viernes, abril 17, 2015

Palabras de Lincoln Díaz-Balart a la conclusión de la misa celebrada en honor a la memoria del patriota e intelectual Orlando Fondevila Suárez


Orlando Fondevila Suárez

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Palabras pronunciadas por Lincoln Díaz-Balart a la conclusión de la misa celebrada por el Padre Juan Rumín Domínguez, en la Ermita de la Caridad del Cobre, en Miami, Florida, el 11 de abril de 2015.
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Por Lincoln Díaz-Balart
11 de abril de 2015

Padre Rumín, padre amigo, padre cordial, gracias por esta oportunidad de decir unas breves palabras en nombre de la familia de Orlando Fondevila, de su hija Odette, su yerno Ulises, su nietecita Aitana. Y de los amigos de Orlando Fondevila que nos encontramos hoy aquí reunidos.

Las palabras del Padre Rumín nos llenan de esperanza, nos insuflan fe y optimismo. Las suyas son sabias palabras de solidaridad y consuelo.

El Padre Rumín es un patriota cubano. Mi padre, Rafael Diaz-Balart, decía que hay dos tipos de cubanos: los que son patriotas, y los que no lo son. Orlando Fondevila no solo era de los patriotas, sino uno de los mejores de los patriotas. Era un hombre absolutamente admirable. Era brillante. Con un ilimitado amor por Cuba. Rendía culto a la amistad. Sabio escritor. Agudo analista de la realidad. Sublime poeta. Ex-prisionero político. Con un absoluto desinterés por lo material. Amado padre y abuelo. Rafael Diaz-Balart solía decir que “Fondevila reivindica a la humanidad”.

Usted mencionó varios aspectos de la vida de Orlando Fondevila, Padre Rumín. Creo que usted leyó una entrevista que yo también leí, que le hizo a Orlando el amigo Armando de Armas, presente aquí hoy entre nosotros, en Martí Noticias. En esa entrevista Armando le preguntó: ¿eres feliz? “Soy libre y estoy reconciliado con Dios”, contestó.



Antes de que se mudara hace poco para Miami, Orlando Fondevila vivía exiliado en España. De vez en cuando visitaba Miami. Se convirtió en una costumbre que cuando él llegaba a Miami, mi hijo Lincoln Gabriel y yo lo recogíamos donde él paraba, en casa de la amiga Mirta, aquí presente, y entonces íbamos los tres a almorzar.

¡Fonde! Le decía mi hijo abrazándolo. ¡Hombre, Lincoln Gabriel, que fuerte estás!, recuerdo a Orlando contestándole.

Esos almuerzos, esas breves tertulias, con dos seres llenos de amor, están entre los momentos más preciados de mi vida.

La partida de Orlando Fondevila es un golpe muy fuerte para la causa de la libertad de Cuba. El pueblo de Cuba está viviendo una larga pesadilla. Y está profundizándose la pesadilla. Cuba sufre. Pero sabemos que nuestro Señor Jesucristo sufrió más, y triunfó sobre el mal. Seguimos de pie, siguiendo el ejemplo de los patriotas cubanos. Como Orlando Fondevila, un hombre que, hasta el último día de su vida, luchó por el bien y denunció el mal.

Mantenemos la fe, y rogamos, ¡Virgen de la Caridad del Cobre, salva a Cuba!

(La foto de Orlando Fondevila que encabeza esta nota es de la autoría de José Armando Rodríguez)
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HAY ESPERANZA

