Nicolás Águila: Mis Navidades de 1958
Nota delBloguista
Excelente artículo; sencillo y muy elocuente ...!
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Tomado de http://www.cubanet.org/
Mis Navidades de 1958
Por Nicolás Águila
Enero 2, 2012
MADRID, España, 29 dic.11 – A media mañana me encontraba jugando con los amiguitos en el patio sin cerca de los Yera, que quedaba casi frente a casa y era una especie de ‘playground’ abierto y democrático a la sombra de dos frondosas anacahuitas, esos árboles de fruto explosivo que jamás he vuelto a ver en ningún sitio. Y en eso llegó mi madre, muy nerviosa, y se puso a hablar con las vecinas Pura y Haydee. “Muchachos, a la casa, que esto pinta mal”, nos advirtieron al unísono. Los rebeldes estaban a punto de tomar Cumanayagua, y los guardias de Batista habían emplazado baterías de grueso calibre en los puntos más estratégicos del pueblo. Al fin la guerra de verdad, pensaba uno, anticipando emociones propias de las películas de tiros y vaqueros.
Era 24 de diciembre, pero no había Nochebuena. En cierta forma me alegraba por no tener que oír a mis hermanas, unos años mayores que yo, desafinando con el villancico de la cueva de Belén y su fin-fan-fun. La resistencia urbana del M-26-J había lanzado la consigna 0 – 3 – C: cero cena, cero cine y cero cabaret. En el pueblo no había ese tipo de centros nocturnos que en la época llamaban ‘night clubs’, pero había un cine al que pocos se atrevían a ir en los últimos tiempos por temor a los bombazos de los audaces chicos de Acción y Sabotaje. De hecho, las familias evitaban ir con niños a lugares donde hubiera aglomeraciones. “La cosa está de bala”, era el dicho de entonces, al que algunos le agregaban: “pero lo que no hay es que morirse”. En fin, que no había cena ni espíritu navideño. El terror revolucionario generaba más miedo que la Policía batistiana.
El 58 fue un año que marcó al niño de seis años que yo era entonces. Observaba lo que ocurría a mi alrededor sin comprenderlo del todo, pero entendiéndolo muy bien a mi manera. A comienzos de año un sobrino de mi abuela, primo favorito de mi mamá, se había alzado por embullo en las cercanas lomas del Escambray y poco tiempo después se arrepintió. Bajó al pueblo, lo prendieron y se dispararon todas las alarmas en la familia. Hubo que buscarle una buena palanca para sacarlo del calabozo en un par de días y enviarlo ‘exiliado’ a La Habana, tal y como recomendara el mismo político cienfueguero que había intercedido por su liberación.
Meses después, desde un tren en marcha, tirotearon a mansalva el cuartel de la Guardia Rural que se hallaba a una cuadra de la estación de ferrocarriles. Y de paso, no pocas balas hicieron impacto en las casas aledañas. De milagro no mataron ni hirieron a nadie, ya fuera militar o civil. Quizás no hubo víctimas que lamentar porque todo el mundo andaba recogido a la hora del mediodía. El calor abrasaba en esa acera del sol por la que yo tantas veces había transitado. Una tía, que vivía cerca del cuartel, quedó profundamente afectada. Tanto, que se mudó de allí inmediatamente.
Pero lo que le puso la guinda al pastel fue lo que nos ocurrió en los primeros días del mes de diciembre. A mi abuelo, que no era batistiano y les pagaba a los rebeldes el ‘impuesto revolucionario’ para poder ir a la finca a ver sus vacas, le montaron algo bastante parecido a un acto de repudio. Mandó a pintar la casa, como era de costumbre por Navidades, al menos cada dos años, y una mañana se levantó para ver la fachada toda rayada a carbón. Y lo más atemorizante, un cartelito con una amenaza explícita aunque poco ortográfica: CASA PINTÁ — VIEJO ORCAO. La abuela se alteró como nunca se le había visto y hasta le subió la presión arterial. Aquello iba mucho más allá de la consigna, o si se quiere la amenaza, del 0 – 3—C.
