lunes, mayo 11, 2015

Luis Cino Álvarez desde Cuba> Maya Plisetskaya y Alicia Alonso caminos opuestos para dos íconos del ballet


Caminos opuestos para dos íconos del ballet

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Contrario a lo que pudiera suponerse, entre Maya Plisetskaya, recientemente fallecida, a los 89 años, y Alicia Alonso, hay más contrastes que coincidencias
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Por  Luis Cino Álvarez
mayo 8, 2015

LA HABANA, Cuba. -Contrario a lo que pudiera suponerse, entre Maya Plisetskaya, recientemente fallecida, a los 89 años, y Alicia Alonso, hay más contrastes que coincidencias. No me refiero a sus dotes y técnicas danzarías, a su porte o a la cantidad de piruetas, fuetes y otras proezas de que fuesen capaces, o cuál de las dos hizo mejor Giselle o La muerte del cisne –admito que el ballet no es mi fuerte-, sino a las diferencias entre las circunstancias de sus carreras y sus personalidades.

Ambas, primas ballerinas absolutas de una misma generación, son íconos de ballet clásico, mundialmente adoradas. Solo que discurrieron por caminos muy diferentes para alcanzar su estatus legendario.

Maya Plisetskaya lo tuvo todo en contra. En la Rusia de Stalin, con todo lo que ello implicaba, llevó el estigma no solo de ser judía, sino además de que sus padres fueran purgados como “enemigos del pueblo soviético”. En 1938, cuando Maya Mijailova tenía siete años y se iniciaba en la Escuela de Danza de Moscú, su padre fue ejecutado y su madre enviada a un gulag, donde pasó varios años confinada.

A fuerza de puro talento artístico, fue que Maya logró imponerse a los prejuicios antisemitas y las reticencias paranoicas con la hija de unos purgados. En 1943 logró unirse al ballet del Teatro Bolshoi, del que en poco tiempo, con solo 18 años, se convertiría en bailarina absoluta. Pero estuvo vetada durante muchos años y no pudo bailar en el exterior hasta bien entrado el deshielo estalinista de Krushev.

(Alicia Alonso y  Maya Mijailova Plisetskaya)

Luego de su triunfo internacional, la Plisetskaya rompió la muy conservadora rutina del ballet soviético al incorporar a su repertorio coreografías de danza moderna de Alberto Alonso, Maurice Bejart y Roland Petit.

Alicia Alonso también tuvo que vencer serias dificultades. A los 19 años se quedó parcialmente ciega. Con los años, sus problemas de visión empeoraron, por lo que tenía que guiarse por luces colocadas en el escenario para ese fin y sus partenaires no podían alejarse un milímetro del lugar exacto donde ella esperaba que estuviesen.

Pero no tuvo problemas políticos con la dictadura castrista. Por el contrario, se valió de ella, al convertirse en una especie de embajadora artística de la revolución cubana para anclarse, a semejanza de su idolatrado Fidel Castro, en el puesto de ballerina en jefa.

Lo triste es que Alicia Alonso, que tenía talento y méritos artísticos y era famosa desde mucho antes del triunfo de la revolución, no necesitaba exagerar las muestras de devoción al Máximo Líder, quien de cualquier modo, con tal de no perderla, hubiese tenido que respetarla y aguantar sus majaderías.

Varios años después de irse a los Estados Unidos y cambiarse su apellido (Martínez) por el de su esposo, el también bailarín Fernando Alonso, en 1943 ya era una de las bailarinas más destacadas del American Ballet Theater, internacionalmente conocida por su interpretación de Giselle. En 1948 fundó el Ballet Nacional de Cuba. Para finales de los años 50, ya había bailado con las mejores compañías de ballet del mundo, incluida la del Teatro Bolshoi.

Durante más de cinco décadas, Alicia Alonso ha regido de modo férreo y voluntarista el Ballet Nacional de Cuba. Ha habido numerosas quejas de que es arbitraria, despótica y racista (es conocido que Celia Sánchez tuvo que intervenir y ponerse dura para que la renuente Alonso aceptara a bailarines negros).

