LA AGRESIVIDAD FICTICIA
Por Esteban Fernández
Claro que el genio existe pero la inmensa mayoría de los enojos, furia, cólera, irritación y encabronamientos son extremadamente selectivos. La braveza explosiva es una sensación temporal y a veces fingida para impresionar y quizás poder amedrentar a un adversario débil. Los exabruptos casi siempre son proferidos por los que consideran que “van a coger los mangos bajitos” o por ancianitos que saben que sus acciones no tendrán repercusiones peligrosas.
Un automóvil es conducido por un moreno. De espaldas aparenta ser un gordo fofo. Va extremadamente lento -a menos de 10 millas por hora- luce confundido, parece andar despistado buscando una dirección. Atrás, en otro auto, va un impaciente joven, debido a lo angosto del camino le es imposible pasarlo, grita, se vuelve loco, le enseña el dedo medio y hasta le mienta la madre al lento chofer quien al notar que atrás viene un loco tocando el claxon para el auto en seco. Del carro se baja un risueño Mike Tyson con su horripilante tatuaje en la cara. Creo está demás decirles que el enojo del tipo que iba detrás se esfumó a la velocidad de un rayo.
Muchas veces delante de mi televisor yo cojo tremendos berrinches escuchando algún discurso del Presidente Barack Obama donde sin yo quererlo ni buscarlo aparece en la pantalla, sobre todo cuando su tono es altanero, sarcástico, burlón y arrogante. Pero por nada del mundo durante una de sus visitas a California yo me le acercaría y “le tiraría los pantalones” porque yo donde dice peligro.
Seguro que sí, los seres humanos nos enfadamos pero repito es un sentimiento momentáneo y se evapora ante el riesgo inminente. Donde único la furia perdura es en la defensa de la integridad física y moral de una hija, de una nieta o de una madre. Y si alguien va caminando con su esposa por la calle y un energúmeno le da una nalgada ahí sí que hasta al más ecuánime de los hombres le sale espuma por la boca defendiendo el honor de su pareja.
Hace muchos años un “chinito” enclenque que medía menos de cinco pies de estatura llegó a bailar al “Mexican Village” acompañado de un verdadero monumento. Un borracho que estaba allí cogió, por gusto, tremenda rabieta y comenzó a vociferar y echarle con el rayo “al humilde chino”. Yo lo escuché gritar endemoniado: “¡Increíble que el narra éste tenga esa tremenda jeba, ustedes verán que se la voy a quitar, ahora mismo la saco a bailar!”
Nunca olvidaré que el bartender discretamente le dijo: “¡Oye, ese es el japonesito Tanaka que es campeón nacional de karate!”. De súbito al atrevido no solamente se le pasó la braveza sino que hasta se le quitó la borrachera. Callado, “más tranquilo que estate quieto”, sin tan siquiera dar un tumbo ni despedirse, salió de allí como bola por tronera.
Y la víctima de un violento ataque verbal no tiene que ser fuerte, ni boxeador, ni judoca, simplemente tiene que ser un bravo que no se deje impresionar con alardes, ni gritos, ni insultos y muchas veces puede ser capaz de partirle el hocico al malhumorado.
Y las armas de fuego deben estar en las manos de las personas razonables no de las que las utilizan para envalentonarse, y el pusilánime armado debe tener mucho cuidado porque a veces una pistolita no paraliza a un hombre verdaderamente guapo. Al segundo día de yo pernoctar en la casa de Carlos Zárraga, donde residían los guajiros sobrevivientes del Escambray, Vicente Méndez tranquilamente, sin asomo de incomodidad, nos reunió a todos y nos dijo: “Han desaparecido de aquí los fusiles FAL
que nos suministró el Comandante “Nino” Díaz, yo sé exactamente quien se los llevó y dónde está ese individuo en este momento, vamos para allá”…
(Vicente Méndez alistándose para desembarcar en Cuba junto a un grupo de sus hombres. Foto y comentario del bloguista de BC)
Entramos a un oscuro bar de Hialeah, un hombre estaba sentado dándose tragos acompañado por una mujer. Vicente, calmadamente, le partió para arriba, el tipo en un ataque de furia sacó una P38 y le apuntó a la cabeza del valiente campesino y este se rió, le quitó la pistola y le dio un empujón que lo revolcó por el suelo.
Antes de media hora ya habían aparecido los rifles donados por “Nino” Díaz. Y durante todo este ajetreo Vicente no había perdido su enigmática sonrisa ni un solo segundo.
En el viaje de regreso en el auto Ford Falcón de Zárraga “el guajiro” sintonizó en la radio una canción de los Beatles y me dijo: “Yo soy experto bailando esa música, después te enseño”. Es decir que uno de los hombres más valientes que ha dado la causa cubana jamás lo vi -en dos años- perder los estribos.
Cuando quieran ver un buen ejemplo de lo que les digo sintonicen en la televisión el magnífico programa “The Five” por Fox News donde diariamente pueden observar al gordiflón liberal Bob Beckel, mientras le gotea la nariz, lanzando premeditadas bravuconerías baratas. Tal parece como si tuviera en su cerebro un botón interno de radio que utiliza para encender y apagar a capricho sus fanfarronadas.
Para resumir este escrito: Yo, Esteban de Jesús Fernández y Gómez, les confieso que la segunda cosa que más admiro en un ser humano es la sangre fría. Y les aseguro no hay alardes que no los aplaque una buena y calmada trompada.
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