Por Orlando Fondevila
12 de noviembre de 2012

La tiranía castrista siempre lo ha intentado todo para convencer a todo el mundo, y en especial a los cubanos, de que es invencible. Por todos los medios le ha hecho creer a muchos de que su policía política todo lo sabe, de que es imposible rebelarse, de que quienes se le oponen son mercenarios al servicio de Estados Unidos. De que esos Estados Unidos, a través de la historia no han hecho otra cosa que codiciar la posesión de Cuba y de que, para ello, estarían dispuestos a una invasión armada que solo podría resolverse en un baño de sangre y en segura derrota de los agresores. La tiranía siempre ha presumido de la supuesta invencibilidad y genialidad de Fidel Castro, y últimamente en el pretendido pragmatismo del realmente exiguo heredero. También la tiranía ha alardeado siempre de contar con formidables aliados. En tiempos de la Unión Soviética y su Imperio del mal, la tiranía castrista se sentía segura, tanto militar como económicamente. Hoy finge que los avales chino y venezolano son suficientes garantías de sobrevivencia para el régimen.
Por otra parte, utiliza todos sus recursos de chantaje, amenazas y seducción para, por un lado, conseguir la desmoralización de sus oponentes, y por otro, atraerse los recursos necesarios para sostenerse más o menos, más bien menos que más. Y ganar tiempo. El tiempo que necesita la gerontocracia mandante para preparar el terreno a sus herederos, “reformitas” menores de por medio.
Igualmente cuenta la tiranía con el cansancio y la desidia internacional. Conseguir, es su propósito, que en general se olviden de ellos y les acepten, si no como algo normal, al menos como un hecho consumado a largo plazo. Para ello reclaman el aval de los resultados electorales en Venezuela y en Estados Unidos. Aunque simulen lo contrario, están muy esperanzados en que la reelección de Obama produzca en breve plazo cambios favorables para el régimen en las relaciones EE.UU. y Cuba. Mientras tanto, continúan con su implacable acoso a todos cuantos se les oponen internamente, ya sean activistas, periodistas independientes, damas de blanco, blogueros, etc. La violencia alcanza incluso a los que expresan un disentimiento más suave o “moderado”.
Lo cierto es que se percibe cierto desánimo en muchos sectores de la oposición al interior de la Isla. Y muy grave, mucho malestar también dentro de lo mejor y más firme históricamente del exilio. En contraste, repican las campanas de júbilo entre aquellos que por diversas razones, conscientes o no, interesadas o no, juegan el juego de la tiranía. Visto así, a bote pronto, el panorama de la libertad de Cuba se torna desesperanzador.
Pero no. Ese sentimiento de derrota, de que no hay esperanza (al menos a corto plazo), debe ser erradicado de inmediato. Y no por un mero ejercicio de voluntarismo torpe, o de bobo optimismo. Sino porque sí hay esperanza. Porque la historia, nuestra propia historia así lo acredita. Mucho más tiempo tuvieron que enfrentarse los cubanos al colonialismo español. Mayores dificultades tuvieron que encarar nuestros Mambises, también de desunión , también de sectores colaboracionistas, también de escasos aliados en América Latina y en todo el mundo. Pero como recientemente nos recordaba la periodista independiente Tania Díaz Castro, el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, calificaba al poder colonial de “carcomido y caduco”, añadiendo que si nos parecía grande e invencible era porque lo habíamos contemplado por más de tres siglos de rodillas. El poder tiránico de hoy no es invencible, se halla igualmente “carcomido y caduco” y no podemos ni debemos creernos sus ficciones de poder y fortaleza, y mucho menos contemplarlo de rodillas. La tiranía está vencida, aunque sus gerifaltes y alabarderos no lo vean y aunque nosotros no nos lo creamos.
El castrismo se desmorona. Me permito citar a la bloguera Miriam Celaya: “Si se hace un breve recuento de los signos, se puede comprobar que todas las manifestaciones masivas que daban valor escénico a la revolución de los Castro han ido desapareciendo: las marchas “combatientes”, los trabajos voluntarios, las guardias cederistas, las donaciones de sangre maratónicas, las recogidas de materia prima y más recientemente estas fiestas” (las caldosas de los CDR). O también esta reflexión del periodista Luis Cino: “¿Quién para ahora la clonación de jóvenes irreverentes, hedonistas y anti-sistema …que juegan a la disidencia y para colmo se dan el gusto de escribir sus propias bitácoras del desencanto y la rebeldía?
La verdad es que el castrismo es insalvable. No hay Obama, ni Chávez, ni apoyos o experimentos chinos que le salven. Y eso será así mientras exista un cubano dentro de la Isla que no desista y se rebele, y mientras exista un cubano honorable en el exilio que no lo acepte. Levantemos el ánimo. A lo largo de este más de medio siglo hemos sufrido contingencias peores sin abdicar. Ahora, cerca de la victoria, mucho menos.
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Published on Feb 25, 2013

Discursos de Orlando Fondevila, Luife Galeano, José Armando Rodríguez y Jesús A. Carrasco. Poemas recitados por Enrique Dausá. Musica: Flores Chaviano y Ana Valdés-Miranda. 21 de febrero de 2013 en la Fundación Hispano Cubana. Madrid.
Parte I