Ojalá Alicia Alonso hubiese mostrado el mismo empeño que ha mostrado en las loas a Fidel Castro y la defensa de su revolución que en preocuparse por el pago y las condiciones de vida de sus bailarinas y bailarines y no solo de sus paniaguados y adulones.

Alicia Alonso pertenece a la estirpe de artistas como Alejo Carpentier, Wifredo Lam, Silvio Rodríguez y Frank Fernández, que vendieron su alma al diablo.

Más allá de sus excepcionales e indiscutibles méritos como artista, me temo –y es muy lamentable- que Alicia Alonso, como persona, no será recordada con tanto respeto y cariño como Maya Plisetskaya.

luicino2012@gmail.com
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Yo, Maya Plisétskaya (la autobiografía)
Por Vicente Cue

El título del libro es «Yo, Maya Plisétskaya» (Editorial Nerea, 444 Págs.). Y efectivamente con ese yo tan rotundo y concluyente se expresa a lo largo de toda su autobiografía (escrita hace una década) unas de las más grandes bailarinas de todos los tiempos. Después de ser traducido a más de diez idiomas, la edición en español acaba de salir a la venta. Maya habla con desgarradora sinceridad de su pasión por la danza, del ballet soviético, de sus triunfos, sus luchas, sus decepciones y, sobre todo, de la represión política y cultural vivida de forma trágica en carne propia.

Ella nació y vivió en la entrañas del estalinismo, «no importa qué momento de mi niñez quiera recordar, todo desemboca en política y en el terror de Stalin», al cual llegó a conocer y del cual se expresa como el gran verdugo. Khrushchev le presentó a la Pasionaria, a la que le dieron ganas de gritarle: tu gente me tiene presa y no me deja salir del país. Cuando Maya era todavía una niña, su padre fue fusilado por las hordas del «padrecito» Stalin, y su madre, junto con su hermano recién nacido, fueron enviados a un campo de concentración. Por mucho tiempo no supo lo que había sucedido con sus padres y hermano. Desde aquel fusilamiento todos sus documentos llevaban el estigma de «hija de un enemigo del pueblo». Hace años Maya dijo: «Si un día se celebrara un proceso de Nuremberg contra los asesinos del comunismo entonces me gustaría decir bien alto: no se olviden de los colaboradores, los cómplices... Sin su ayuda el comunismo habría salido mucho antes del escenario».

Aunque nació en esa generación desgraciada y en tiempos turbulentos, Maya, la indómita, la rebelde, resistió y luchó con todo su ímpetu para no plegarse a las consignas y mandatos del Politburó. Contra todo pronóstico, aquella «enemiga del pueblo», aquella criatura incontrolable, vigilada muy de cerca por el KGB, que la consideraba como un cisne negro que quería volar libremente, se convirtió en el cisne blanco más venerado de su tierra. Fue la reina indiscutible del Bolshoi en su época más gloriosa. Aquel inmenso escenario del gran templo del ballet era el único territorio en toda la Unión Soviética en el que Maya se sentía libre. Durante décadas allí bailó «El lago de los cisnes». Para ella este ballet lo tiene todo: «Todos los colores y las técnicas... Exige toda la fuerza espiritual y corporal. A medio gas no se puede bailar». El mejor premio que se les podía dar a los jefes de Estado que visitaban Moscú era ver bailar a Plisétskaya en «El lago de los cisnes». Además del Bolshoi, los mejores escenarios del mundo vieron y vivieron su inolvidable interpretación de Odette-Odile. Así como de esa joya en miniatura que es «La muerte del cisne».

