBA

LA HORA DE CUBA




Por Orlando Fondevila

Han transcurrido más de dos décadas desde el fausto derrumbe del Muro de Berlín. Se trataba del hito histórico que señalaba el comienzo del fin de uno de los más tenebrosos experimentos sociales que haya conocido la humanidad. Experimento que, por otra parte, había contado con el irresponsable o doloso respaldo de políticos y de elites intelectuales en todo el Occidente libre. Políticos e intelectuales que siempre encontraban excusas para el horror que se negaban a ver. A partir de la fiesta de libertad que inauguraban los alemanes, el mundo todo se inundó de alegría y comenzó a conocer y a aceptar que lo que se desplomaba ante sus ojos atónitos era una realidad de espesas y cruentas sombras vestidas de y vendidas como coloreada Utopía.

Los cubanos vivieron con esperanza el acontecimiento, a pesar de los escamoteos y censuras de la dictadura. Era entonces generalizada la percepción de que el régimen castrista era parte del fracaso rotundo que evidenciaba el desmoronamiento del imperio comunista. Para muchos resultaba obvio que para Cuba había llegado el momento de ahora o nunca para desembarazarse de sus propio grilletes totalitario que le atenazaban. El castrismo debilitado y confuso, se hallaba –creíamos- en fase terminal. A tenor de estas circunstancias surgió y se desarrolló un poderoso movimiento de disidencia y oposición que, enarbolando los principios del respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, puso sin duda en jaque al régimen e hizo visible como nunca antes internacionalmente el drama cubano. El exilio cubano, que desde el minuto cero del horror mantuvo contra toda esperanza su lucha, de inmediato redobló su entusiasmo y su solidaridad para con aquellos que se disponían a la pelea dentro de la Isla esclavizada. La esperanza era cierta y alta.

Aquellas fechas parecía inevitable. La tiranía empleó con todo rigor los mecanismos de represión y control construidos durante las décadas anteriores y que se hallaban perfectamente engrasados. El régimen pudo encontrar y recibir nuevos apoyos exteriores. La torpeza y la complicidad de Gobiernos y negociantes sin escrúpulos, verbigracia Clinton y Felipe González, o los hoteleros españoles y empresarios canadienses y de otros países europeos, permitieron a los Castro al menos capear el temporal. Por supuesto, habría que analizar igualmente errores de estrategia por parte de la oposición interna y del exilio.

Lo cierto es que hoy, a 22 años de aquella fulgurante esperanza, la tiranía continúa. Es verdad que el hundimiento del régimen cubano alcanza hoy tales dimensiones que sus propios responsables y secuaces lo admiten. Pero lejos de propiciar las soluciones radicales que a todas luces demanda la situación, se empeñan en transitar por veredas menores y engañosas para que todo cambie para que siga igual. Y está claro que lo que intentan que siga igual es su poder, es decir, la tiranía. ¿Está agotado el castrismo? ¿Está, ahora sí, en el camino de su desaparición? Puede ser. Pero lo realista es reconocer que continúa teniendo recursos. Y cómplices. Y continúa contando con los errores estratégicos de muchos de sus oponentes.

Ya en anteriores artículos me he referido al error -¿ingenuidad?- de quienes proclaman su intención de poner fin a la tiranía utilizando, paradójicamente, las mismas estrategias de esta. Recuerdo: no embargo, no aislamiento, propuestas de diálogo, normalización de relaciones con Estados Unidos y con todo el que aparezca. Remesas abundantes, viajes y viajecitos. Bonita manera de tratar al enemigo. ¿O no es el enemigo? Lo insólito de todo esto es que haya alguien que pueda creer que una dictadura que se sienta fuerte, con recursos y con una oposición complaciente e implorante, pueda aceptar propuesta alguna de diálogo para desaparecer. Además, ¿puede aspirar a una efectiva solidaridad exterior una oposición que no se haga notar con cierta contundencia? Mucho se habla de lo que acontece al día de hoy en algunos países del mundo árabe. De las rebeliones en Túnez, Líbia, Siria y Egipto, y del amparo firme que han recibido. Pero es que en esos sitios la oposición se hace sentir en las calles y paga su cuota inevitable de sacrificios.

Ya en otra época de nuestra historia, se cuenta que el Gral Machado afirmaba sardónicamente “a mi no me tumban con papelitos”. Y no fue con papelitos que lo tumbaron. Y, obviamente, el Gral. Era un demócrata consumado al lado de los Castro.

Debo declarar lo que es sabido, y es mi más profundo respeto por los cubanos que se juegan la piel y la tranquilidad de sus familias dentro de Cuba oponiéndose a la tiranía. Respeto a su historia y a sus ideas. Para ellos mi conocido apoyo de siempre. Pero, amigos míos, no es con carticas a los Reyes Magos, llenas de buenas intenciones, que vamos a salir de la tiranía. Es curioso, pero todos los días nos enteramos de denuncias de la oposición interna y de los periodistas independientes, en las que nos avisan de que no se advierte cambios, de que la represión continúa y se intensifica, de las manifiestas intenciones de los jerifaltes del régimen de que “antes se hundirá la Isla en el mar antes de renunciar a la gloria que se ha vivido” (Pablo Milanés, ahora “reformista” dixit). ¿Y ante este panorama la estrategia va a continuar siendo la de insistir en rogar por un imposible diálogo salvador? ¿Cuándo entenderemos que únicamente se avendrán al diálogo o lo que sea cuando sientan que están perdidos?

Y, en el exilio, ¿vamos a seguir facilitando viajecitos y componendas de la mano de los Saladrigas, Hugo Cancio, Aruca, etc., etc? Vamos a continuar con las sesudas recomendaciones de académicos como Carmelo Mesa Lago y Marifeli Pérez Stable y sus amiguitos de la Association for the Study of the Cuban Economy?

¿Será esta finalmente la hora de Cuba, o estaremos avocándonos a la frustración nacional vivida a raiz del derribo del Muro de Berlín? No lo sé. Depende de todos nosotros. Principalmente y casi únicamente de nosotros los cubanos, dentro de Cuba o en el exilio.