Uno, que era apenas un fiñe, oía a los mayores y podía darse cuenta de que algo realmente tremebundo se nos venía encima. La verdad que el régimen apuntaba maneras autoritarias mucho antes de llegar al poder. Sin haber ganado todavía la guerra (que en realidad se concretó a unas cuantas escaramuzas), se sentían con derecho a decidir lo que se podía o no se podía hacer. Pero eso no era más que un avance de lo que vendría después, cuando tuvieran bien agarrada la sartén por el mango. Todo se andaría, y muy rápido.
Aquel 24 de diciembre, sin embargo, el drama apenas comenzaba. A eso del mediodía por fin hicieron su entrada triunfal las tropas de Morgan y Menoyo. Los rebeldes del Segundo Frente tomaron el pueblo como quien se toma un vaso de agua. La plaza había sido abandonada por los soldados del Ejército Nacional (más la Policía y la Rural) que cogieron las de Villadiego, o más exactamente, la carretera de Cienfuegos. No digo que Cumanayagua fuera una ciudad abierta, porque obviamente ese embrión de pueblo no era el París indefenso poco antes de la ocupación nazi. Pero fue igualmente un paseo militar. Sin contratiempos y sin resistencia. Sin pena ni gloria.
Muchas mujeres del barrio se vistieron de rojo y negro y se apiñaron en la esquina del Liceo para ver pasar a los guerrilleros. Pero se quedaron con las ganas porque no pasaron por allí. Para mí que no hubo ningún desfile militar. O si lo hubo, fue muy limitado. O en todo caso, no me acuerdo. Ya se sabe que la memoria funciona a través de filtros selectivos, de modo que uno recuerda unas cosas y olvida otras. Lejos de pretender el don de la ubicuidad o la omnisciencia, yo no era más que un muchachito con los ojos abiertos que de pronto se enteraba de que su pueblo era ya territorio libre de Cuba. Así mismo decían, aunque a la distancia de 53 años nos suene más ridículo que trágico.
Por la noche, nada de cena en la casa. Creo que ni siquiera se sirvió una comida como Dios manda. Para colmo, salí al portal y un rebelde que pasaba por la calle tuvo la ocurrencia, ante mis ojos y a menos de tres metros, de descargar un par de ráfagas al aire. De más está añadir que, del susto, salí corriendo despavorido hasta el fondo de la casa. Pero no lo culpo. Era su modo de celebrar la victoria, o de marcar su territorio a lo macho guerrillero. Y, en definitiva, era casi tan muchacho como yo.
Al día siguiente, 25 de diciembre, desde muy temprano empezaron a recibirse en casa las visitas de los rebeldes amigos o parientes de la familia. La verdad que ni me imaginaba entonces que tuviera varios primos que se alzaron en las montañas del Escambray. Quien más se destacaba por su estampa de cowboy al duro no tenía barba ni bigote. Era Ofelia la guerrillera, una prima de mi papá, muy delgada ella pero con don de mando y un pistolón al cinto para marcar distancias. Todos, menos Ofelia que se volvió ñángara, muy pronto se virarían contra el régimen, cumplirían años de prisión y partirían al exilio o al destierro en Pinar del Río. Pero de momento ninguno de ellos sospechaba que su alegría victoriosa iba a durar tan poco tiempo.
Al caer la tarde fui con mi papá a dar una vuelta por el centro del pueblo. Nos sentamos en un banco del Prado y desde allí contemplaba el ir y venir de los barbudos y sus numerosos admiradores y admiradoras. Le pregunté al viejo si no le daba miedo todo aquello. “Miedo, ¿a qué?”, me respondió riéndose, pero a mí no me engañaba. No se le veía nada contento con lo que estaba sucediendo.
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Nicolás Águila: Mis Navidades de 1958":
muy buena cronic,solo no debes d quitarle el merito a los q lucharon x una causa justa aunque despues se viraron,se fueron o no,nada q ver con la mierda q se volvio aqulla revolucion despues,muchos murieron o se enfrentaron al ejercito x acabsr con la tirania algo q la mayoria de nosotros no ha hecho.
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Comentario del Bloguista
La causa era justa; los métodos y la vía para que triunfara la causa fueron, y son, profundamente deplorables. Hoy esos métodos los valoramos como terroristas; revolucionarios, pero terroristas.
Lo del dictador Fulgencio Batista no era una tiranía; como profetizó Rafael Díaz-Balart, el verdadero conocimiento de lo que es una tiranía lo conocimos con Fidel Castro y ahora con su hermano Raúl, cómplice de todo lo hecho por Fidel Castro.