En el libro Maya deja bien claro su amor por España y por su arte. Algunas de sus interpretaciones de más éxito estaban relacionadas con España. Su Kitri en «Don Quijote» asombró al mundo entero dejando para siempre la impronta Plisétskaya en el personaje. Así como en el papel de Laurencia en «Fuenteovejuna». Fue feliz españoleando con pasión y garra en «Carmen». Habla con orgullo de su nacionalidad española y le dedica todo un capítulo a sus años en España. La primera foto del libro con un personaje representa el momento en el que la bailarina recibe el premio «Príncipe de Asturias» de manos del Príncipe Felipe (hay 103 ilustraciones). Otro capítulo es para su inseparable y adorado esposo, el gran compositor Rodion Shchedrin, a quien le dedica el libro. Plisétskaya habla de su arte. Así como de los coreógrafos que le crearon ballets. Hay fotos con impresionantes instantáneas de su baile y otros momentos de su vida. Nos cuenta cómo Chagall se inspiró en su arte y en su figura para pintar los gigantescos murales del Metropolitan Opera House de Nueva York. Nureyev vio bailar a Maya por primera vez en «Don Quijote», él tenía 13 años. Años más tarde, cuando ambos bailarines por fin pudieron hablarse él le dijo de aquella actuación: «sollocé de felicidad, llenaste el escenario de fuego y esplendor».

Maya nos describe su relación con Shostakovich, Khatchaturian, Stravinsky, Bernstein. Con sus amigos, Rostropovich, Robert Kennedy, Shirley McLaine, Coco Chanel, Pierre Cardin. Sus encuentros con Mao, Tito, el Sha de Persia, Frank Sinatra, Audrey Hepburn y un largo etcétera de interesantes e importantes personajes. «Yo, Maya», aunque es la autobiografía de una artista de la danza, «prima ballerina assoluta», que contra viento y marea y a pesar de los pesares llegó a la cúspide, puede ser leída perfectamente por aquellos ajenos a este arte. Su libro nos descubre lo que pasaba una vez que el telón del escenario bajaba. Así como todas las injusticias y tragedias que sucedían detrás del otro telón, el de acero. Al fin, la «hija de un enemigo del pueblo soviético» pudo ver cómo se rehabilitaba, que no resucitaba, a su padre, y además, para felicidad de ese padre, allí donde quiera que él se encuentre, verá que su hija, Maya Mikhailovna Plisétskaya, no sólo no es considerada como enemiga, sino que es adorada por el pueblo ruso, que en el año 2000 le concedía la más alta condecoración de Rusia. Sólo aquellos señalados por el dedo de Dios llevan relacionado a su nombre las palabras genio, diosa, mito, leyenda.
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La siguiente nota y el siguiente post fueron publicados en Baracutey Cubano el 14 de enero de 2012 

Nota del Bloguista  de Baracutey Cubano

Recuerdo que se decía desde los años 50s del pasado siglo XX de que Alicia Alonso era comunista... Sus gustos aristocráticos y de alta burguesía que siempre ha tenido, la ubican como una de las precursoras de la
hoy conocida ¨izquierda caviar¨ . Hay ciertas anécdotas de rivalidad entre Alicia Alonso y la ya fallecida diva Maria Callas, cantante del ¨belle canto¨, que muestran que la Alonso tiene de comunista tanto como de ¨ñata¨.

Célida P. Villalón, la autora de este artículo, y la ballerina Alexandra Denísova en Nueva York leyendo una revista donde aparece un programa donde actuaba Denísova. Alexandra Denísova se casó con 17 años en Australia con Alberto Alonso, primo hermano de Célida P. Villalón, y llegó a La Habana en 1941 con 18 años. Pueden leer más en http://www.danzaballet.com
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Tomado de http://www.diariodecuba.com

Alianzas de Alicia Alonso

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Algunas precisiones sobre sus presentaciones ante Batista, subvenciones y apoliticismo.
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Por Célida P. Villalón
Nueva York
13-01-2012

¿Por qué el nombre de Fidel Castro y su alma gemela, Alicia Alonso, siempre tienen que aparecer en los titulares de los periódicos, ya sean estos cibernéticos o impresos? Sin duda alguna, tanto uno como otro, ocupan y han ocupado posiciones relevantes en dos campos que difieren bastante. Sus respectivas presencias en la historia no pueden ser denegadas, ni tampoco la alianza que a lo largo de décadas han mantenido.

Un artículo publicado hace unos días en este diario ha merecido mi atención por ciertos datos que necesitan ser aclarados, y estoy dispuesta a acometerlos "con la manga al codo", según un dicho de nuestro apóstol José Martí.

