sábado, enero 05, 2013
Uncuentoviejo
"Consentir al yo
cualquier derecho frente al Estado Único sería lo mismo que mantener el
criterio de que un gramo puede equivaler a una tonelada. De ello se llega a la
siguiente conclusión: la tonelada tiene derechos, y el gramo deberes, y el único
camino natural de la nada a la magnitud es: olvidar que sólo eres un gramo y
sentirte como una millonésima parte de la tonelada" Yevgeni Zamiatin.
A menudo los regímenes de corte comunista han sido clasificados como
dictaduras o tiranías, términos imprecisos que se prestan para establecer
analogías entre países con una realidad particular
muy diferente. En este sentido vemos
comparaciones artificiales en cuestiones como el alcance, la
estabilidad, el declive o su legado; sirva de ejemplo el caso cubano y su
equiparación con algunas dictaduras
militares de Latinoamérica u otros regímenes no democráticos de diversa índole. En cuanto nos alejamos de
esos conceptos genéricos, y contextualizamos al régimen cubano dentro de la especificidad de los países
comunistas, contamos con una definición
más precisa: la de régimen totalitario.
El término totalitarismo ha sido
polémico como cualquier otro concepto tipológico que escoge determinadas
dimensiones de la realidad obviando otras, así que de todos los autores
prefiero partir de la definición clásica
de Friedrich con criterios empíricos, donde distingue seis características
fundamentales que se pueden aplicar a los sistemas políticos de tipo soviético:
una ideología oficial, la
marxista-leninista; un único partido de
masas controlado por una oligarquía; el monopolio
estatal de las armas; el monopolio
estatal de los medios de comunicación; un sistema policial de terror: la KGB y
sus sucedáneos; y finalmente un control de la economía mediante la
planificación estatal. Juan Linz abunda
en otras consideraciones como cierta heterodoxia en la ideología oficial que no
es desautorizada, o la participación de las masas: “se alienta, se exige y se
compensa la participación ciudadana en una activa movilización en favor de
tareas políticas y colectivas, participación que es canalizada a través de un
partido único y muchos grupos secundarios monopólicos”. Como colofón a estas
especificidades del totalitarismo, y porque contempla una mención a nuestro
país : “El problema del terror de Estado, la represión, violación de los
derechos civiles, imperio de la ley, garantías procesales, etc., no puede
servir para el distingo entre regímenes, ni para la distinción entre regímenes
totalitarios y autoritarios. Un régimen de fuertes tendencias totalitarias,
como el de la Italia fascista después de la consolidación del poder, fue mucho
menos represivo que varios de aquellos que de todas formas caracterizaríamos
como autoritarios, y lo mismo puede decirse de la Cuba castrista.”
En el año 1996 Linz y Stepan
publican el libro Problems of Democratic
Transition and Consolidation donde se cuestionan la utilidad de las
distinciones tradicionales entre totalitarismo y autoritarismo para estudiar
los regímenes comunistas europeos en sus últimos años, previos a los procesos
de transición democrática. En estos países ya se había producido en menor o
mayor grado alguna quiebra del ideal totalitario en apartados como: ideología,
pluralismo, liderazgo y movilización. Así
se plantearon una nueva categoría, la de postotalitarismo, que a su vez
presenta tres niveles: temprano, congelado y maduro. En la fase temprana se halla muy próximo al ideal totalitario pero
teniendo problemas con la capacidad de liderazgo, caso búlgaro de finales de los años 80. La
congelada se caracteriza porque aun existiendo una mayor tolerancia hacia la
crítica que ejerce la sociedad civil, todos los mecanismos de control del
Estado-partido permanecen inalterables, caso checo entre 1977-1989. Finalmente
en la fase madura se manifiestan cambios en todas las dimensiones excepto en el
papel dirigente del partido, tomando como ejemplo la Hungría de 1982 a 1988.
Según Carlos Taibo esta
modulación le resta fuerza a la categoría que pierde la universalidad
que correspondía al totalitarismo- que dicho
sea de paso fue heterogéneo en sus
manifestaciones- y también le recrimina que no se pueda ejemplificar
fuera del
contexto comunista, limitación, que en tal caso, no afecta su aplicación
a la
situación cubana. En mi opinión la adjetivación no le resta valor
alguno, por
el contrario la hace más precisa, y permite analizar si el recorrido de
un
régimen totalitario es una adaptación a las circunstancias o hacia otro
tipo de
régimen. Cuando Taibo se cuestiona si el postotalitarismo es en realidad
tan
diferente del autoritarismo- y lo hace precisamente acudiendo a lo mismo
que
reprocha: particularidades nacionales- acusa a Linz y Stepan de estar
prejuiciados con que no puede haber autoritarismo en un régimen donde
no hay economía de mercado; una cuestión que no creo baladí
porque sería perder la perspectiva de dominación total, económica
también al menos
en su vertiente comunista no en la fascista, del punto de partida
totalitario.
No se debe pasar por alto que en ningún momento los autores plantean
que un sistema es más benigno que
otro ni que los países autoritarios estén en camino hacia la transición.
En
cualquier caso hay una diferencia sustancial, en el postotalitarismo las
referencias históricas, tanto para el gobierno como para la oposición,
es el
totalitarismo previo que borró cualquier tipo de pluralismo
preexistente.
Con animo de resumir y obviando
la categoría de sultanismo, también elaborada por los autores para otros
regímenes, y para no enredar más la madeja, se presenta el siguiente cuadro:
Preguntarse en que punto del
postotalitarismo se encuentra el régimen cubano podría antojarse un ejercicio inútil por tratarse de una realidad cambiante,
en contraposición a las clasificaciones llevadas a cabo en países excomunistas, realizadas ex post facto.
Sin embargo creo que, más que ubicarlo
con exactitud, lo provechoso es considerar que aún tiene mucho recorrido dentro de la categoría postotalitaria hasta
alcanzar la fase madura. Es muy importante tomar este postulado como referencia
para no cometer errores de interpretación durante la transformación del
régimen, su adecuación a las circunstancias; que en ningún caso debe
confundirse como señales hacia una transición democrática antinatura. Por más que
eso implique una mayor liberación de las fuerzas productivas, tolerancia hacia
la oposición o pluralismo institucional, incluso con otros partidos en el
parlamento que continuará igual de aparente. Por último recordar que los regímenes
postotalirarios colapsaron con independencia de su gradación totalitaria, que a
la postre no fue determinante en las causas pero sí influyó en las formas en
que se realizó la transición; pero esa es otra historia.
Enrique García Mieres.
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