Sobre Cuba: Juan Antonio Blanco dialoga con DDC sobre 'El camino del pueblo', las declaraciones de Biscet a propósito del documento, y el alcance de é
Tomado de http://www.ddcuba.com
«No debe intentar ganarse una discusión desacreditando al mensajero»
DDC
Madrid
28-07-2011
Juan Antonio Blanco dialoga con DDC sobre 'El camino del pueblo', las declaraciones de Biscet a propósito del documento, y el alcance de éste.
Juan Antonio Blanco, exdiplomático, historiador y ensayista, es especialista en negociación y resolución de conflictos. Su trabajo en este campo contribuyó a la creación en Miami, en 2004, de Consenso Cubano, que incluye diversos partidos políticos, instituciones culturales y académicas y otras organizaciones.
(Juan Antonio Blanco Gil)
En tanto especialista, DDC le pide algunas precisiones a propósito de El camino del pueblo y de las reacciones que este documento ha suscitado.
Juan Antonio, en tu caso, ¿apoyas 'El camino del pueblo'?
Aunque con ese título es difícil dar una negativa, lo cierto es que prefiero apoyar "el camino del consenso", por el que optan los autores de ese documento, más que alinearme con ese u otro texto redactado dentro de Cuba.
Ocasionalmente he firmado alguna declaración elaborada fuera de la Isla. Sin embargo, creo que los que estamos lejos debemos ser muy prudentes en no tomar iniciativas que puedan involuntariamente alimentar diferencias entre los que están allá.
¿Te refieres a las críticas de Oscar Elías Biscet a ese documento?
Me refiero a una postura que he decidido asumir como norma general —aunque pueda hacer excepciones— hacia todo documento interno, para evitar desde fuera atizar contradicciones como las que se expresan ahora en esas declaraciones de Biscet.
¿Puedes, no obstante, dar una opinión personal sobre 'El camino del pueblo'?
Ese documento recoge ideas importantes que han sido expresadas por muchas personas de la oposición y la disidencia dentro y fuera de Cuba a lo largo de mucho tiempo. Lo que considero realmente nuevo, y estimo que le otorga un valor especial, ha sido el que un abanico tan amplio de esos sectores haya podido trabajar de forma constructiva en su redacción y luego hayan expresado sus ideas de manera conjunta. Personalmente considero que este hecho —más que la feliz o infeliz redacción de un párrafo u otro— refleja un momento de mayor madurez del movimiento propositivo en Cuba.
Volvamos a las declaraciones de Oscar Elías Biscet a propósito de 'El camino del pueblo'.
De hecho, muchas de las ideas de este documento coinciden con las expresadas en distintos momentos por Biscet.
¿A que atribuyes entonces su distanciamiento?
No me corresponde hablar por él. Siento un gran respeto por el modo digno en que Biscet se ha comportado ante cada reto, y me llamó la atención el enfoque constructivo de sus declaraciones al salir de su última prisión. Desconozco si en el proceso de concertación para producir el documento ocurrió algo que pudiese haber enajenado su apoyo.
¿Piensas que son superables esos escollos?
Con toda certeza. Lo que estamos viendo es una transición gradual y muy saludable de la cultura política de la polémica y la confrontación —que persigue imponer la unidad— a otra en que predomina el diálogo y se procura el consenso, no la unanimidad. Se acepta que nunca será posible la completa coincidencia de opiniones y se trabaja en identificar cuáles son las zonas de consenso y de disenso entre los participantes del proceso. Una vez logrado ese propósito, se actúa conjuntamente en aquellas cosas en las que hay coincidencia básica. Los disensos son dejados a un lado hasta que haya condiciones para volver sobre ellos y alcanzar nuevos acuerdos. Mientras tanto, se administran constructivamente para que no se vuelvan paralizantes ni divisivos.
Tú contribuiste, con tu experiencia en procesos de concertación, en la creación de Consenso Cubano. ¿Fue este método el que se siguió entonces?
Sí. Es este el método general que ha usado Consenso Cubano desde que inició su proceso de constitución en el 2004 y, aparentemente, es el que ahora fue empleado por los que redactaron y aprobaron El camino del pueblo. Por cierto, una comparación de las ideas centrales de ambos documentos demuestra que también hay un consenso latente entre esas fuerzas en Cuba y fuera de la Isla. Aunque, como ocurre con todo consenso, eso no quiere decir que haya una coincidencia unánime en todos y cada uno de sus postulados. Pero, en ambos casos, el trabajo paciente de unos y otros ha creado un núcleo duro conceptual que permite mostrar una voluntad de acción y propósitos. Eso va a ser bienvenido por todos aquellos extranjeros que se han preguntado si cuando se reunían tres cubanos el resultado era siempre una algarabía.
¿Tendrías algo que aconsejar a Biscet, entonces?