Por lo que expresa el artículo en cuestión, nadie sabe en fin de cuentas quién es en realidad Alicia Alonso. Creo que la definitiva aseveración del autor es algo incorrecta. Esta "dama de hierro del Caribe", como la llama, mostró desde la niñez una voluntad de acero, dispuesta a hacer lo necesario para mantener su supremacía en el mundo de la danza, dentro y fuera de Cuba. La llegada de Castro al poder le facilitó dominar la escena danzaria en su país y no es difícil imaginar las razones de lo fructífero de tal alianza. Castro necesitaba un nombre conocido internacionalmente para exportar su marxismo-leninismo (léase fidelismo). Alicia, por su parte, había compartido escena con Fernando Alonso pero, una vez divorciada de él, dio rienda suelta a su totalitario poder, se apropió de la escena completamente y para ello hizo hincapié en lo fiel que era a su comunismo (que prefiero llamar alicismo).

Respecto al Ballet Nacional de Cuba, de indudable buena fama, habría que diferenciar los montajes de las obras presentadas —a los que la crítica universal no siempre encuentra interesante—, de los bailarines que aparecen en el escenario, quienes en su mayoría, sí que son admirados por la magnífica formación que obtienen en la llamada "escuela cubana de ballet". Aquí, muy injustamente, el crédito total de enseñanza, entrenamiento y coreografía recae absolutamente sobre Alicia, ignorando en el campo de la enseñanza a Ramona de Sáa, directora de la escuela, y a la infinidad de profesores que dedican largas horas del día a entrenarlos. Y en los campos del entrenamiento y la coreografía, a Loipa Araújo y la admirada Josefina Méndez, ya fallecida, siempre presentes ayudando a Alicia en transmitir sus dictados, según se ha podido apreciar, fuera de Cuba, en documentales televisivos.

(Alicia Alonso y Fidel Castro (HAGASELAMUSICA))

La larga biografía de la Alonso siempre es incluida en los programas del Ballet Nacional de Cuba. No sucece lo mismo, sin embargo, con ninguno de los otros solistas de la compañía. ¿Qué puede proveer a la danza una persona, por muy diestra que ésta sea, si no puede moverse por sí sola, como tampoco puede ver? Esta pregunta, indudablemente cruel pero muy necesaria, nadie se atreve a hacerla, porque contestarla con honestidad daría muestras de falta de humanidad y compasión. Pero, ¿es justo ignorar a los profesores anónimos que merecen el verdadero reconocimiento?

Una segunda ocasión para bailar ante Batista

Respecto al revisionismo que Jorge Ignacio Pérez estima debe hacerse a tan larga vida como la de Alicia Alonso, espero que cuando se haga se mencione que hubo una segunda aparición de la bailarina ante el presidente Batista, cuando fue invitada especialmente a bailar en el Salón de los Espejos del Palacio Presidencial. Un hecho que sitúo entre los años 1952 (después del 10 de marzo) y 1956 (antes del mes de agosto). En esa ocasión, según mis recuerdos, Alicia bailó La muerte del cisne, acompañada por la orquesta que dirigía Enrique González Mántici. Recuerdo perfectamente las fotos que aparecieron al día siguiente, en el diario Información, y la crónica ofrecida por el periodista José Saínz de la Peña, a cargo de la sección social de ese periódico. Y también El País cubrió el acto, publicando un retrato de la assoluta, recostada en un pilar de mármol de la escalera que subía al salón.

Recuerdo también los comentarios de Ernestina del Hoyo, madre de la bailarina, que ese día se quejaba a voz en cuello ante mí de que su hija hubiera aceptado la invitación de "aquel asesino". (Su rechazo a Batista provenía de que el padre de Alicia, Antonio Martínez Arredondo, teniente veterinario del ejército del presidente Machado, había pertenecido al grupo de militares refugiados en el Hotel Nacional, por oponerse al tristemente célebre "cuartelazo del 4 de septiembre". Martínez Arredondo había salido ileso del bombardeo de que fuera víctima el hotel.)