Tampoco la inmensa mayoría del pueblo cubano de aquella época se enfrentó a aquella dictadura; el apoyo del pueblo cubano a la Revolución antes del 1 de enero de 1959 es un gran mito. Tengo un amigo que fue uno de los jefes a nivel provincial del Movimiento 26 de Julio y un día me habló de lo difícil que era encontrar personas que vendieran bonos del 26 de Julio y encontrar militantes para sus células clandestinas ...
Después del Asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957 se le hizo a Batista el 7 de abril un acto de desagravio; he aquí una foto que muestra solamente una parte de los asistentes a dicho acto y les señalo que cuando aquello el que asistía, de verdad lo hacía voluntariamente y su empleo o su salida del país no dependía del Estado.
Quizás un indicio para entender el comportamiento del pueblo cubano esté en el comportamiento o ¨conversión¨ de la periodista Marta Rojas quien entonces era una acérrima batistiana por lo que fue la primera periodista en entrar al Cuartel Moncada después del asalto el 26 de julio de 1953 y al juicio de los asaltantes, incluyendo a los de Fidel Castro (sus compañeros de trabajo en la revista Bohemia se cuidaban de ella) y desde el triunfo de la Revolución se convirtió en una furibunda Castrista. Aclaro que los auténticos y los ortodoxos, por ejemplo, estaban en contra de Batista y superaban a los batistianos en número, pero el pueblo cubano, en general, era lo que hoy llamaríamos independiente, o sea, no militaban en ningún partido político. Veamos la carta de desagravio de Marta Rojas a Batista.
En http://baracuteycubano.blogspot.com se puede leer un reportaje de El Nuevo Herald sobre esa carta. Un fragmento es este:
¨Martha Jiménez, viuda de Fructuoso Rodríguez y madre de Osvaldo Fructuoso, fue una pieza clave en el proceso contra Marquitos. Jiménez vive aún en La Habana.
''La carta se encontró durante la investigación de Marquitos, pero se descartó porque no tenía efecto para el juicio'', relató Rodríguez. ``Pero no fueron pocos los miembros del Directorio, algunos ya fallecidos, que supieron en su momento de esa carta''.
De acuerdo con Rodríguez, Rojas intentó localizar la copia de la carta en los archivos de la Presidencia con posterioridad a 1959, pero nunca la encontró.¨
6 Comments:
muy buena cronic,solo no debes d quitarle el merito a los q lucharon x una causa justa aunque despues se viraron,se fueron o no,nada q ver con la mierda q se volvio aqulla revolucion despues,muchos murieron o se enfrentaron al ejercito x acabsr con la tirania algo q la mayoria de nosotros no ha hecho
Sr Águila
Mi padre se llamaba Miguel Pérez-Ágila, nació en Cumanayagua, Las Villas. Yo estoy tratando de buscar información de la familia Ágila...será que somos de la misma familia?
Sr Águila
Mi padre se llamaba Miguel Pérez-Ágila, nació en Cumanayagua, Las Villas. Yo estoy tratando de buscar información de la familia Ágila...será que somos de la misma familia?
Sr Águila
Mi padre se llamaba Miguel Pérez-Ágila, nació en Cumanayagua, Las Villas. Yo estoy tratando de buscar información de la familia Águila...será que somos de la misma familia?
No creo haber conocido a Miguel Pérez Águila, pero quién sabe. Yo me fui de Cumanayagua en el 70 y perdí contacto con la gente de mi pueblo natal. Recuerdo que allí había personas con el apellido Águila, aunque pocas, que no eran parientes míos. No obstante, si me dice el nombre de su abuela paterna tal vez pueda saber si tenemos algún parentesco preguntándole a mi hermana. Le deseo un feliz Domingo de Resurrección. Nicolás
Sra. Isabel:
No creo haber conocido a Miguel Pérez Águila, pero quién sabe. Yo me fui de Cumanayagua en el 70 y perdí contacto con la gente de mi pueblo natal. Recuerdo que allí había personas con el apellido Águila, aunque pocas, que no eran parientes míos. No obstante, si me dice el nombre de su abuela paterna tal vez pueda saber si tenemos algún parentesco preguntándole a mi hermana. Le deseo un feliz Domingo de Resurrección. Nicolás
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