Esteban Fernández la última representación de la pasión y la crucificción de Cristo en Güines, Habana Cuba: GÜINES: LA ÚLTIMA ESCENIFICACIÓN
Por Esteban Fernández
Viernes Santo 1961 Güines, Habana Cuba. Alrededor de las diez de la mañana comenzó la escenificación. Para entonces (Jesucristo) Efrén Besanilla aparecía atado a una columna, cerca del tribunal de Pilato y recibía los acostumbrados azotes. Y fue en aquellos precisos momentos cuando se escucharon los primeros disparos castristas. Sin perder ni un segundo, actuando magistralmente con la rapidez que el caso requería, Tony Valenciano, Mongo Vargas y René Alvarado corrieron hacia el lugar donde se encontraba Efrén, rompieron las ataduras y lo llevaron a la tienda La República y allí lo protegieron de las turbas fidelistas, gracias a la generosidad del dueño del comercio, el siempre recordado Evelio Estévez.
La confusión reinante era difícil de describir. Miles de personas trataban de correr hacia alguna parte, otras tantas eran pisoteadas en el suelo. Las ametralladoras seguían hablando y dejaban sus marcas en la fachada del Edificio (Balerdi). El ejército y la policía fidelista comenzaron a hacer arrestos. La estación de policía y el cuartel estaban abarrotados de detenidos. El gobierno estaba montando la farsa de hacer creer que elementos anti-castristas habían comenzado la balacera. Más tarde, tres guaguas repletas de presos salían rumbo a La Habana.
El pueblo de Güines no aceptó callado ni sumisamente aquella afrenta.(En la histórica foto de la derecha: Efrén Besanilla Vargas, como Jesucristo en 1961) Desde debajo de las piedras salían gritos de Viva Cristo Rey. Ante aquel ataque asesino se hizo patente la valentía del pueblo. Nadie se acobardó. El gobierno ateo y materialista ametrallaba a un pueblo noble e indefenso, y éste le enfrentaba sus pechos abiertos. Aquellos momentos eran similares a los que había vivido el noble pueblo húngaro, cuando fue barrido por los miserables tanques rusos.
Tirotearon la escenificación. Dispersaron a balazos al público que en muchos miles llenaban cada pie cuadrado del parque … No hubo cientos de muertos por un milagro de Dios.
A la Jefatura de la Policía llegó, vistiendo su uniforme el Comandante del Ejército Rebelde, el güinero que junto a Fidel Castro, había desembarcado en la Sierra Maestra. Era el Comandante Raúl Díaz, que allí mismo se consagraría como un cubano de mil quilates. Raúl arrancó de su uniforme su estrella de Comandante y dijo: “Yo no fuí a la Sierra ni combatí para que sucedieran cosas como éstas”. Creemos que, desde aquel día, el Comandante Raúl Díaz [Torres] rompió completamente con el régimen al que tanto había ayudado.
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