Lamentablemente, en este punto dependo de mis recuerdos, porque no he encontrado en ninguna biblioteca neoyorquina, la información que me respalde sobre esto. No obstante, lo llevo atesorado en mi memoria, y no dudo de que entre los lectores de este portal aparecerá ahora quien pueda dar también fe de ello.

La subvención de 40.000 pesos de que se beneficiaba la compañía de Alicia Alonso comenzó durante la presidencia de Carlos Prío Socarrás, en los años 50, y duraría hasta que el Instituto Nacional de Cultura, dirigido entonces por el Dr. Guillermo de Zéndegui, bajo la presidencia de Batista, la suprimiera en agosto de 1956.

Tuve la suerte de conversar con el Dr. Zéndegui sobre esto, en Miami, en una entrevista que fue publicada en la extinta revista Temas, en abril de 1998, pocos meses antes de su muerte. El ilustre ex-funcionario me aclaró que Alicia y el ballet no habían cumplido con lo estipulado en un principio: funciones gratis para el pueblo, y esa fue la razón para retirarle la subvención. A esta demanda, me contaba Zéndegui, Alicia Alonso le había contestado: "Mire, yo hago más con mis pies que Ud. y todos esos señores con sus títulos".

Huelgan los comentarios.

No creo ocioso añadir que la assoluta nunca tuvo a menos bailar si había buena paga. Ese fue el caso de la Cervecería Polar, que patrocinó una función del ballet Giselle, que tuvo lugar en el stadium universitario, en julio 22 de 1955 (ya la compañía había cambiado su nombre por Ballet de Cuba), respaldada por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). A ambos lados del escenario aparecían dos enormes botellas de cerveza. La imagen de una cerveza adornaba el programa. El lector curioso podrá encontrar abajo una copia del programa. No creo que Alicia protestara entonces por ese poco elegante anuncio.

(Publicidad de la cerveza 'Polar' (CELIDA P. VILLALON)

Alicia Alonso ha utilizado la política en beneficio de su carrera y de su compañía. No hay que creer, por tanto, en el peso de sus declaraciones políticas. Y valga como prueba una entrevista publicada en El Nacional de Caracas, el 30 de octubre de 1958 (ver copia en pdf abajo), donde la bailarina afirma que Batista, Grau, Prío y Fidel Castro eran lo mismo. Y a continuación asegura no haber votado nunca.

El año pasado, Alicia Alonso fue candidata al Premio Príncipe de Asturias junto al escultor Jaume Plensa, el diseñador Philippe Starck, el arquitecto Toyoo Ito, el cineasta Wong Kar-Wai, la pintora Paula Rego y los grupos Les Luthiers y Monty Python. Al final, fue elegido el maestro Riccardo Muti.

Obtener ese galardón es un largo y perseguido sueño de la assoluta. ¿Lo logrará? No apuesto por ello. Pero, siendo España constante plaza para las presentaciones de su compañía, está por ver qué nueva vuelta dará la Alonso a sus supuestas ideas políticas, para hacerse más grata en la madre patria.

AliciaAlonso.pdf

Alicia Alonso bailó para Batista

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Célida P. Villalón perteneció al personal administrativo de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana entre 1941 y 1959. Prima hermana de Fernando y Alberto Alonso, es autora de Pro-Arte Musical y su divulgación de cultura en Cuba (Senda Nueva de Ediciones, Trenton, New Jersey, 1990). Colabora sobre danza en los portales Danza Ballet y Danza Hoy.

Su afición al ballet la llevó desde muy joven a perseguir el periodismo y a escribir sobre el tema en distintos periódicos y revistas de su país.
Se radicó en Nueva York desde 1959 y continuó escribiendo en diversos medios. Uno de sus trabajos se publicó en la “International Encyclopedia of Dance” (Oxford University Press, New York, 1996). Es autora del folleto “Historia Concisa del Ballet en Cuba” (1974) y del libro “Pro-Arte Musical y su Divulgación de Cultura en Cuba” (Senda Nueva, Ediciones, Nueva Jersey, 1990). Colabora como editora de eventos especiales en la revista “Temas” y es corresponsal de “Por la Danza”, España.