Isabel M. Estrada Portales: El resignado narcisismo de la cubanía
Además, la tiranía Castrista ha tenido en sus manos, y desde muy temprano, el poder de ocupar, arrebatar, ocultar, quemar, etc. la obra intelectual de los cubanos así como la de publicarla y hasta comercializarla. Hace solamente un par de décadas que algunos intelectuales han podido publicar y comercializar su obra en el Exterior viviendo en Cuba. Por otra parte, los intelectuales cubanos que viven en el Exterior desean visitar la Isla por disímiles razones personales, familiares, inspiración, etc.. En otras palabras: la publicación y la comercialización de las obras de muchos de los intelectuales cubanos así como los permisos (mediante la habilitación o no de los pasaportes cubanos) de las salidas y regresos de Cuba están en gran medida relacionados con ¨llevarse bien¨ con la tiranía y para eso si no se escribe, pinta, canta, etc. a favor de la dictadura, la otra opción es no tocar el tema cubano en su complejidad y tragedia.
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'La pregunta es por qué los intelectuales que sí saben escribir, pintar, decir, no están asumiendo el papel que históricamente les corresponde y se aprovechan de las prebendas de un régimen cuya calaña bien conocen'
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Cada día tengo menos paciencia para el chovinismo, el etnocentrismo, la cantaleta de mis compatriotas, o, en otras palabras, el narcisismo de la cubanía que no tiene, ni remotamente, el discreto encanto de la burguesía buñueliana.
Debo estar envejeciendo más rápido de la cuenta.
Motivo especial de impaciencia, cuasi alergia, es la continua metatranca de la gran escisión que sentimos los cubanos —conste, los cubanos que tenemos la posibilidad de salir y entrar a la Isla, porque los de a pie no se hacen esas preguntas— entre si regresar o quedarnos. Nada, la misma que se plantean siempre los africanos a medida que se van ahogando en el Mediterráneo, o la duda cartesiana de los migrantes eritreos: ¿se dejan degollar por ISIS o mueren de a poco en las cárceles de Israel?
El mirarnos al ombligo parece una más de las maldiciones castristas y el embelesar la agonía de nuestra separación familiar y nuestro exilio que constituye la envidia de cada madre hondureña que envió a sus hijos al norte de cualquier forma antes de que se los mataran las pandillas o del mexicano que no tenía cómo alimentar a los suyos, cruzó la frontera y no tiene esperanza alguna de legalizar su situación… ni de volver a verlos.
A ver, claro, a cada uno nos duele lo que nos duele, pero dejemos el lloriqueo excesivo. Nuestra situación migratoria —o exilio, si les place— no es nada excelsa y sí muy conveniente gracias los beneficios exclusivos que nos confiere nuestra politiquería y la del imperio. Dejémonos de historias, que quienes se plantean si quedarse o regresar tienen la opción. La mayoría, no. Y, especialmente quienes se plantean si o regresar evidentemente están haciendo una elección económica, no política —salvo en muy contadas excepciones. No se quedan porque los están persiguiendo ni mucho menos, sino por la misma razón por la que viene a Estados Unidos el resto de los migrantes que carece de un dictador justificativo —Gulag más, Remolcador 13 de marzo menos. Como bien sabemos, a los que están persiguiendo, o no los dejan salir o no los dejan entrar.
Y no diré nada de los intelectuales y artistas que integran las filas del exilio rosa.
Sí, tal vez mi crítica es más descarnada de la cuenta, pero no resisto ese tonito novelesco de referirse a la gran dicotomía, la problemática de la separación familiar, la confusión que nos crea el movernos de un lugar a otro, como si la causa de esto fuera un fenómeno climático o la maldita circunstancia del agua por todas partes. No, creo que aquí vendría al caso retomar un poquito de la enseñanza marxista sobre la base y la superestructura —es decir, las condiciones de la Isla no las causa nuestra disquisición existencial sino su régimen dictatorial. Y un poquito del mandato poético de Eliseo Diego y nombrar las cosas. La separación y las condiciones que hacen que vivamos así tienen un nombre, o más bien, un apellido y lo tienen hace 55 años… y más pa’lante, al parecer y con nuestra intelectual aquiescencia.
A menudo, y hago mea culpa, miramos con desprecio a la disidencia cubana —¡cómo no nos salió una al estilo antifranquista!— por su falta de, digamos, refinamiento intelectual. Esto lo digo avergonzada. Porque los verdaderos disidentes son los que se han quedado allá y no escribirán muy bien, ni podrán reeditar las sublimes páginas de El presidio político en Cuba, pero están pagando su precio en sangre y sufren el oprobio añadido de nuestra desidia.
Pero nos planteamos el problema al revés. La pregunta es por qué los intelectuales que sí saben escribir, pintar, decir, no están asumiendo el papel que históricamente les corresponde y se aprovechan de las prebendas de un régimen cuya calaña bien conocen. Yo no soy quién para dar discursitos, porque huí prontamente a la primera oportunidad. Pero al menos, como no he tenido el valor de sacrificarme, tengo el pudor de callarme ante y no denigrar a los que sí se han sacrificado.
Entiendo perfectamente la necesidad de sobrevivir y de crear. Ya lo dijo el chileno José Joaquín Brunner, la dictadura no tiene que matarte, solo tiene que limitar suficientemente tus oportunidades de vida para hacerte entrar por el aro, para hacerte cómplice. Quiero creer que quienes se esfuerzan en crear desde lo oblicuo son discípulos del gran Fray Luis de León que tras cinco años en las mazmorras de la Inquisición, al regresar a dictar su cátedra, consciente de que, además, no podía hablar de la pequeña ausencia, comenzó su clase "Como decíamos ayer…" Le apuesto a que la suma de todos los silencios gritará a quienes vivan en un tiempo futuro la verdad acallada por la barbarie.
Lo que no entiendo es el hablar, el defender hipócritamente la podredumbre para poder vivir de ella. O el presumir que todo es sentimiento y distancia y confusión espiritual, como si no supiéramos las causas. Sobre todo, lo más irritante es la comparación gratuita, las falsas equivalencias, el no saber por qué estamos como estamos: "Los dos lados son tan intransigentes". Es decir, la violada y el violador deben mantener la calma.
Creo que esa es otra de las enseñanzas marxistas que deberíamos recordar: la neutralidad ayuda al poderoso.
Si vamos a callar, por lo menos avergoncémonos.
Al final, como siempre, como Borges: "La batalla es eterna y puede prescindir de la pompa/ de visibles ejércitos con clarines;/ Junín son dos civiles que en una esquina maldicen a un tirano,/ o un hombre oscuro que se muere en la cárcel.
Nota al título de este artículo: En mi barrio, el verbo resignar y sus formas no personales, participio, infinitivo y gerundio, suelen escribirse de otra forma… más apropiada para el tema que me ocupa.
Communications Specialist at National Institutes of Health
Washington D.C. Metro Area
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NIH/Office of Behavioral and Social Sciences Research (OBSSR), Maney Publishing
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Population Health Alliance, U.S. Department of State, US Department of Health and Human Services, Office of Minority Health Resource Center
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