jueves, abril 12, 2012

Luis G. Ruisánchez sobre debate entre Carlos Alberto Montaner y Alberto Muller sobre la Iglesia Católica: Ni con el pétalo de una rosa

Nota del Bloguista

La fe, al igual que la política, la ciencia, las artes, etc., son susceptibles de tener fanáticos e intolerantes. Donde esté la presencia y el actuar del hombre puede hacerse presente el fanatismo y la intolerancia; sólo hace falta un punto en donde mostrar el fanatismo y la intolerancia.

El padre Félix Varela escribió :

"La superstición, el fanatismo y la impiedad son los tres grandes martirios del alma".

¨Hay un fanatismo político, que no es menos funesto que el religioso, y los hombres muchas veces con miras al parecer las mas patrioticas, destruyen su patria ...¨


El 18 de enero de 1821, inaugurando la primera Cátedra de Derecho Político expresó:

«yo llamaría a esta cátedra la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales... la fuente de las virtudes cívicas, la base del gran edificio de nuestra felicidad, la que por primera vez ha conciliado entre nosotros las leyes con la Filosofía, que es decir que las ha hecho leyes, la que contiene al fanático y déspota establecimiento y conservando la religión santa y el sabio gobierno...»
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Tomado de http://www.elblogdemontaner.com/


Ni con el pétalo de una rosa


Por Luis G. Ruisánchez
11 abril 2012


Presumo, por experiencia vivida, lo que es un argumento limitado, que las religiones están basadas en un camino que transita entre lo absoluto a la intolerancia. A favor o en contra. No hay matices. En eso pesa la fe, que explica todo con total convicción sin tener en cuenta la razón humana, la reflexión ni el análisis.

Dicen, y esta experiencia de Carlos Alberto Montaner en su artículo Vaticano Inn. (ver todo en http://www.elblogdemontaner.com/) lo confirma, que la polémica sobre religiones suele ser un dialogo entre sordos.

Yo, que ya festejé compartiendo con amigos la lógica y razonada visión empresarial de la iglesia (de la institución, reitero) que cuenta Montaner, recibo como excesivamente apasionada la respuesta que le hace Alberto Muller.

En su respuesta, a Muller lo condiciona su fe, la razón no pesa. Ni tan siquiera el ejercicio de la inteligencia, facultad que a Alberto Muller le sobre, lo tiene demostrado con sus columnas periodísticas. Pero es que, más allá del conflicto que pudiera generar su pensamiento, hay una respuesta acodada en la fe, sin margen para el cuestionamiento, ni tan siquiera para la dudosa curiosidad, un dogma impuesto bajo la amenaza doctrinal de que su falta trae consigo un castigo eterno y divino.

El ejemplo de Teilhard de Chardin, que le cita Montaner a Muller en su conta-respuesta, es apenas un ejemplo sacado con pinzas, de la larga historia de hogueras y excomulgaciones de la iglesia católica, lo que pone en duda su divina iluminación sobrehumana y certifica sus intereses terrenales en mantener el poder y el lucro.

Y ese terror de las religiones ha sido su arma histórica para la supervivencia a lo largo de los siglos, en contubernio con imperios, monarquías, tiranías, conquistadores, pensamientos racionales y poderes de todo tipo, sin cuestionarse el compromiso moral (y cristiano) que ha implicado.

¿Pone en dudas ese análisis de Montaner la tarea benefactora de la iglesia en tierras de gente desposeídas, hambrunas y epidemias? ¿Los sacrificios sobrehumanos de los misioneros, la instrucción de los jesuitas? No. Ya se ha encargado Montaner de reiterarlo en “Con la iglesia hemos topado”. Pero esa verdad no excluye su derecho a poner el dedo sobre la sangrante llaga que no perite disimulos, de una institución que no ha tenido remordimientos en comulgar con Mussolini para afianzarse en el territorio que delimita contranatura, la nación católica.

La iglesia cubana misma ha explicado, coralmente con los voceros del Vaticano, el carácter gubernamental (oficial) de la visita del Papa a México y Cuba. “El Vaticano es un Estado”, argumentaron textualmente. Y el discurso del Papa en Cuba no ha ido más allá de lo que pudiera insinuar de soslayo un mandatario de cualquier país que visita una nación acosada por una tiranía, que habla atado a la diplomacia. Darle otra connotación es, acaso, un exceso de entusiasmo. Leer entrelíneas es un ejercicio meramente intelectual.

No sé, entonces, cómo puede cuestionársele a Montaner su legítimo derecho al análisis sobre un Estado del planeta, basado en fundamentos empresariales. Mucho más cuando la fe, que no es una condición obligada, no pesa en la libertad de la razón.

El Vaticano es un país terrenal, no divino, presidido por un Papa en vez de por un Presidente, un Primer Ministro o un General. Sin esas alternativas de la nominación, todo el resto funciona igual.

(NOTA.- En Para Leer si queda tiempo, Muller creo que pone punto final a la polémica en una elegante nota democrática y tolerante.)