No es mi papel dar consejos a él o a los demás. Reitero que siento un profundo aprecio por hombres como Biscet o Fariñas. Si alguien me solicitara explicar cuestiones específicas referidas a la metodología de cómo se construye un proceso de consenso me sentiría honrado de que ese fuera el caso. Pero no voy a inmiscuirme en asuntos que solo a sus actores directos corresponde valorar y resolver. Es una cuestión ética.
Hay cierto escepticismo acerca del impacto que conseguirá el documento...
Bueno, yo no padezco del fetichismo de los manifiestos. No creo que el impacto de un texto resida en el número de firmas y adherentes que pueda llegar a alcanzar. Por cada firma lograda en condiciones de persecución, un régimen totalitario puede movilizar cien mil que afirmen lo contrario con sus mecanismos de coacción.
Amnistía Internacional goza de gran prestigio, no por el número de afiliados ni porque asegure un millón de firmas a sus denuncias, sino porque las denuncias que hace están profesionalmente muy bien documentadas. La gente los respeta por ese motivo, y los gobiernos saben del impacto que tienen esas denuncias en la opinión pública, por lo que no pueden desconocerlas.
Este y cualquier otro documento tendrá impacto si es diseminado con habilidad profesional —lo cual puede exigir un ajuste del texto a formato resumido— y si sus firmantes mantienen su vocación de actuar unidos en sus consensos mientras se respetan recíprocamente en sus disensos.
En términos de la expectativa de la opinión pública internacional, gubernamental y no gubernamental, el texto tiene un alto potencial como herramienta para atraer simpatías y apoyos.
¿Quisieras agregar algo más?
Desearía que aquellos que dentro y fuera de Cuba discrepen de este y cualquier otro documento expresen sus criterios de manera positiva, explicando las convicciones propias de manera directa en vez de hacer énfasis en negar lo que otros afirman. Sobre todo les pediría, respetuosamente, que se refieran al mensaje y no intenten ganar una discusión descreditando al mensajero.
Dejemos esa tarea a quienes se dedican profesionalmente en el gobierno cubano a asesinar la reputación de cualquiera que asuma la insumisión como norma de conducta. No le hagamos el juego.
El camino del pueblo.pdf
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADO EN DIARIO DE CUBA
Nic - 28-07-2011
Hallo en general pertinentes las puntualizaciones de Juan Antonio Blanco. No tendría nada que objetarle, excepto un par de puntos. El primero, de menor entidad, se refiere a la imagen de ‘matar al mensajero’, que el profesor Blanco, evitando la dureza literal del lenguaje figurado, transforma en la expresión más neutra de ‘desacreditar al mensajero’.
El problema es que en este caso hay dos textos, emitidos casi simultáneamente, en los que cada mensajero resulta el propio emisor de su mensaje. Uno, el de Biscet, llamado ‘2ª Declaración de El Roque’; el otro, de Payá, titulado ‘El camino del pueblo’. Ambos documentos, percibidos como las posturas contrapuestas de dos aspirantes al Nobel de la Paz, exhiben, ya desde el título, claras reminiscencias del discurso castrista e incluso maoísta. La disidencia, a mi juicio, debe refrescar su semántica de la resistencia y distanciarse lo más posible de esa vieja retórica conocida coloquialmente como teque.
El que mata al mensajero portador de malas noticias, como literalmente hacía el poderoso en la Antigüedad, es en definitiva el verdadero y último receptor del mensaje, o sea, ese régimen que no admitiría ni en broma ninguna invitación a sentarse a negociar, ni nada que limite su poder, así sea un milímetro. De modo que cualquier intento en ese sentido no pasa de ser un brindis al sol y se queda en el archivo de los esfuerzos inútiles, a no ser como medio de molestar a la gerontocracia y como reafirmación del derecho de petición.
El segundo punto tiene que ver con el limitado y acrítico concepto de la ética del que presume el profesor Blanco, como puede inferirse de sus propias palabras: “Pero no voy a inmiscuirme en asuntos que solo a sus actores directos corresponde valorar y resolver. Es una cuestión ética”.
De entrada, yo no comparto la ética comodona de quien contempla a los toros desde la barrera; del que no se tira a la piscina de la libre opinión para no mojarse políticamente; “del que mira al torrente pero que no se lanza / mas piensa que es un ente débil y delicado / y podría en el agua pescar un resfriado”.
¿Será que nuestro componedor de bateas sigue atrapado en los viejos reflejos de supervivencia de quien fue formado bajo la premisa de que en boca cerrada no entra mosca? ¿O será que se cree una personalidad tan descollante, al punto de que una mínima opinión suya pudiera desatar una guerra civil en Cuba, o al menos una batalla intestinal de consecuencias impredecibles en las filas de la disidencia?
Vamos, hombre, no se muerda la lengua, que ese mal hábito produce úlceras linguales.
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